Hay en Madrid dos Julias que son un monumento. O, mejor dicho, dos estatuas. Ambas son mujeres jóvenes y las dos tienen los ojos entornados. Bien miradas, se les puede sacar un parecido razonable.
De la primera conocemos su cabeza, que mide 12 x 3,67 x 5 m y está construida en resina de poliéster y polvo de mármol blanco. Su autor es Jaume Plensa, que ha tenido cabezas diseminadas por las ciudades más importantes del mundo, de Nueva York a Río de Janeiro.
Según contaban el pasado viernes los compañeros de El País en su newsletter sobre Madrid, el acuerdo de la Fundación María Cristina Masaveu Peterson (propietaria de la obra) y el Ayuntamiento termina con el año. Cuando la gran cabeza de Julia llegó a la Plaza de Colón nos contaron que su presencia allí era temporal pero su estancia se prorrogó y, a estas alturas, no estábamos prevenidos para su marcha en navidad.
Al parecer, la cabeza se creó ex profeso para ocupar el antiguo pedestal de Colón antes de ser trasladado al centro de la plaza, de manera que parecería lógico que permaneciera allí, ¿dónde va a encontrar unos zapatos tan a medida?
Según Plensa, “Julia está dirigida al corazón de nuestro ser. Es un espejo poético y virtual en el que cada uno de nosotros pueda verse reflejado en sus preguntas más íntimas”. Julia es un monumento hecho para Instagram. Su fotogenia reside en que su blanco impoluto contrasta con todos los momentos del cielo madrileño y, que según el perfil por el que la pillas, puede aparecer enmarcada por distintos elementos singulares de Madrid, como el Centro Cultural de la Villa, las Torres de Colón, la Biblioteca Nacional o la bandera de España.
La joven está hecha por partes (como también sucedía con las estatuas clásicas) y si te fijas bien se ven las juntas surcando su rostro, que tuvo como modelo el de una niña vasca cuyo volumen se trabajó con ordenador. ¿Se marchará a vivir mundo Julia? Veremos, el año pasado ya renovó un año más su residencia.
La segunda de las Julias es mucho más modesta, aunque a querida en su barrio no hay quien la gane. Para en la calle del Pez, casi esquina con San Bernardo, donde se la puede ver apoyada en la pared del Palacio Bauer, hoy Escuela Superior de Canto.
Tras Julia (este es el nombre exacto de la estatua) es la figura de bronce en tamaño real de una estudiante menuda sosteniendo sus libros. Fue inaugurada el 12 de abril de 2003, su autor es Antonio San Benito y pertenece a una generación de estatuas costumbristas que se pusieron de moda en algún momento en nuestra ciudad (recordad el barrendero de Jacinto Benavente o la otra estudiante de la calle de La Palma).
A Julia se la quiere mucho en Malasaña. Algún vándalo noctámbulo la zarandeó allá por 2010 hasta casi arrancarla de la pared y le causó heridas graves. Hubo que trasladarla a un taller para recomponerla antes de llevarla de vuelta a su esquina. El barrio la echó de menos.
Si a la Julia de Plensa la sacan fotos posando, a la de San Benito le piden fotografiarse con ella. Es más accesible. Tristemente algunos se propasan, razón por la que sus pechos de bronce se aparecen desgastados como el pie de los santos en las catedrales. Otras veces, la han vestido y cargado con carteles reivindicativos que ella recoge gustosamente. Al fin y al cabo, la estatua está inspirada en la historia de Concepción Arenal acudiendo a estudiar a la Universidad Central (que estaba allí mismo) disfrazada de muchacho. La historia es tan bonita que inspiró un corto documental.
Esta Julia sí es nuestra del todo, por cierto, fue financiada por la Empresa Municipal de la Vivienda y la Fundación Universidad Complutense. Julia, Tras Julia, se queda seguro.