Probablemente ningún turista vendría al barrio llamado por la arquitectura modernista. Ni siquiera a Madrid, donde salvo gloriosas excepciones como el palacio Longoria – conocido por ser la sede de la SGAE- hay pocos edificios modernistas de gran categoría. Las principales razones hay que buscarlas en que en el Madrid del cambio de siglo no había una burguesía industrial potente como la barcelonesa o la francesa del Art Nouveau, y en el casticismo castellano imperante en la capital. Sin embargo las modas son las modas y calaron también en muchos arquitectos y artesanos madrileños. Durante los primeros veinte años del siglo XX en no pocas casas los enrejados de los balcones se retorcieron ampulosamente, o aparecieron vanos curvos en las fachadas, que se decoraron con motivos geométricos y vegetales importados del estilo que imperaba en toda Europa.
El Modernismo en Madrid fue en general cosa de detalles, y aunque no traerá riadas de extranjeros nos permite a los vecinos caminar como
turistas en el propio barrio a la caza de cornisas y tipografías de inspiración modernista. A continuación una guía del barrio que hemos elaborado basándonos sobre todo en el catálogo de Óscar da Rocha Aranda y Ricardo Muñoz Fajardo Madrid modernista: guía de arquitectura.
Seguramente más de uno se habrá fijado en el edificio de la esquina de la calle de losReyes con Manzana y Álamo, en sus singulares molduras y en enrejado art noveau del portal. Es obra del arquitecto Miguel Mathet Coloma, autor obras relevantes como la reforma del edificio de la Compañía Colonial en Mayor.
Muy cerquita, en la Travesía de Conde Duque, encontramos una de las casitas más singulares de la zona, con unos frontones curvos y el mirador lateral con motivos vegetales. Sin duda al edificio, que llama la atención por detalles inusuales en un inmueble modesto, le hace falta una manita de pintura.
En la Plaza de la Guardia de Corps, frente al cuartel de Conde Duque damos con dos edificios anejos muy distintos entre si pero en la que influencia modernista se percibe a poco que uno afine la mirada. Se trata de los números 1 y 2 de a placita. En el primerro, el que hace esquina con la calle Limón, se mezclan las influencias barrocas con formas curvas y estrías decorativas en la fachada de evocaciones modernistas. El número 2 es un inmueble mucho más sencillo, pero una gran elipse vaciada con motivos esquemáticos protagoniza un diseño que deja sentir los aires que soplaban en la Europa de 1905, momento en que se levantó.
Aún en el mismo lado de San Bernardo, damos en el número 12 de la calle Monserrat con una casa de preciosa decoración incisa de la fachada en la que se mezclan motivos de inspiración modernista con claras alusiones fálicas.
En la calle San Bernardo, donde conviven maravillas arquitectónicas con alguna que otra aberración, hay también ejemplos de elementos modernistas. En los números 85 y 87, bloques levantados por el arquitecto Arturo Pérez Merino, se aprecian motivos modernistas en los enrejados y en la decorción de los vanos, como en el gran friso floral de la vecina casa del número 61 o en detalles del 67.
Al otro lado de San Bernardo también encontramos ejemplos de decoración modernistas en las fachadas del barrio. En el número 20 de San Vicente Ferrer podemos contemplar una fachada blanca profusamente decorada que podría recordar a la de la calle Monserrat pero sin falos. Aparece aquí también, en el cartel de “Asegurada de incendios” sobre la puerta la tipografía art nouveau tan querida al otro lado de los Pirineos.
En la Plaza del Dos de Mayo, en el esquinazo con San Andrés encontramos un gran edificio de enrejados y vanos que recuerdan al modernismo catalán. El edificio, que levantara el arquitecto José Carnicero hacia 1915, aparece hoy muy desnudo, pero tenía en un principio una decorción modernista mucho más recargada.
En otras plazas cercanas de Malasaña encontramos otros edificios más modestos que este último con aparataje modernista, como el de la plaza de Juan Pujol, o el curioso número 3 de la de San Ildefonso, cuyas balconadas verdes con curvas art nouveau no habrán pasado desapercibidas a más de uno.
No fueron pocos los teatros que en su momento sucumbieron a la tentación de añadir unas tendencias tan histriónicas como las modernistas a sus fachadas. Es el caso del vecino Teatro Lara, en la Corredera Baja de San Pablo, cuya reforma de 1916 se llevó a cabo según la moda francesa del momento.
A un paso de salir del barrio, en la calle San Mateo con Mejía Lequerica, econtramos uno de los ejemplos de arquitectura modernista más valiosos de la ciudad. El edificio de Benito González del Valle Fernández-Galán. Con un pie en el modernismo y otro en el racionalismo que habría de venir, el arquitecto levanta un muro de líneas curvas, lleno de vanos sin molduras (ni los casi irrenuncianbles balcones de Madrid). Sus bandas esgrafiadas en dorado decorando la fachada y unos magníficos lagartos encaramados a la parte de arriba la hacen única en Madrid.