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Hildegart y Aurora, una historia trágica ligada a su tiempo

Al fin, estos días y con motivo del centenario de su nacimiento, la figura de Hildegart Rodríguez está siendo objeto de reflexión y conocimiento público. Son muchos los artículos, los aparecidos en prensa estas semanas, que sacan su figura del gueto de la curiosidad histórica y la rescatan como persona reseñable, más allá del recuerdo de la vieja película de Fernán Gómez, Mi hija Hildegart.

El pasado martes, 9 de septiembre, se celebró un seminario sobre la figura de Hildegart y su tiempo en la Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla, en el mismo lugar donde ella cursara sus estudios universitarios, en la Universidad Central. Con anterioridad, Hildegart había estudiado en el vecino Instituto Cardenal Cisneros, en la calle Amaniel.

La figura de Hildegart es inseparable de la de su madre y asesina, Aurora Rodríguez Carballeira. La historia de ambas puede leerse en los términos bíblicos de una mujer nueva esculpida en barro; bajo la óptica literaria de un moderno Prometeo, como el de Mary Shelley; y también atendiendo a la lógica de dos personajes trágicos que recogen muchos de los cambios que el siglo XX deparara a la mujer.

Aurora Rodríguez Carballeira, madre y ¿creadora?

A Aurora de cría, en Ferrol, su madre la llamaba Rebeldía y su padre la apodaba Ilusión. Su educación no será reglada, sino fruto de una enorme curiosidad y la nutrida biblioteca paterna. Entre los doce y los dieciséis años tiene su primera experiencia como educadora obsesiva, que luego desarrollaría con su propia hija. Su hermana trae entonces a casa a un hijo ilegítimo al que ella convierte en pianista precoz. Cuando la madre del niño se percata de sus habilidades musicales se lo lleva a buscar fortuna, y comienza la carrera como pianista de renombre internacional de Pepito Arriola. Aquel niño fue el primer ensayo de Aurora, cuyo su primer concierto en la capital, antes de tocar en Palacio para la reina María Cristina, fue en el Salón Montano, de la calle San Bernardino.

Entre las influencias ideológicas de Aurora se encontraban los grandes del Socialismo Utópico : Saint Simon, Owen o Fourier. Ella misma intentó formar un falansterio en Alcalá de Henares, pero su padre frenó sus impulsos.

A pesar de su carácter autodidacta y sus lecturas desordenadas, la Aurora madre de Hildegart es una mujer muy politizada e hija del incipiente feminismo de su tiempo. Los ecos del socialismo utópico ya estaban en las primeras agrupaciones de mujeres, en Cádiz y Barcelona. En la época han aparecido en escena las primeras críticas al patriarcado y a algunos de sus pilares, como el matrimonio o la sexualidad imperante. Es en los círculos librepensadores, en los que convergerían anarquistas, masones o espiritistas, contra la Iglesia y la España de la Restauración (a finales del XIX), donde anidarían el republicanismo, el neomaltusianismo y la eugenesia, que animan las vidas de Aurora e Hildegart. La liberación del proletariado a través del nacimiento de hombres nuevos explica a Hildegart, y la importancia del sexo y el control de la natalidad serían luego un eje primordial en su obra.

Menos de un año después de que muriera el padre de Aurora, cuyos cuidados habían sido ocupación y freno, nace su hija, en noviembre de 1913, lo que parece indicar que el proyecto Hildegart estaba ya bien definido en su mente. Su hija, concebida con la ayuda de un colaborador (que Rosa Cal, biógrafa de Hildegart, identifica con un cura de la marina y viejo amigo) era la plasmación de su obra, y la encargada de llevar a cabo la reforma de la humanidad.

En todo el mundo que se acercaba a su hija veía Aurora a alguien que intentaba manipularla. Malograr su obra. Esta actitud paranoica probablemente tuvo incidencia en el trágico final de Hildegart, a quien su madre disparó cuatro veces mientras dormía. Ella, antes de morir, había manifestado su intención de irse a vivir al extranjero y, probablemente, tenía una relación sentimental.

Aurora, durante el juicio, diría que la idea del suicidio se había apoderado de Hildegart, y que ella acometió aquello de lo que su hija no era capaz. En el momento del ingreso en la prisión dijo a la vigilante que la acompañaba “tres cosas hay en la tierra que significan triunfar en la vida: crear, luchar y matar”.

El caso del parricidio de Hildegart fue todo un fenómeno en la España de la II República. El juicio se siguió con interés y fueron numerosos los psicólogos que examinaron a Aurora, a quien, por ejemplo, se aplicó el test de Rorschach por primera vez en España. El asunto sirvió también a psiquiatras que luego se destaparían como fascistas, como Antonio Vallejo-Nájera, para unir pseudocientíficamente patología e ideología izquierdista.

Aurora fue condenada a 26 años de prisión. “Celebro que se me haya reconocido la responsabilidad de los actos y que no se haya querido utilizar mi obra achacándome una demencia estúpida que no padezco”, dijo.

Aquella mujer de Ferrol  seguiría siendo una rebelde, incluso a lomos de su trágico destino. En el centro psiquiátrico de Ciempozuelos rápidamente comienza a proponer ideas novedosas, como la necesidad de que las monjas que lo regentaban disfrutaran de dos meses de vacaciones, la salida para los penados con cura o el establecimiento de colonias, con psiquiatras al frente, para aquellos que se consideraran incurables. Ya antes había arengado a las presas en su breve paso por la prisión de Ventas. Moriría recluida, con cáncer, en 1956.

Hildegart Rodríguez, niña prodigio, política y ¿proyecto frustrado?

Lo primero que Aurora regaló a Hildegart fue una máquina de escribir, que sería instrumento de su formación temprana y apéndice de la escritora compulsiva. El portero del edificio donde vivieron en la calle Galileo –el hijo de la portera de entonces- le contó en los ochenta a Rosa Cal que “se la oía teclear a todas horas, siempre escribía con dos libros abiertos a la vez”.

A los tres años era capaz de escribir, a los cuatro su madre la iniciaba en las nuevas ideas acerca de la sexualidad, llegó a hablar diversos idiomas y, en general, se trataba de un prodigio de formación esculpido por la constancia absorbente de su madre.

Hildegart terminó el bachillerato con tan sólo 13 años, solicitando el acceso a la universidad, a pesar de que no le correspondía por edad. Por aquellas aulas de la Universidad Central, en San Bernardo, se la veía acompañada de su madre, que no la dejaba ni a sol ni a sombra…ni en la gestación de los artículos que, ya frecuentemente, escribía en distintos medios. Es realmente difícil saber qué partes son fruto de la mente de la hija y cuáles son pergeñadas por la madre. A los 17 años se convertiría en la abogada titulada más joven de una España en la que no se podía ejercer hasta los 21. Un año después moriría asesinada, cuando ya era una conocida promesa del mundo de la política y el periodismo.

La historiadora María Losada Urigüen, participante en la mesa redonda de la Biblioteca Marqués de Valdecilla, sitúa el contexto del pensamiento político de Hildegart en el espacio de convergencia que se dio en aquellos años entre el anarquismo y la república socialrepública social. Pertenecía a una generación de burgueses que reivindicaban el republicanismo de Pi y Margall y orbitaban entre el sindicalismo de la CNT y la participación parlamentaria como vía posibilista. Ellos se llamaban a sí mismos extremas izquierdas, libertarios extremos, republicanos revolucionarios… Formaron numerosos partidos, de escasa incidencia, y en uno de ellos, en el renacido Partido Republicano Democrático, militó Hildegart justo antes de su muerte.

Junto con la misma Hildegart, pertenecen a estos ambientes figuras como Eduardo de Guzmán, Ramón J. Sender –antes de su advenimiento comunista-, Ramón Franco, Melchor Rodríguez o Eduardo Barriobero. El epicentro de este grupo fue el diario La Tierra, que no era estrictamente anarquista, aunque sí libertario, y en cuyas páginas encontró amplio eco el debate cenetista.

Lo cierto es que Hildegart comienza su militancia política afiliándose con 13 años (en 1928) a las Juventudes Socialistas y a la UGT, pero lo hace porque el anarquismo es entonces clandestino y considera que el socialismo es una buena manera de actuar en política. Sin duda también debió influir su relación con destacados miembros del PSOE, como Julián Besteiro, quien fuera su profesor en la Universidad Central, y que le profesaba auténtico cariño. Pese a haber llegado a ser una destacada dirigente de las Juventudes, su posición fue muy crítica con el partido desde el principio (llegó un momento en que todos sus artículos eran censurados en El Socialista). Decide romper su militancia socialista y comienza a escribir en La Tierra. En sus páginas escribió acerca de municipalismo, anticlericalismo, sobre la impunidad de los miembros de la dictadura de Primo de Rivera, sobre la traición del PSOE en su actuación gubernativa, sobre mujer…

Uno de los temas más importantes en la producción de Hildegart es la sexualidad. Impulsó, junto con su madre, la Liga para la Reforma Sexual, que presidiera Gregorio Marañón, y trató a precursores internacionales del tema como Havellock Hellis, cuya obra tradujo. En dicha Liga sufrió los primeros enfrentamientos con Aurora, que propugnaba curiosas teorías eugenésicas  a las que ella se opuso, como la vasectomía forzosa para todos los hombres (sólo revertida a los 35 años para que pudieran procrear durante tres años) y la prohibición tener relaciones a mujeres menores de 25. Otras personalidades con las que la joven Hildegart tuvo trato fueron el novelista H. G. Wells, a quien acompañó en una visita a España y de quien Aurora sospechó había convertido a Hildegart en espía, o la anarquista Federica Monteseny.

La misma existencia de Aurora e Hildegart es una narración de tintes increíbles, y sin embargo, casi todas sus peripecias vitales pueden entenderse en relación con su momento histórico y con las ideas que se cruzaban en él. No hay que olvidar que fueron mujeres integradas en algunas de las instancias más adelantadas de su tiempo. Debajo de la historia que conmovió la sociedad de la República late la misma historia del siglo español, mucho más fácil de desentrañar que la compleja relación psicológica de sus protagonistas.