Hace ya años que el nombre de Ángel Matanzo no suena ni en círculos minoritarios ligados a la extrema derecha. Sin embargo, hubo un tiempo que el que fuera concejal de Centro del Partido Popular fue uno de los hombres más conocidos de la política municipal y hasta Enrique Tierno Galván dijo – según el propio Matanzo – que “era mejor tenerle como amigo que como enemigo”. Empezó como concejal de Centro con Alianza Popular en 1983 y Álvarez del Manzano se lo cargó definitivamente en 1995. Del beato alcalde sevillano se despidió “soltándole cuatro frescas” en el pleno municipal.
Aquí, en Malasaña, se presentó en persona, aunque bien arropado por la policía, en una fiesta prosandinista en 1989, con el afán de clausurarla. “Lo de Malasaña no lo podía permitir porque era excesivo. Me sacaron de la cama los vecinos a las tres de la madrugada para denunciar que los de la fiesta prosandinista seguían haciendo ruido”.
Bien le debían conocer también en los ambientes nocturnos por su celo clausurador. O los vendedores de bocatas de la Gran Vía, con quienes también la tomó.
Sin embargo, una de sus batallas más sonadas la mantuvo Ángel Matanzo con dos locales del barrio, la Sala Elígeme y, posteriormente, el Teatro Alfil, que tenían al frente a Pedro Sahuquillo y a Víctor Claudín. Este último ha reunido en su web ingentes cantidades de documentación de la época.
La Sala Elígeme aún es recordada un tanto erróneamente por muchos como “el bar de Sabina”. Lo cierto es que el cantante fue parte de la propiedad sólo durante un breve periodo de tiempo y después de su apertura. Se inauguró en 1985, en la calle de San Vicente Ferrer, en lo que hoy es la sala Taboo, convirtiéndose pronto en lugar señero de lo que podríamos llamar la postmovida y en cueva de la progresía del momento.
La nómina de nombres y voces que por allí pasaron es apabullante: Gato Pérez, Malevaje, los primeros Ketama, Ricardo Solfa, Pedro Reyes, Suburbano, Pablo Guerrero, Loles León, Chicho Sánchez Ferlosio, Sabina, Ruper Ordorika, Coz, el travesti Fama...
El primer round del conflicto lo vivieron los regidores de Elígeme con Matanzo en 1989, cuando éste, tras constatar que el local carecía de la licencia para hacer actuaciones en directo, y alegando la existencia de numerosas quejas vecinales por el ruido, clausuró las actuaciones de la sala. Según los dueños del local, las quejas de los vecinos estaban orquestadas por el propio Matanzo y por una asociación de vecinos con buena relación con el concejal. La licencia, por lo demás, era la trampa legal que no podía sortear ningún local del barrio, pues la legislación sólo contemplaba los requisitos que podían cumplir las salas de fiesta, no los locales medianos.
El conflicto abierto con el concejal del distrito continuaría en 1993 en otro escenario: el del Teatro Alfil. Los próceres de Elígeme se hicieron cargo de la dirección de este teatro. Allí se programó Cabaret castizo, de Eduardo Fuentes, un espectáculo protagonizado por un alusivo sheriff del distrito Centro interpretado por Chete Lera. La llamada airada de Matanzo y la comunicación de precinto del local apenas se hicieron esperar unos días.
Sin embargo, en esa ocasión los operarios que acudieron precinto en mano se encontraron una resistencia mediática. Fuera del teatro, la calle del Pez cortada por la presencia de numerosa gente; dentro, con una función especial de la obra causante de la controversia, un buen número de caras reconocibles de la cultura encerrados hasta que se levantara el precinto de la sala. Recibieron numerosas cartas de apoyo, desde la de la Asociación de Vecinos de Malasaña hasta la de los los carteros de la zona Centro, pasando por la de un padre de la Constitución (el entonces Ministro de Cultura Solé Tura).
El Alfil no sólo sobrevivió al enfrentamiento, sino que el asunto provocó una crisis en el consistorio que se saldó con la destitución de los concejales de Cultura y del propio Ángel Matanzo, que no pudo evitar llorar abrazado al alcalde. “Mis lágrimas regarán Madrid”, declaró entonces. Otros locales de la época, como el mítico Ágapo, no sobrevivieron al endurecimiento de la reglamentación de Matanzo.
Ya no hay cabida en la política oficialista para personajes como Matanzo, que además de actuar con discrecionalidad se pavoneaba de ello. Cabría, si acaso, preguntarse si su estilo populista -su casticismo de hijo de vendedores del Mercado de La Cebada, de jugador de mus y de aspirante a sheriff-, sheriff-, que esgrimió en el distrito Centro en nombre de la seguridad y la moralidad, no estará aún hoy instalado en la política municipal con gestos menos airados. Y es que el relato anterior recuerda asuntos bien presentes: la música en directo en los locales pequeños del centro es una quimera expuesta a la multa, el uso de la calle está más reglado que nunca y la vieja querella entre cultura nocturna y la tranquilidad se reproduce periódicamente.