El número 1 de la madrileña calle Pez era hasta el año 2016 un espacio para la ayuda social. Este edificio situado a un paso de la Gran Vía albergaba una residencia de ancianos que la Hermandad del Refugio, su entidad propietaria, había dedicado a “la acogida a los humildes”. La organización, dedicada a ofrecer caridad a los desfavorecidos de la sociedad, decidió poner fin entonces a una actividad que por entonces contaba con 45 camas y 26 empleados.
La justificación que ofrecieron entonces sus responsables para el desalojo era la de intentar paliar unas pérdidas económicas de 1,4 millones de euros. El Refugio cerraba su residencia para mantener el reparto de comida a los necesitados y el colegio concertado donde acudían 300 alumnos, aseguró en una carta enviada a los residentes, en la que detallaba sus cuentas. Pero no comunicaba cuál era el destino previsto para el edificio de la calle Pez, una vez vaciado de ancianos.
En la misiva, que recibieron las familias de los residentes y fue publicada por Somos Malasaña, explicaba que lo hacía para “mantener su viabilidad, los precios que estamos pidiendo a los residentes (1.600 euros al mes) son precios de mercado, muy alejados de nuestro objetivo inicial, y hemos tenido que dejar de mantener la acogida a los humildes”.
Hubo que esperar al cambio político en el Ayuntamiento de Madrid para conocer los planes reales de sus responsables: convertir la residencia de ancianos en un alojamiento turístico, con mucha mayor rentabilidad. Lo hizo primero firmando un contrato en 2020 con la empresa Asistencia y Ayuda Yadisema SL, a la que cedía las obras y su posterior explotación durante los próximos 20 años, y luego a través de un plan especial pedido al equipo de Almeida por el que proponía levantar un hostel (una especie de albergue pero con tintes más modernos) con el que facturar más de tres millones de euros anuales. El consistorio aprobó en 2022 el proyecto con los votos a favor del PP, Ciudadanos y Vox. PSOE y Más Madrid votaron en contra entre quejas por “la terciarización y la turistificación del centro de Madrid”.
El tiempo deja ahora ver los efectos de unos cambios de usos que están arrasando con el tejido vecinal en aras de un mayor aprovechamiento económico de los inmuebles del corazón de la capital. En el caso de la calle Pez y una vez desarrolladas las obras, el negocio turístico acaba de abrir este mes de agosto. Lo ha hecho bajo el nombre de Adventure Hostel Gran Vía, con camas desde 31 euros en habitaciones compartidas con hasta otras 13 personas, indica en su página web. Su licencia de actividad, concedida por el Ayuntamiento de Madrid recientemente y a la que ha tenido acceso este periódico, permite un aforo de hasta 551 personas en el edificio, que tiene una superficie de 2.600 metros cuadrados. Un negocio muy distinto al de asistir a los 45 ancianos que habitaban la antigua residencia.
El cambio de modelo ha sido posible mientras el marido de Esperanza Aguirre, Fernando Ramírez de Haro, ocupa el puesto de hermano mayor de El Refugio, el cargo de principal responsabilidad en la Hermandad. Su cercanía con el alcalde es tal que fue invitado a la reciente boda de este último, junto a su esposa.
La empresa que pidió el plan especial para abrir el hostal y gestiona actualmente el negocio es Asistencia y Ayuda Yadisema SL, una compañía creada para este negocio, que a su vez cuenta como socia única a otra empresa, Jima Patrimonial de Hostales. En ambas empresas figuran como administradores Ignacio Núñez Luque y Miguel Ángel Garrido, quienes también controlan Hostalcarria Hostales, una compañía que gestiona un negocio turístico en el entorno de la Plaza Mayor de Madrid.
Jima Patrimonial está detrás de otro de los negocios hoteleros más polémicos del centro de Madrid: es la que tramita la apertura de un hotel sobre el antiguo Convento de las Recogidas, en la calle Hortaleza, actualmente en propiedad de UGT y que arrendó el inmueble para su explotación turística. El inmueble llegó a ser okupado brevemente en el año 2022 para denunciar la especulación del turismo en el centro de Madrid. Sus responsables afearon al sindicato que participara en el proceso de conversión de la ciudad en foco del turismo de masas, “sumándose a las políticas neoliberales del consumismo”.
Cierre del colegio y futuro incierto
El cierre de su residencia de ancianos no sirvió para sostener las actividades de caridad que la Hermandad quería mantener en el año 2016. Pese a las intenciones indicadas en la misiva citada en esta información, el colegio de la Purísima Concepción clausuró también sus puertas en junio de 2023 y puso fin a 372 años de historia abierto en la parte de Malasaña más cercana a la Gran Vía. Lo hizo también por motivos económicos, dejando un importante agujero económico en las cuentas de la institución, que sigue arrojando números rojos en cada ejercicio -el último con pérdidas de más de un millón de euros- y deja su futuro incierto.
Numerosas familias y docentes se manifestaron durante meses contra este cierre escolar y acusaron a Ramírez de Haro de “mentirles” por haberles prometido alargar su funcionamiento hasta el curso 2024. Pero ni el ruido en las calles o en los medios cambió la decisión de la Santa Pontificia y Real Hermandad del Refugio y Piedad de Madrid, que ya solo mantiene el comedor social en el edificio anexo a la iglesia de San Antonio de los Alemanes y la entrega de alimentos a los desfavorecidos, quienes hacen cola todas las tardes para recibirla en la Corredera de San Pablo.