De primeras, puede parecer extraño que un festival de poesía acoja en su programa una actuación de un músico punk como Manolo Kabezabolo. Pero algo tendrán las letras de este cantautor maño para que, con más de 30 años de carrera a sus espaldas, siga llenando las salas por las que pasa. No hay entradas para su actuación en Madrid este viernes en el Centro Cultural Conde Duque, como parte del Poético. Se acabaron hace días. Igual que en sus primeros conciertos de la gira que empezó este mes en Pamplona, Zaragoza o Valencia.
Manuel Méndez Lozano (Zaragoza, 1966) subirá al escenario de la capital para recordar las canciones de sus primeras maquetas, aquellas con canciones como Un papel morao o El aborto de la gallina, que se convirtieron en himnos para toda una generación de jóvenes y no tanto en los noventa, gracias a las cintas de cassette que unos amigos se grababan a otros, la forma de viralizar de aquellos tiempos preinternet. “Se trata de recordar aquella época, cuando tocaba yo solo, con mi guitarra malsonante y mi voz nasal”, explica Kabezabolo en conversación telefónica con Somos Malasaña.
Lo de la voz y la guitarra no ha cambiado mucho –asegura– aunque ya cuente con ocho trabajos en su discografía. Cuenta Kabezabolo que consiguió dedicarse a la música “insistiendo y creyendo en lo que hago”. El primero de sus trabajos, el celebrado ¡Ya Hera Ora!, del que vendió 30.000 copias, recogía 22 canciones irreverentes de apenas un minuto, que serán las que despache en Conde Duque. Es una incógnita si añadirá algún tema de sus maquetas que ahora se verían como de enorme incorrección política, como aquel en el que invitaba a autoridades civiles y eclesiásticas a catar sus órganos sexuales.
SOMOS MALASAÑA: En los noventa, cuando te estrenaste, tu música no sonaba en las radios. Pero la gente se sabía tus canciones...
MANOLO KABEZABOLO: De mi primera maqueta saqué solo 200 copias. Recuerdo que en la carátula ponía: “Si te gusta, grábasela a tus colegas”. Parece que la gente lo tomó bastante en serio y se repartió por ahí a tutiplén.
Cuando empecé a tocar fuera de Zaragoza flipaba mucho, porque en todos los lados conocían las canciones, pese a que no había internet. Llegaba a los sitios y no pasaba un cuarto de hora sin que la gente me reconociera. La gente tenía los temas grabados en su casa.
¿Cómo aprendiste a tocar la guitarra? ¿Te hiciste punki por necesidad o por actitud?
Con 14 años –hablamos de 1980– me compré una guitarra española y me apunté a una academia. Pero a mí lo de la clásica no me llenaba nada y tenía un par de amigos que tocaban la guitarra, así que me junté con ellos, me apunté los acordes y, practicando, practicando, en cuanto supe tocar cuatro empecé a hacer algunas canciones. Entonces lo más sencillo era tocar punk, no hacía falta ser un virtuoso ni nada de eso. Y la actitud me llamaba, por supuesto.
Recuerdo que me bajaba por las mañanas con la guitarra a los bares de La Magdalena (en Zaragoza), a la hora del vermú. Y me ponía a tocar mis canciones. En unos me aguantaban, en otros menos. Pero era cuestión de insistir. Había un sitio que se llamaba La Pluma donde la gente que no me conocía me invitaban a una caña, me pasaban un petardo… así empezó la cosa.
¿Cuándo te diste cuenta de que te podías ganar la vida tocando?
En aquella época me ingresaron en el psiquiátrico. En un permiso que tuve me fui a un concierto en el que conocí a Manuel Delgado, que trabajaba con La Polla Records y luego se convertiría en mi manager. Me contó que mis canciones estaban a un nivel muy alto fuera de Zaragoza y que había posibilidades de dedicarme a esto.
Nos fuimos a un concierto que daban MCD en Sestao y, aprovechando que hacían un parón en mitad de la actuación, él les pidió que si podía subir a tocar cuatro o cinco canciones. Salí y escuché cómo el público las cantaba pese a que era la primera vez que actuaba en Euskadi. Cuando acabaron los MCD la gente empezó a gritar “¡Manolo! ¡Manolo!” pidiendo otra. Después de eso montamos una gira en 1994 que duró un año y pico, con más de doscientos conciertos.
¿Qué tipo de música escuchabas entonces?
Al principio la verdad es que tiraba más al heavy metal tipo Deep Purple o Judas Priest, los clásicos. Cuando salió Metallica ya no me gustaba tanto. A partir de ahí me empezaron a interesar grupos como Siniestro Total y su humor nihilista, aparte de los Sex Pistols, los RIP o los Clash.
Mi idea era hacer música con humor sarcástico, un poco absurdo, como en las canciones de Se me cae el moco o El aborto de la gallina, temas que no hablaban de crítica social. Al principio hablaba de lo que yo vivía. Había mucha apología de la droga. Luego fueron influyendo otros temas, me puse a escuchar La Polla Records, Eskorbuto, Cicatriz o Kortatu, que decían una serie de cosas con las que estaba de acuerdo y empecé a hacer temas más socialmente comprometidos, más serios. Aprovechando además que cuando empecé a tocar con banda la calidad musical subió.
¿Y ahora que oyes?
Sigo escuchando música variada, siempre lo he hecho. Antes también me ponía horteradas del pop español. Mira, al principio era muy reacio a la música electrónica, pero ahora también me la pongo. Menos el reggaeton y el trap, que no lo tengo metido todavía, cualquier estilo me puede valer. Hay cosas buenas y malas en todos los lados.
Tenías fama de cantautor al que se le va la cabeza ¿Cuánto hay de cierto y cuánto de pose en esa imagen? Circulan muchas leyendas urbanas...
Hay gente que se cree que aún estoy en el psiquiátrico, pero eso fue una época al principio. Yo nunca me he metido a desmentir cosas, pero por supuesto hay muchas leyendas por ahí que no son ciertas. No es que me importe mucho lo que digan. Es bastante distinto lo que mucha gente piensa de lo que hay en realidad
¿Te imaginabas llegar a los 55 años haciendo conciertos?
La verdad es que cuando empecé a tocar no esperaba llegar a esta edad. Con la vida que llevábamos todos y visto el percal de cómo iban cayendo colegas, no es que tuviéramos mucha esperanza de vida. Lo que siempre he tenido claro es que yo quería dedicarme a esto y que iba a seguir haciendo punk e intentando vivir de esto. Mientras me tenga en pie y sea capaz de tocar y cantar, ahí voy a estar. La edad es relativa: una vez escuche en la televisión que la gente como yo somos adultecentes. Tenemos las ganas, que no las fuerzas, de un adolescente y la experiencia de un adulto.
Tienes temas como Militares subnormales o Terrorismo Kontrolado que hoy podrían crear revuelo en según qué sectores ¿Crees que en los noventa había más libertad a la hora de componer y cantar?
Estamos viviendo en la música un momento muy retrógrado. Me pongo a escuchar las canciones de cuando era joven y pienso en que ahora podríamos estar todos en la cárcel como Pablo Hasel. Que se haya llegado a este punto me parece salvaje. Esta situación no me corta a la hora de componer, pero sí que da acongoje que vivamos en un estado que se supone democrático y estemos yendo para atrás lo menos 30 años, a pasos asalvajados.
Si hago un repaso a mi discografía, desde el ¡Ya Hera Ora! (1997) al Tanto Tonto Monta Tanto (2020) creo que en todos los discos hay canciones por las que, si se ponen como se están poniendo, podrían decir mil cosas. No las tengo todas conmigo de que no me digan nada y tenga problemas. Hasta el momento no ha pasado, pero cualquier día… igual que ha pasado a unos les puede pasar a otros.
¿Cómo lleva un cantante punk lo de tocar en pandemia, con todas las restricciones y las limitaciones?
Me parece que nos queda mucho tiempo como los conciertos que teníamos antes, con la gente bailando a gusto. No sé si volverán, espero que sí. La sensación que se tiene desde el escenario es bastante triste al ver a la gente sentada, que intenta levantarse con la música y enseguida va el segurata y la echa. En las salas donde estoy tocando no se puede bailar, beber, ni fumar. No me gusta nada.