“Luchó contra los poderes inmobiliarios”. Es el texto de un cartel pegado el pasado viernes en las paredes de varios edificios de Malasaña: en Acuerdo 8, Pez 21, Divino Pastor 9... lugares en los que estuvo la sede del Patio Maravillas, el movimiento okupa que se ha despedido y disuelto este fin de semana y que fijó en este barrio su centro de operaciones durante sus diez años de existencia.
Señalar y luchar contra los escándalos inmobiliarios en plena burbuja fue una de las labores del Patio, pero no la única ni la más importante. Sus diferentes sedes se convirtieron en auténticos centros ciudadanos en un barrio que iba vendiendo lo público al mejor postor. Lugares de encuentro donde se podía desde arreglar tu bicicleta (más de 2.000 reparadas en el Patio), aprender a bailar (solo por sus talleres de tango pasaron 12.960 personas) o recibir asesoría legal (1.500 horas invertidas por la Oficina Precaria), entre sus muchas actividades.
Mucho hemos hablado en este periódico sobre el valor del Patio Maravillas, pero en su despedida preferíamos trazar una línea histórica sobre cómo se gestó, desarrolló y cerró el movimiento social más influyente en la ciudad de Madrid en el último cuarto de siglo.
La historia del Patio comienza en 2006, un año antes de la primera okupación, cuando un grupo de jóvenes conectados gracias a la universidad -principalmente de la Complutense, aunque había otras- comienzan a perfilar la idea de crear un centro social distinto, con un proyecto político fuerte, con ejes concretos de acción y sus herramientas, y con vocación de provocar cambios reales en la sociedad. A medida que van definiendo el proyecto empiezan a buscar una ubicación metropolitana, en el centro de la ciudad, para empezar a operar y poner en marcha sus ideas.
“Elegimos Malasaña por su historia de activismo y por la gentrificación que ya se apuntaba entonces”, nos explica Ana, una de las portavoces del Patio Maravillas durante todos estos años. Prefirieron un barrio difícil, sin apenas tejido asociativo entonces, a buscar un edificio en Lavapiés, donde ya había muchos centros sociales y hubieran sido mejor acogidos. La elección les lleva en julio de 2007 al número 8 de la calle Acuerdo, a un antiguo colegio que llevaba siete años cerrado y en el que encuentran su primera sede estable después de echar su puerta abajo.
Ese primer edificio es el que da nombre al movimiento: el Patio Maravillas, por el espacio de encuentro que había en medio del inmueble, donde se celebraban muchos de los talleres y ensayos. En ese lugar el proyecto empieza a cobrar forma, con algunas señas de identidad que se identificaban con el movimiento okupa, pero con otras que resultaban innovadoras, como la de que el centro fuera abierto y contara con una estética agradable... “la idea era que fuera allí gente que no había pisado nunca antes una casa okupa”, detalla Ana. “Que nuestras madres pudieran venir aquí y que además se lo enseñaran a sus amigas”, bromea la portavoz, aunque después reconoce que años más tarde lograron literalmente ese objetivo.
También se prueban otras formas de relación con las instituciones y la sociedad. Se rompe el tabú de los medios de comunicación, a los que ya no se recibiría con los clásicos gritos de “televisión, manipulación”. En vez de eso, se abre la sede a periódicos y emisoras, se conceden entrevistas y ruedas de prensa. “Queríamos demostrar que no teníamos nada que esconder y que el centro era abierto y accesible a cualquiera”, apostillan.
Otro de los tabús que se superan es el de la negociación con las instituciones. Desde el primer momento el proyecto establece el diálogo con los poderes políticos para intentar legitimar de alguna forma su actividad, de que se reconozca la labor de los centros sociales y el derecho de la ciudadanía a autorgestionar espacios públicos. Se sientan a la mesa con grupos políticos como el PSOE o el PP, y acuden a la llamada del área de Participación del Ayuntamiento, a cuyo director presentan la memoria de su proyecto.
En paralelo, el proyecto va viento en popa: cada vez más grupos se suman a su causa y más gente a sus talleres. Pero empiezan a tener roces con los vecinos. Ahí llega el primer tropiezo serio: con los habitantes de su calle. Con algunos congenian rápidamente, pero otros empiezan a hacer campaña contra ellos, molestos por los ruidos que generan: este hilo de comentarios en este artículo de Somos Malasaña es una buena muestra del conflicto. La cosa llega hasta el punto de que se forma una asociación de vecinos afectados por este centro social, con su correspondiente blog. Primer desalojo, otra okupación: Pez 21
Primer desalojo, otra okupación: Pez 21 El conflicto vecinal no llega a mayores porque un 5 de enero de 2010, en plena madrugada navideña, la Policía Nacional desaloja el Patio Maravillas. El desenlace era esperado porque los juzgados habían dado la orden judicial hacía meses y la salida se produce de forma totalmente pacífica -como también lo serán las posteriores-. Por la tarde se convoca una manifestación de protesta que, en un movimiento previamente planificado, acaba con la okupación de otro edificio, situado muy cerca del anterior, Pez 21.
“La continuidad es clave en estos proyectos, que los grupos implicados siempre tengan un espacio a pesar de las intervenciones policiales; que te desalojen por la mañana y puedas volver a la actividad por la tarde”, puntualiza Ana a la hora de explicar por qué es tan importante el lema un desalojo, otra okupación. La transición a este nuevo edificio, entonces propiedad de una promotora en concurso de acreedores, Procasa, se efectúa de una manera rápida y la nueva sede, ubicada en una calle con mucho más tránsito de gente, resulta el mejor escaparate para el movimiento.
Lo primero que intentan los patieros es evitar que se reproduzca el conflicto vecinal generado en la calle Acuerdo: establecen contacto directo con los habitantes de los edificios cercanos y siguen trabajando con la única asociación de vecinos de la zona, Acibu. Unos pocos meses antes habían empezado a colaborar y de este diálogo surge una iniciativa conjunta que será clave en el barrio: la recuperación de las Fiestas del 2 de Mayo, prohibidas por el Ayuntamiento desde el año 2007. Alrededor del grupo que organizaba las fiestas se crea la Plataforma Maravillas, una federación de asociaciones, vecinos y comerciantes que, con el paso de los años, acaba convirtiéndose en el principal espacio de acción reivindicativa del barrio, con decenas de colectivos implicados.
Establecidos los lazos vecinales y arreglada la nueva sede, el Patio ve cómo sus proyectos asociados (Hacklab, el coro, la Oficina Precaria...) se van haciendo más grandes, a la vez que -en paralelo- el Ayuntamiento abandona casi todas las iniciativas para la ciudadanía en el barrio. Es cuando el centro social se viene arriba y decide expandirse: primero hacia el solar de Antonio Grilo, en verano de 2010, y en enero de 2011 -con ayuda de otros colectivos- hacia Corredera 20, al edificio de viviendas más antiguo de Malasaña, que el Ayuntamiento prometió dedicar a dotaciones para los vecinos y que en ese momento buscaba vender al capital privado.
El proyecto de Corredera 20 duró poco, apenas dos meses, pero entonces se empezaba a gestar un estallido que iba a permitir lo que siempre había aspirado el Patio: provocar cambios reales en la sociedad. Fue el 15 de mayo de 2011, cuando después de una manifestación, un grupo de jóvenes decide acampar en la Puerta del Sol para empezar a trabajar por el cambio, sin ayuda de las instituciones. Había nacido el 15-M.
Las siguientes semanas el Patio Maravillas clausuró su sede de Pez 21. Cerrado por revolución, se leía en un cartel colocado en la puerta y que permaneció allí dos meses. No exageraban: los miembros y colectivos patieros se convirtieron rápidamente en uno de los motores clave del 15-M, los que lo ayudaron a crecer y a multiplicarse. Gente que se había curtido en el activismo durante años y que ahora podían aplicar lo aprendido en un escenario real de lucha por el poder.
El 15-M pasó, pero consiguió que el Patio nunca más estuviera solo en Malasaña: se creó una potente asamblea que perdura a día de hoy, llegaron otros movimientos okupas como el de Escorial 16, la sociedad civil se empezó a organizar políticamente... y la sede de Pez 21 seguía en pie año tras año. En 2015 el proyecto se considera en peligro por la venta del inmueble a otra sociedad y llegan más okupaciones en busca de otra sede: el primer intento -en enero- fue en el número 3 de Hermanos Álvarez Quintero, con un desalojo exprés. El segundo llega en mayo, en Gobernador 39. Ambos eran edificios municipales, que marcan una estrategia clara del movimiento: conseguir una cesión legal de un espacio público en desuso. Ambos intentos fracasan a las pocas horas. Divino Pastor y la negociación por la cesión
Divino Pastor y la negociación por la cesión La expulsión definitiva de Pez 21 llega justo antes del cambio político en Madrid. A dos días de que Carmena sea elegida alcaldesa por el Pleno del Ayuntamiento (la sesión se celebraría el 13 de junio), el Patio Maravillas es desalojado de su sede. Como en ocasiones anteriores, se convoca manifestación y la okupación llega al final de ella: Divino Pastor 9, un edificio con un pasado municipal y una venta escandalosa, es el lugar elegido.
Allí permanecen muy poco tiempo: el nombre del Patio Maravillas ya se ha convertido en un arma arrojadiza y el Partido Popular lo utiliza habitualmente para desestabilizar al nuevo gobierno de Ahora Madrid, en el que tienen acta de concejal dos expatieros. La Policía Nacional desaloja el 4 de agosto y Esperanza Aguirre hace leña del árbol caído en una berlanguiana rueda de prensa, a la que llega en bicicleta. El Patio renuncia a intentar otra okupación en mitad de agosto, sabedores de que les falta gente, y cambia de estrategia, esperando una cesión municipal.
La decisión tomada tenía bases sólidas: la llegada de Ahora Madrid a la alcaldía había disparado las esperanzas de movimientos sociales madrileños como el del Patio. Una parte del gobierno municipal quería ejecutarles la cesión de un edificio, como ejemplo del reconocimiento a los grupos sociales que habían dado batalla a los poderes económicos durante los tiempos más duros -a nivel inmobiliario- para los vecinos. Otros no, pero querían que salieran de Divino Pastor a toda costa.
“El Ayuntamiento nos va ofreciendo alternativas para que nos vayamos de ahí”, recuerda Ana mientras explica que los dueños del edificio llegaron a ser tranquilizados por el entorno de Alcaldía, diciendo que habría una solución para ellos. Los miembros del Patio visitan dos veces Alberto Aguilera 20, también un amplio espacio en el Centro Cultural Conde Duque, además de otros dos edificios en el distrito Centro. El Ayuntamiento quería resolver la situación cuanto antes: “Llegó un momento en el que nos daban directamente las llaves del Conde Duque”, afirma Ana antes de rememorar -con gesto de contrariedad- cómo fue el propio Patio el que frenó esa entrega, en mitad del verano, para decidirlo con pausa en asamblea. Pero todo eso acabó con el citado desalojo.
“El día que nos desalojan nos dicen que dejamos de ser una prioridad”, aseveran desde el Patio Maravillas, que el mismo 4 de agosto se reúne con responsables municipales para analizar la situación. Es el principio de una serie de declaraciones altisonantes, cruce de acusaciones y de fuego amigo que se irán sucediendo durante meses entre miembros de este colectivo y el Ayuntamiento, Carmena incluida. El nombre del Patio Maravillas escuece a la alcaldesa cada vez que se nombra y su defensa de postulados fuera de la ley termina por hacer que el entorno de la exjueza acabe vetando la cesión.
“Si lo que haces es comprar el discurso de la oposición y asumes que a los tuyos no vas a dar ni agua, si lo dejas crecer y todos los ataques al gobierno son al Patio o a las personas que habían formado parte del Patio, estás condenándonos”, explica a Somos Malasaña la portavoz, que echó de menos “valentía política” en los miembros de la actual corporación. Desde su punto de vista debería haber defendido la legitimidad del proyecto y su labor en el barrio.
El canto de cisne del Patio llegó el pasado mes de noviembre, con el último intento de okupación, esta vez sobre San Mateo 24. “Levantar un edificio de la nada lleva muchísimo trabajo, cuando entramos y vimos todo lo que teníamos que hacer... lo intentamos con un montón de gente nueva y con mucha esperanza” recuerda Ana. “Pero en cuanto apareció el nombre del Patio, fueron a por nosotros, nos tenían demasiado miedo”. El desalojo inmediato cayó como una losa en el movimiento, que veía cómo se iba desinflando. Y empieza a nombrarse la palabra tabú: disolución. Un proceso de duelo y de conclusión que acabó este fin de semana con el décimo aniversario del Patio Maravillas, con una gran fiesta que sirvió para reunir a todos los patieros de cada época y clausurar bailando un movimiento que ya es historia. El legado del Patio Maravillas
El legado del Patio Maravillas Al inicio de este artículo afirmábamos que el Patio Maravillas es el movimiento social más influyente en Madrid en el último cuarto de siglo. Para atestiguarlo solo hay que fijarse en su legado, tanto en su barrio -Malasaña- como en la ciudad. Además de su citada influencia en el 15-M, dos exmiembros del Patio -Guillermo Zapata y Celia Mayer- son actualmente concejales. Otros ediles de Ahora Madrid tienen gran simpatía por los patieros y sus componentes ocupan diferentes puestos en la organización del Ayuntamiento y del movimiento municipalista.
A nivel político es indudable su influencia: sus ideas y miembros han alcanzado los lugares en los que se deciden las cosas. Pero su legado a nivel social es también incontestable: la llegada del Patio a Malasaña se produjo en medio de un barrio acomodado y poco organizado en su estructura ciudadana. Diez años después, se marcha con una plataforma en la que vecinos, comerciantes y asociaciones hablan, se entienden y organizan acciones, más allá de sus fiestas autogestionadas (que no es poco).
También deja una enseñanza de lucha por los espacios, gracias a la que se han conseguido para los vecinos La Casa del Cura, se mantiene el Solar Maravillas pese a las presiones de la Comunidad de Madrid, y recientemente se ha logrado revertir el uso de San Bernardo 68 de oficinas de Urbanismo a centro dotacional para los ciudadanos.
El Patio Maravillas consiguió crear barrio incluso a la inversa, consiguiendo dar vida a los edificios por los que pasaron como el caso de Acuerdo 8, alquilado a bajo precio por una asociación eclesiástica que comienzó a ejercer allí actividades justo un año después. También salvó de la especulación -de momento- a Pez 21, que iba camino de convertirse en otro edificio de apartamentos turísticos -que ya rebosan en el barrio- hasta que el Ayuntamiento aprobó una normativa para evitar su cambio de uso.
Como colofón, es interesante la relectura, a diez años vista, del primer comunicado del Patio Maravillas, del que recuperamos este extracto, con una serie de objetivos que el lector habrá de juzgar si se cumplieron o no: “Queremos que El Patio se convierta en el centro socio-comunitario del barrio, un espacio abierto donde socializar libremente, encontrarnos y ser capaces de construir entre todos una visión crítica de la ciudad (...) Nos comprometemos a abrir este edificio, tantos años cerrado, al barrio, a los movimientos sociales y las gentes de Madrid. Es suyo, no nuestro y vamos a poner todo nuestro esfuerzo en que así sea y a partir de ello reforzar el tejido social de la zona”. Más información:
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