“Defender un Madrid más verde y ecológico debe hacerse incorporando los procesos ciudadanos a la esfera política y no enfrentándose a ellos”. Con esta frase lamentaba Ecologistas en Acción el desmantelamiento del Bosque Urbano de Barajas, una iniciativa vecinal surgida en 2010 para revitalizar un parque abandonado por la administración pública. El Ayuntamiento de Madrid lo condenó a la degradación cuando en 2021 retiró la protección del arbolado, con lo que quedó expuesto a una gran población de conejos, y confiscó el equipamiento de riego. Dos años después, esta vez en el área residencial de Montecarmelo, el Ejecutivo de José Luis Martínez-Almeida vuelve a “dar la espalda” a una plantación ciudadana. Y a todo un barrio.
Así lo denuncia María en declaraciones a este diario. Forma parte de la Plataforma No Al Cantón Montecarmelo, en concreto colabora en la comunicación de Cole Más Cantón No, una ramificación que denuncia la instalación de este espacio municipal para almacenaje de residuos y material de limpieza a pocos metros de tres centros escolares. En una parcela que, según los resultados de los presupuestos participativos de 2021, debería haber acogido un parque lineal verde para el disfrute de este vecindario (feudo del PP en las últimas elecciones municipales) situado en el distrito de Fuencarral-El Pardo. Con una propuesta radicalmente distinta cada vez más cerca de materializarse, muchos residentes se han organizado por su cuenta para sembrar el terreno de árboles y flores.
“Queremos que sirva para enriquecer una zona verde que debería calificarse como tal, pero también crear un símbolo contra este macrocantón que se pretende levantar en la única parte de la parcela que posee árboles ya adultos”, apunta María. Cifra en “más de un millar” el número de plantaciones efectuadas desde que comenzaron su labor en septiembre, entre ellas especies como encinas, pinos, olivos o madroños. “Antes de que empezara a llover, la gente iba a regar con sus propios bidones”. En la iniciativa participan desde los más pequeños hasta los veteranos del lugar, el propósito no es otro que “implicar a todo el barrio”.
Rafa Arranz, uno de los responsables de comunicación de la Plataforma No Al Cantón Montecarmelo, traslada a este medio que actualmente aglutinan a 20.000 personas, “el 80% de toda la población del barrio”. Más de 500 miembros participan en el grupo de la siembra, que incluye ingenieras de montes que velan por el correcto diseño y desarrollo de los trabajos. Como cuenta a Somos Madrid Emilio, uno de sus integrantes, se coordinan para decidir qué especies plantar, en qué cantidad, cuándo y dónde. Una floristería del barrio ha arrimado el hombro para facilitar especímenes a precios más asequibles.
“Si cada uno pone su granito de arena con muy poco se puede hacer mucho, siempre que se trabaje bien y con cabeza”, cree Emilio. Él ya había plantado puntualmente algún ejemplar con su familia como “forma de divulgación” antes de que se diera cuerpo al movimiento. “La zona tiene la consideración de pradera vegetal, algo así como un jardín que no necesita de recursos tan enérgicos para su cuidado, lo que no implica que deba ser desatendido y mucho menos erradicado”, explica. Recuerda asimismo que es “la última parcela de uso dotacional que queda en el barrio”, que carece de ambulatorio, centro de salud, biblioteca, centro cultural, superficie para uso deportivo público o algún eje que pueda servir de corazón verde convenientemente cuidado.
Es importante poner sentido común y no actuar solo de cara a la galería, como le pasa a este Ayuntamiento muchas veces. Hace dos años plantaron 500 árboles en una hectárea cercana. Ha sobrevivido uno, y porque nosotros nos hemos encargado de cuidarlo
“Estamos haciendo una labor de recuperación, en Madrid nos falta memoria histórica sobre cómo era la ciudad hace 40 años. Montecarmelo, por ejemplo, se convirtió casi en un desierto árido por la acumulación de escombros expulsados desde el resto del municipio. Ha costado mucho rehabilitarlo para conseguir cierta masa forestal y no nos podemos permitir volver atrás”, añade. Una memoria histórica que va más allá de lo paisajístico, ya que otro de los motivos esgrimidos por sectores vecinales para frenar el cantón son los indicios de que bajo la parcela podrían encontrarse los restos de 451 brigadistas internacionales que lucharon en el bando Republicano durante la Guerra Civil, según recoge El País.
Emilio expone el deficiente enfoque que a su juicio toma el Gobierno de Almeida sobre la cuestión del arbolado: “Es importante poner sentido común y no actuar solo de cara a la galería, como le pasa a este Ayuntamiento muchas veces. Hace dos años plantaron más de 10.000 árboles en el distrito, 500 de ellos en una hectárea cercana a mi casa. Pero lo hicieron en la peor época posible, justo antes del verano, con el calor yendo a más. Por supuesto desatendieron su regadío y el mantenimiento en general. De ese medio millar ha sobrevivido uno, y porque nosotros nos hemos encargado de cuidarlo”.
María ha vivido en sus propias carnes la contradictoria relación del regidor madrileño con el arbolado. Un grupo de vecinas acudió el 25 de octubre a la presentación de la aplicación municipal Adopta un árbol, que permite vincular cualquier recién nacido de Madrid a un ejemplar de la ciudad (incluidos muchos ya eliminados por el consistorio). Cuando comunicaron al alcalde que trabajan en plantar árboles donde él y su delegado de Urbanismo, Borja Carabante, planean instalar un cantón se toparon con la respuesta que recoge el siguiente vídeo: “Perfecto”.
Pese a esta aparente buena disposición, Almeida y Carabante no han movilizado ninguna inversión municipal en la plantación, como el riego que solicitaron estas residentes. Desde Cibeles continúan con el proyecto de cantón, que solo frenaron en abril antes de los inminentes comicios. Por aquel entonces el responsable de Medio Ambiente se comprometió a no reactivarlo hasta consensuar con los afectados la mejor localización posible, pero finalmente ha mantenido el mismo emplazamiento.
Otras ocasiones en las que Madrid se plantó
Además de la experiencia de Barajas y la lucha de Montecarmelo, la capital ha sido escenario de muchas otras plantaciones colectivas de vocación popular al margen de la administración. Uno de los ejemplos más remotos y afamados son las fiestas del árbol de Ciudad Lineal, el proyecto de urbanización de tintes utópicos que Arturo Soria y sus socios llevaron a cabo en lo que por aquella época eran todavía los arrabales de Madrid. Durante la siembra se llevaba a niños de la escuela y se desplegaban distintos eventos festivos y culturales. Se celebraron en doce ocasiones, entre 1897 y 1909. Actos de un perfil similar tuvieron lugar en la Dehesa de la Villa, escenario también de importantes jiras campestres en los primeros compases del siglo XX con motivo del 1 de Mayo.
Muchas décadas después, los huertos urbanos tomaron el protagonismo. Especialmente a raíz del creado en la Plaza de Corcubión, que nació de la mano de la Asociación Vecinal La Flor y el grupo juvenil La Piluka en 2007, cuando los vecinos se propusieron reverdecer una de las plazas con más solera en el Barrio de El Pilar. La creación de un centro comercial en los terrenos del arroyo de la Veguilla o la amenaza causada ante el paso de la M-30 por esta zona ya habían impulsado antes el el uso de las plantaciones populares como herramienta de protesta en este barrio de clases populares.
En Carabanchel también saben lo que es pelear con la hoz: el Parque Manolito Gafotas es una zona verde lineal paralela a la M-40 que los vecinos inauguraron por su cuenta en 2006 con la presencia de la escritora Elvira Lindo, cuyo personaje carabanchelero da nombre al lugar.
El último caso de resistencia arbolada en la capital se remonta solo unos meses atrás. El pequeño huerto y jardín vecinal Gloria Fuertes, que mantienen desde abril de 2022 vecinos de Lavapiés en un parterre de la plaza homónima, fue arrasado en septiembre de ese año sin previo aviso. No fue ningún acto de vandalismo: lo destruyeron operarios municipales del departamento de Zonas Verdes. Por suerte, desde el vecindario se organizaron para replantarlo y todavía continúa dando un pequeño gran toque vegetal al centro de Madrid.
Emilio explica una curiosa paradoja: muchos de los 10.000 árboles “abandonados” por el consistorio en Fuencarral-El Pardo perecieron porque no se llevaron a cabo comprobaciones de los protectores instalados para ayudar a su conservación, de forma que cientos de ellos fueron arrastrados por el viento o la acción humana. Ahora guardan cientos de estos protectores que han conseguido recuperar de la vía pública para volver a utilizarlos en la plantación ciudadana, donde estarán vigilantes para que nada ni nadie los arranque. Ni siquiera el propio Ayuntamiento.