La portada de mañana
Acceder
Aldama zarandea al PSOE a las puertas de su congreso más descafeinado
Corazonadas en la consulta: “Ves entrar a un paciente y sabes si está bien o mal”
OPINIÓN | Días de ruido y furia, por Enric González

Por qué la calle del Capitán Blanco Argibay debería volver a llamarse de Valdeacederas

Luis de la Cruz

18 de agosto de 2023 01:00 h

0

Hubo un tiempo en que la calle Valdeacederas dio nombre a un barrio y a una estación de metro de Bravo Murillo. Sigue siendo, probablemente, la vía más importante de esa barriada, pero desde mediados del siglo XX se la conoce como Capitán Blanco Argibay, denominación franquista que ha sobrevivido a las distintas limpiezas del callejero cuyo origen es desconocido por mucha gente.

El topónimo Valdeacederas (y su camino) se encuentra documentalmente mucho antes de que fuera urbanizada la zona, en relación a tierras de labor. Aparece reproducido con más frecuencia a partir de 1855 y las obras de traída del agua del Canal de Isabel II, pues uno de los acueductos del recorrido del Canal bajo es el de Valdeacederas, que aún hoy puede contemplarse en muy malas condiciones de conservación en el parque Rodríguez Sahagún. A finales del siglo XIX ya se pueden encontrar documentos de compraventa de solares en la llamada calle o “carril” de Valdeacederas, aunque en el registro del Ayuntamiento de Madrid consta desde 1902.

Con el cambio de siglo encontramos, cada vez con más frecuencia, referencias en prensa sobre viviendas e infraestructuras –como la instalación de una escuela para niños en 1911–que nos hablan del crecimiento de una calle que irá ganando importancia relativa en un Tetuán aún en formación. El cambio de nombre se produce en 1949, diez años después de terminada la guerra.

Oriundo de Chamartín de la Rosa (cabecera administrativa de Tetuán en la época), Ricardo Blanco Argibay fue presidente de los grupos de Acción Católica en su localidad. Fue destinado a Sevilla como auxiliar de la administración civil en la secretaría del ministro de la Gobernación. Estando allí, se unió a la sublevación fascista y a las tropas de Queipo de Llano. Se dice que fue herido en el Cerro de los Ángeles (Madrid) tras salvarse de una emboscada nocturna republicana por haberse quedado dormido mientras rezaba en la capilla. Por ello, se le conoció como “el soldado que ora”. Luego, se alistó en la Legión y murió combatiendo en la batalla del Ebro.

A Blanco Argibay no le adornaban los galones de otros compañeros de bando, como el general Yagüe, cuya calle en Tetuán volvió a la denominación anterior (San Germán), pero sí coincide con ellos en la inspiración del subrayado de la memoria por parte del régimen franquista (también se le nombró hijo predilecto de la localidad). El supuesto mérito como vecino del antiguo municipio de Chamartín de la Rosa no es suficiente para ostentar el honor, ni lo hubiera hecho de no haber participado de la sublevación militar.

Con motivo de la Ley de Memoria Histórica y la acción municipal del Ayuntamiento de Ahora Madrid, varias calles franquistas de Tetuán cambiaron su nombre. General Yagüe recuperó la denominación de San Germán; General Moscardó se nombró Edgar Neville; General Varela Julián Besteiro; General Orgaz, Fortunata y Jacinta; Capitán Haya, Poeta Joan Maragall; General Aranda, en La Ventilla, se llama ahora Matilde Landa, y Manuel Sarrión mutó a Julián Zugazagoitia. Curioso es el caso de Comandante Zorita, que tras la insistencia de la familia, pasó a llamarse Aviador Zorita por considerarse que los méritos que habían llevado a otorgarle el honor de nombrar una calle no tenían que ver con su participación en la guerra sino con hazañas profesionales posteriores ¿Volverá la calle Valdeacederas al callejero de Tetuán algún día?