Carlos Elordi es periodista. Trabajó en los semanarios Triunfo, La Calle y fue director del mensual Mayo. Fue corresponsal en España de La Repubblica, colaborador de El País y de la Cadena SER. Actualmente escribe en El Periódico de Catalunya.
Las bondades y las maldades de la beneficencia
¿Es la beneficencia -o caridad, actividad solidaria, socorro mutuo, que de distintas maneras se la llama, teniendo cada uno de esos términos su razón ideológica de ser- la alternativa al estado de bienestar, a la asistencia social reconocida constitucionalmente como un derecho? El debate ha enfrentado a la izquierda con la derecha religiosa desde hace mucho, pero la reducción y el deterioro creciente de las políticas asistenciales, particularmente en Europa, lo vuelve a plantear como una cuestión inquietante. Al menos fuera de España, que aquí de cosas que no son de inmediata actualidad política se debate poco.
En Italia el asunto acaba de ser traído a colación por un artículo que Adriano Sofri publicaba este lunes en La Repubblica. Antes de intentar glosarlo, algún dato sobre el personaje. Sofri es escritor, periodista y activista. En los años 70 y los 80 fue el líder de Lotta Continua, un partido ultraizquierdista que fue importante en la política italiana de aquella época y que terminó apoyando y practicando la lucha armada. Su acción más destacada fue el homicidio del comisario de policía Luigi Calabresi. Juzgado por ser quien lo había ordenado, Sofri fue condenado en 1990 a 22 años de cárcel que cumplió íntegramente, hasta enero de 2012, porque se negó a pedir el indulto: nunca reconoció el delito del que se le había acusado y siempre se proclamó inocente. Escribe desde hace tiempo en La Repubblica y sus artículos suelen ser muy comentados en Italia.
El que publicaba ayer no llega a conclusiones tajantes, pero plantea bastantes interrogantes sobre el tema. Una es que “el empobrecimiento de las poblaciones hace cada vez más preciadas las actividades solidarias”. Otra es que el modelo norteamericano –“en el que la filantropía se inspira en la idea de la ”restitución“ y en la benevolencia de los privados”- es en estos momentos más eficaz, si la medida es el montante de las donaciones, que el modelo “socialista” europeo, que se basa en el concepto de la redistribución de la riqueza y en la equidad del gobierno. No hay datos concluyentes, dice Sofri, pero el informe que él cita -elaborado por la institución británica Charities Aid Foundation- confirma que el resultado actual de uno y otro enfoque es muy grande.
En la clasificación de Charities para el año 2012–elaborada de acuerdo con distintos parámetros que incluyen tanto cantidades como actuaciones y actitudes y que se completa con una investigación sociológica de Gallup basada en más de 150.000 entrevistas realizadas en todo el mundo, a razón de más de mil por país, Estados Unidos aparece como el 5º donante del planeta, tras Australia, Irlanda, Canadá y Nueva Zelanda y claramente por delante de Finlandia (17º), Alemania (34º) y Suecia (37º). En esa lista España aparece en el puesto 72, muy lejos de países como Indonesia (7º), Irán (12º), de prácticamente todos los latinoamericanos y hasta de bastantes africanos.
Italia (57ª) tampoco sale bien parada. Y Sofri, sin atribuir una relación de casualidad al hecho, subraya que tanto en su país como en España “la beneficencia ha sido esencialmente un asunto de la Iglesia católica, en la que el Estado ha delegado sin problemas por conveniencia o por servilismo”. Cabría recordar en este contexto las declaraciones del cardenal Jesús Rouco advirtiendo que la aplicación del IBI al patrimonio inmobiliario de la Iglesia podría colapsar la acción de Cáritas por falta de fondos. A las que hasta activistas de esa organización católica respondieron que la Iglesia sólo contribuye en un 1 % al presupuesto de Cáritas y que la mayor parte del mismo es financiado por el estado y por las donaciones de particulares.
Una de las más sonadas es la que recientemente hizo el dueño de Zara: Sofri cita los 20 millones de euros donados por Amancio Ortega a Zara, pero para añadir que esa cifra supone únicamente el 0,05 % de su patrimonio, “que es como si un ciudadano español corriente, con un patrimonio de 10.000 euros donara 5 euros a la beneficencia”.
En el artículo también se cita un artículo del director de la Repúbblica que en noviembre escribió lo siguiente: “Hay que distinguir la democracia de los derechos de ”la democracia de la compasión“ norteamericana que sustituye la organización del Estado social por la benevolencia individual y de los grupos sociales. La beneficencia no necesita de la democracia, pero en democracia la solidaridad social necesita, además de la beneficencia, de derechos”.
El riesgo, dice Sofri, es que la crisis actual recorte tanto los derechos como la caridad. Lo cierto es que en la introducción del citado informe de Charities, su director subraya que desde 2007 “se ha producido un descenso global de las donaciones y los apoyos a la caridad. Cientos de millones de personas que habían ayudado a otras el año anterior dejaron de hacerlo en 2012”.
La crisis, además, puede convertir la beneficencia en un problema político si ésta se hace selectiva, como está ocurriendo en Grecia. En donde el partido ultraderechista Alba Dorada está teniendo un gran éxito con su campaña de ayuda a los necesitados, pero siempre que éstos sean griegos y no inmigrantes. Y ya desde hace años Hezbolá en el Líbano y Hamás en Palestina han demostrado la importancia de la beneficencia caridad como mecanismo de acción política, pues ambos nacieron y se consolidaron como organizaciones caritativas.
La importancia creciente que el papa Benedicto XVI está dando a la acción caritativa de la Iglesia Católica podría también deberse a que el Vaticano confía al éxito en ese frente no poco del intento de recuperación del protagonismo social, y político, perdido por su organización sobre todo en los países más desarrollados y entre ellos en Italia y en España. “Pocas formas de poder son tan arriesgadas como la de quien tiene en sus manos un pan que le sobra ante la cola de los hambrientos”, dice Sofri.
Para completar el panorama, no precisamente halagüeño, del asunto, La Repubblica publicaba también ayer una larga reseña del libro “la industria de la caridad” que acaba de publicar Valentina Furlanetto, en la que, al tiempo que se subrayan sus muchas virtudes, se ponen al descubierto muchos de los fallos, y también algunos de los abusos, de las ONG, y entidades humanitarias y similares. Que, por cierto son cerca de 50.000 en todo el mundo y gestionan nada menos que 400.000 millones de dólares al año.
¿Es la beneficencia -o caridad, actividad solidaria, socorro mutuo, que de distintas maneras se la llama, teniendo cada uno de esos términos su razón ideológica de ser- la alternativa al estado de bienestar, a la asistencia social reconocida constitucionalmente como un derecho? El debate ha enfrentado a la izquierda con la derecha religiosa desde hace mucho, pero la reducción y el deterioro creciente de las políticas asistenciales, particularmente en Europa, lo vuelve a plantear como una cuestión inquietante. Al menos fuera de España, que aquí de cosas que no son de inmediata actualidad política se debate poco.
En Italia el asunto acaba de ser traído a colación por un artículo que Adriano Sofri publicaba este lunes en La Repubblica. Antes de intentar glosarlo, algún dato sobre el personaje. Sofri es escritor, periodista y activista. En los años 70 y los 80 fue el líder de Lotta Continua, un partido ultraizquierdista que fue importante en la política italiana de aquella época y que terminó apoyando y practicando la lucha armada. Su acción más destacada fue el homicidio del comisario de policía Luigi Calabresi. Juzgado por ser quien lo había ordenado, Sofri fue condenado en 1990 a 22 años de cárcel que cumplió íntegramente, hasta enero de 2012, porque se negó a pedir el indulto: nunca reconoció el delito del que se le había acusado y siempre se proclamó inocente. Escribe desde hace tiempo en La Repubblica y sus artículos suelen ser muy comentados en Italia.