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Prueba del Mercedes-Benz C 300 e: el lujo es la eficiencia

El Mercedes C 300 e admite 11 kW en corriente alterna y 55 kW en continua, aunque esta última necesita un equipamiento opcional.

Pedro Urteaga

Las marcas de automóviles premium no solo se distinguen por el nivel de refinamiento y lujo que son capaces de ofrecer. Otro aspecto que las define suele tener que ver con la tecnología, no tanto por la cantidad de dispositivos que son capaces de incorporar -aunque también- como por su capacidad de innovación, es decir, de mejorar los sistemas existentes y de inventar otros nuevos.

Mercedes-Benz, uno de los fabricantes señeros de esta industria, puede enorgullecerse de destacar en ambas disciplinas, y buena prueba de ello la encontramos en el nuevo sistema híbrido enchufable instalado, entre otros modelos, en el nuevo Clase C. Hablamos del modelo equipado con esta tecnología que proporciona la mayor autonomía eléctrica del mercado: 115 kilómetros en el de carrocería berlina que acabamos de probar y 112 km en el familiar o Estate.

Lo bueno del asunto es que el alcance que se puede obtener en conducción real roza esas cifras y puede hasta superarlas en circunstancias muy determinadas, lo que equivale a decir que dobla el rendimiento -en lo que a autonomía eléctrica se refiere- de numerosos híbridos enchufables (PHEV) hoy a la venta, tanto generalistas como premium.

El C 300 e sobresale también por la facilidad con que, una vez terminada la carga de la batería, es capaz de recuperar energía en deceleraciones y frenadas o al descender pendientes pronunciadas o puertos. También por la cantidad de tiempo o de condiciones en que el motor eléctrico se encarga de impulsar el vehículo, con lo que ello implica en términos de eficiencia, y de limitación del consumo de carburante en particular.

Si combinamos estas virtudes con un depósito de combustible de 50 litros, obtenemos como resultado una autonomía total que bordea los 1.000 kilómetros en carretera, lo que siempre supone un plus de comodidad y tranquilidad en viajes, en el sentido de que uno se detiene cuando lo considera oportuno y no por la urgencia de repostar.

Con la batería agotada, de acuerdo con la información del cuadro de instrumentos, el consumo medio es inferior a 6,5 litros/100 km, y en ciudad podemos presumir que será nulo prácticamente siempre para cualquier usuario que disponga de un punto de carga (y haga uso de él).

Para conseguir una autonomía eléctrica tan sobresaliente, Mercedes ha recurrido a una batería mucho mayor de lo acostumbrado en la mayoría de los PHEV. De hecho, con 25,4 kWh de capacidad bruta, supera a la de algunos eléctricos puros como el Fiat 500e o el Renault Twingo Electric. Su recarga se puede hacer con corriente alterna a una potencia de hasta 11 kW y con corriente continua a un máximo de 55 kW. Eso sí, para esto último hay que encargar el coche con una opción que cuesta 665,50 euros. 

Una batería más capaz y compacta

La nueva batería dispone de una química de cátodo diferente de la que montaba el Clase C enchufable de la generación precedente y de una densidad energética superior. No solo tiene prácticamente el doble de capacidad (la anterior era de 13,5 kWh), sino que ocupa menos espacio y habilita un área de carga plana, sin el escalón que tanto limitaba antes el uso del maletero. Con todo, este pierde 140 litros con respecto al modelo convencional: pasa de 455 a 315 en la berlina (de 490 a 360, 130 menos, en el Estate).

Además de la batería de 25,4 kWh, el nuevo sistema enchufable incorpora un motor de gasolina de cuatro cilindros y 204 CV y otro eléctrico de 95 kW. La potencia total asciende a 313 caballos que, naturalmente, sobran para que el coche se desenvuelva con brillantez en cualquier circunstancia, considerando incluso el sobrepeso con el que carga esta versión (unos 2.000 kilos) debido sobre todo a la presencia de la mencionada batería.

Con los dos motores empujando, el paso de 0 a 100 km/h se completa en 6,1 segundos y el de 80 a 120 km/h, que simula una maniobra de adelantamiento típica, en 3,8. Ambos datos hablan de unas prestaciones notables y que, en el segundo caso, aseguran la seguridad en una de las maniobras más críticas cuando se circula por carreteras de doble sentido. 

El C 300 e arranca por defecto en modo 100% eléctrico, pero el conductor puede escoger uno híbrido y otro más deportivo, además de uno personalizado. Además, se ofrece una función que permite mantener la carga de la batería a un determinado nivel; se ha suprimido el modo Charge para recargarla utilizando el motor de combustión. En todo momento es posible modificar la intensidad de la frenada regenerativa mediante unas levas situadas tras el volante, salvo en modo Sport, en que sirven para cambiar de marcha.

Dado que el habitáculo de esta versión no es diferente al del resto de los Clase C, salvo por la información y los grafismos específicos propios de un PHEV, nos limitaremos a consignar aquí el refinamiento y la calidad de los materiales empleados en el interior. Solo desentona, en un capítulo puramente práctico, la ubicación del cargador inalámbrico para el móvil y de las salidas USB delanteras, convenientemente colocadas en el interior de un compartimento de la consola central pero cuyo acceso resulta complicado.

El Clase C híbrido enchufable está a la venta desde 63.279 euros en carrocería berlina y desde 64.615 en variante familiar. Aunque abultados, son precios que, como apuntábamos al comienzo, pagan no ya el lujo en sí, sino el lujo de una extraordinaria eficiencia, la de un modelo que cabe considerar sin ambages el mejor híbrido enchufable del momento, o al menos el mejor que ha pasado por nuestras manos.

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