Mi naturaleza sigue siendo la vida, aunque me cuesta reconocerme en este mar de nitratos y de colores turbios.
Sé que no soy la única que se ha visto afectada por el ritmo de estos tiempos, del consumo desmedido, de lo secundario que ha pasado a ser, lo verdaderamente importante.
Por mi arena me habéis paseado, en mis aguas os habéis bañado, de mis habitantes, os he alimentado. Y la calma. La calma de mis aguas. Siempre tuve la suerte de ser un mar único y, no por ello, falto de caballitos de mar con los que jugar en vuestra infancia.
Muchos estáis luchando por mí, por recuperarme, por reivindicarme. Otros en cambio, os pasáis las culpas, en un intento de convertirme en un argumento político, cuando soy una razón en mí misma.
Mar para unos, laguna para otros.
Soy un espacio habitado, dador, sensible y cohesionador de toda una Región, que me mira asombrada por lo que fui y lo que ahora soy.
Yo nunca quise dejar de ser agua salada, serena y transparente.
Supongo que a vosotros también os pasa. Que la vida a veces os enturbia y os confunde alejándoos de vuestra verdadera esencia.
En mis orígenes fui independiente de vosotros. Era feliz con mi propia vida interna, repleta de peces y plantas marinas. Cuando empezamos a cohabitar, me fascinó la gran especie que sois, tan llena de potencial. Para lo bueno. Y para lo malo.
A veces me hubiera gustado ser más brava para devolveros toda la suciedad con la que me habéis ido quitando el oxígeno. Pero esa no es mi naturaleza.
Ahora sé que nos necesitamos para salir de ésta. Y ya no hablo sólo de mí, hablo de todo un ecosistema que os grita desorientado. Necesitamos reaprender a convivir. Necesitamos volver a darnos el valor y el lugar, en este mundo compartido entre tantas especies.
Ojalá, algún día, volváis a mirarme limpia y eso nos ayude a redescubrir nuestra paz. Juntos.
Siempre os guarda…
Mar Menor