...¡No hay dos sin tres!

José Luis Ramos Romero

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Y para hacer bueno el dicho de que “no hay dos sin tres”, varios/as aspirantes al Trono tuvieron su entrada esta noche de viernes.

Comenzó la gala el pianista cordobés Juan Antonio Sánchez de la Torre, que vino acompañado para la ocasión con un cuarteto formado por percusionista, voz y palmero, y la sabiduría de Niño Seve a la guitarra. Arrancó por Taranta, suave, sin estridencias, meciendo el compás sin alterarse. Mostró cualidades el cordobés en sus maneras, alternando los tercios con mucho compás. Remató con el grupo que entró en el último tercio. Muy bien. Ya, para su segunda intervención, interpretó Bulería, y aquí sí acompañada desde los inicios por su combo, cuadrando compás en todo momento. De destacar, una vez más, la voz femenina que animo la melodía. Muy bien. Aplausos. Es uno de los finalistas para el Filón 2018.

Siguió la primera sorpresa de la noche en la voz de la cantaora onubense Rocío Belén Cuesta, que subió al escenario acompañada de Rosendo Fernández, guitarrista oficial del Concurso. Comenzó con Levantica y Fandango Minero, otra de esas hibridaciones levantinas que gusta a los aficionados. Es su voz muy personal, de registro alto, rayando el límite, pero su clase y conocimiento la hacen resplandecer en su tono. A su lado, Rosendo la sigue de cerca sin exhibirse, quedo, con las notas justitas en su sitio para el lucimiento de su principal. Muy bien ese remate por Levantica que provocó aplausos del respetable. Para su segundo cante eligió Caracoles, aquello de “Cómo reluce, cómo reluce”. Estuvo fenomenal en melisma y aguante, y de nuevo la sabiduría de Rosendo que apretó en su tercio, desgranando notas bellísimas. Muy bien. Aplausos.

Otro cantaor a escena. Francisco Escudero Márquez “El Perrete”, de Badajoz, al que le acompaña Rosendo Fernández al toque. Comenzó por Taranta, afinando. Es su melisma muy florido, lírico por tiempos, manteniendo el hilo de la armonía. Pero también su cante es muy  personal, distinto, si me permite, lo que añade riqueza a su interpretación Muy bien ambos. En su segundo cante interpretó Tangos, y de qué manera. Muy bien. Escudero subió pa tó lo alto, dominando el melisma, muy templado. Y Rosendo a lo suyo, exhibiendo poderío ante su cantaor. Muy bien. Aplausos merecidos. Es finalista con sus dos cantes.

Llega el hombre. Y nos dejó pasmaos. El cordobés Hugo López Luque se subió a las tablas del Mercado de La Unión acompañado de dos guitarras -Víctor Márquez “Tomate” y Alejandro Moreno- y dos cantaores. Poderosa figura la de este bailaor. Flaco y garboso, pero se mece como junco en el cañaveral, a ratos brioso y en otros manso interpretando el Taranto. De pies va muy potente, con garra y conocimiento, reventando el encerado. Su combo le jalea y él mete caña. Remató con contundencia. Para su segundo baile eligió Seguiriya y armó la marimorena. Se plantó en el centro del escenario y se arrancó a taconear a compás, a pelo, sin acompañamiento. Y de ahí para delante ya se pueden imaginar. Tremendo Hugo. El público se levantó para aplaudir su esfuerzo y buen hacer. Es uno de los finalistas para el Desplante.

Otra sorpresa de la noche fue la intervención del gaditano José García Vilches “El Petro”, que se presentó con el guitarrista oficial del Concurso, el Bordón Minero Antonio Muñoz Fernández. Viene fuerte para esta su primera vez en La Catedral. Empezó por Malagueñas, suave, templando, demostrando sabiduría en el quehacer aunque se cayera una chispa en el remate. Tremendos. Siguió por Minera con el soporte de los bellísimos fraseos de Muñoz, que está que se sale. Un tanto reguleras en el melisma, si se me permite, lo que no quitó mérito alguno a su interpretación. Muy bien. Luego por Taranta, que la borda por fuerza y entrega, y Antonio haciendo su trabajo como solo él sabe hacer. Y para cerrar nos alegró por Cantiñas, rebajando la intensidad de sus anteriores cantes. Es su cante ortodoxo, formal en modo y fondo, de mucho empaque. Muy bien. Aplausos y jaleo. Es otro de los finalistas.

De nuevo el cante tiene nombre de mujer, y es su primera vez en La Unión. María del Carmen González Vento es joven, escasos 21 años. Llega desde Huelva a competir -ahí es ná- con Cartagenera, Murciana y Levantica, tres de los cantes con más enjundia del terruño. A su vera, Rosendo Fernández, guitarrista oficial del concurso. Canta esta mujer, y domina los cantes de Levante. Claro que hay que trabajar y seguir estudiando, pero su participación en esta semifinal ya da cuenta de su buen hacer. Son los tres cantes muy similares, de melisma y compás semejantes aunque con sus cosicas propias. Y María del Carmen lo hace muy bien, con enjundia y aplomo. Lejanos los platós de televisión que le dieron fama en Andalucía, comienza una carrera en el Cante desde la mejor atalaya que cantaora quisiera. Dará mucho que hablar en años posteriores y diremos con orgullo: “Esta niña comenzó aquí”. Muy bien. Aplausos. Es otra de las finalistas.

Otra cantaora a escena. Llega desde Córdoba y es de nombre Araceli Campillos Muñoz. Le acompaña al toque la maestría de Luis Calderito. Presencia y poder la de esta cantaora, que viste de farales cubierta de mantón. Entró por Cantiñas, y ya mostró su poderío vocal, sin despeinarse, con subidas y bajadas en su torotontrón particular que tanto gustó al respetable. Calderito hizo magia con su sonanta provocando aplausos del público ante su despliegue de falsetas y armónicos. Fantástica esta pareja. En su segundo cante se lió por Seguiriyas, y ahí ya fue el acabose. Qué disparate!! Otra de esas intervenciones que recordaré para todos los siempres. Oigo por el lateral: “...Tiene pellizco!!” Pitos y aplausos para la pareja. Es otra de las finalistas.

La primera guitarra a concurso de la noche. Es un viejo conocido del Concurso, joven pero de mucho Arte y conocimiento. Es su tercera vez en estas tablas pues ya participó en 2014 y 2016. José Marcos Serrato Gómez “Marcos Serrato” se sube al escenario a interpretar Taranta y Malagueña. La Taranta en sus manos cobra vida propia. Usa una técnica depurada, ligera. Sus trémolos son bellísimos, increíbles, de gran pureza. Fantástica su intervención, con aplausos y olés del público durante su actuación. Para su segunda intervención esta vez cambió por Bulería echando el resto... y qué resto. Unas subidas de escalas muy complejas, casi marcianas, que Serrato defiende con gran maestría, a compás. Espectacular. El público, en pie, lo despidió con olés y aplausos.

El cante grande de María José Ruíz Morales “María José Carrasco” llena el foro del Mercado. Viene de Sevilla, de la mano de Antonio Muñoz, a competir con Minera, Cartagenera, Taranta, Seguiriya y Cantiñas: casi ná. Es su presencia notable, pues su apariencia despitá un poco a los ortodoxos pues parece más una corista de “Hair” que una cantaora de enjundia como lo es, y seguramente sea parte de su personalidad, que demuestra en el cante, con poderío. Así se paseo por todos los cantes como Pedro por su casa, luciendo melisma, palmito y compás, mucho compás. En las Cantiñas desdobló el temple formal y se lo llevó a su terreno; en la Minera demostró conocimiento, que repitió en la Cartagenera; la Taranta, de escándalo; y en la Seguiriya echó lo demás. A todo esto, Antonio a su vera, aupando a la sevillana en todo momento, dejándola brillar en su Arte. Muy bien. Aplausos. Es finalista.

De nuevo el baile a escena. Y tiene nombre de mujer. Mónica Iglesias García viene de Madrid acompañada por guitarra, dos cantaores y palmero. Comenzó con el sacrosanto Taranto, pasito palante, pasito patrás. Muy austera en sus modos, pausada en sus inicios que revienta con ese taconeo racial. Y una vez despierta el alma, emerge la furia. Espectacular. Nada más que decir, y como diría aquel: “A pocas palabras bastan”. Pero todavía quedaba su segundo baile. En este caso escogió la Caña para completar su intervención. Y ahora sí que armó la marimorena. Válgame!! Plantá, de bata de cola negra en medio del escenario, hace sonar las postizas que repican entre sus dedos furiosas. Se mueve entre las tablas y estira los brazos. Comienza el acompañamiento... Y la fiesta!! manejo de cola, piernas, brazos, esas manos... Un disparate, con el combo a todo lo que daba la máquina. Y ella, señora y dueña de nuestros ojos, de nuestra alma. Tremenda. El público en pie ovacionó el esfuerzo de la bailaora. Es la única finalista del premio Desplante femenino.

Turno para el cante, y es otro hombre llegado desde Badajoz el que se sube a las tablas. Francisco Manuel Pajares Carmona (Melón de Oro 2016) viene con Mineras, Cartagenera, Fandango Minero y Levantica, Fandangos de Lucena, y Soleá. Lleva a su zurda el toque de Juan Manuel Moreno. Otro que sabe, y mucho. Arrancó por Fandango Minero y Levantica, sin prisas, dándose aire al pairo de su tocaor, que se luce en las falsetas y dominio de su herramienta. Muy bien. Siguió por Fandangos de Lucena, sin despeinarse, luciendo voz y sapiencia. Muy bien. En la Cartagenera estuvo sobrio, en su sitio. Con la Minera se ciñó a la ortodoxia de su guitarrista, con una entrada al tercio bellísima, y aquello de “... si la canta Encarnación con su pare a la guitarra” Aplausos del público que agradeció la copla. Y para remate, una Soleá de aúpa, sentía, de corazón. Se oyen los olés al fondo del Mercado. El público en pie despide a la pareja entre aplausos y olés. Según el Jurado no ha sido merecedor de estar en la Final. En fin...

De nuevo la guitarra a escena. Y otra vez se sube a este escenario Agustín Carbonell “El Bola”, guitarrista flamenco de reputada sapiencia que ya estuviera en 2016 compitiendo por el Bordón, un año en que se declaró desierto el premio. Trae Mineras y Bulería para esta ocasión. Academicismo contra populismo; saber popular frente la academia. Y Bola es Arte en esencia, heredero de estirpe y linaje. Con la Minera calentó sin aspavientos, demostrando su quehacer en la copla levantina. Muy bien. Y ya, en su segundo toque, la Bulería, echó el resto, con furia, con mucho entendimiento del cante festero. Y una vez más la alzapúa del madrileño marca las distancias, esa garra natural que despliega sin concesiones ante el respetable. Espectacular. Es finalista para el Bordón Minero.

La semifinal acabó con la participación del cantaor Manuel Campos Romero “El Chato”, que se subió a las tablas con Rosendo Fernández al toque. Comenzó con Tangos por Soleá, o así presentó el cante. Vaya un vozarrón que exhibe el gaditano; cuánto poder en su garganta. Es su cante popular, terrenal, con reminiscencias de antaño, y eso lo agradece el respetable. Muy bien. Siguió por Seguiriyas maracando la diferencia, que resolvió por cabales. Voz jonda y amaestrá la que luce, con Rosendo al quite en todo momento. Muy bien. Para rematar, unas bulería que estuvieron flojeras, muy de fiesta, pero que dada la hora y el escaso público que todavía continuaba en el Mercado sonaron deprisa y corriendo. En general una actuación muy respetable.

En conclusión, y para definir un poco la noche, asistimos a la furia del baile de Mónica y de Hugo, soberbios ambos; el bautizo de la cantaora María del Carmen González Vento; el coraje y la enjundia de Araceli Campillos, y la personalidad de María José Carrasco; las guitarras de Serrato y El Bola; y la actuación del finalista al Filón de Oro, el pianista Juan Antonio Sánchez de la Torre.

Cuando lean esta crónica ya habrá terminado todo. Habrá nuevo rey o reina de la Lámpara Minera. Se apagarán los focos de la Catedral del Cante y los premiados comenzarán su año de reinado. Suerte para todos y todas.