'El día que nací yo': la historia de un maestro republicano cartagenero represaliado

Entre los horrores que nos dejó la guerra civil de 1936 se encuentra, además de los millares de personas que perdieron la vida por su culpa, la imagen tristísima de quienes quedaron con el alma devastada y que tardaron años en recuperar (o no recuperaron) su buen nombre y su dignidad pública. Por ejemplo, los maestros, objetivo prioritario de la saña de los vencedores.
En este libro, que es un trabajo de reconstrucción biográfica en formato de novela, se recupera la historia de Enrique Piñana Segado, un hombre íntegro y cabal, maestro en la Cartagena republicana, profundamente cristiano, arrollado por aquel tsunami de calumnias y rencor, que intentó derribarlo y aniquilar su espíritu, sin que jamás se resignara a aceptarlo. Una novela conmovedora, que nos muestra hasta dónde puede llegarse con la verdad, la rectitud y la dignidad como banderas.
Toma su título de una copla interpretada por Imperio Argentina: El día que nací yo, una canción eterna y ya clásica que formaba parte de una película no menos legendaria. Los lectores de más edad recordarán a sus madres y abuelas cantando las canciones de una vieja película musical, Morena Clara, un filme de 1936, el año de nuestra guerra civil. Es la última película importante de la II República y un hito en la historia del cine español. Y la letra de la canción es verdaderamente oportuna para relacionarla con la historia que se cuenta en la novela.
La autora
Ana María Alcaraz Roca es también una maestra cartagenera que ha tenido la suerte de poder desarrollar su labor pedagógica en tiempos de democracia y de paz, al contrario que Enrique Piñana, el desafortunado protagonista de su novela, un maestro que sufrió tiempos convulsos de guerra y dictadura. Nacida en Cartagena en 1960, lleva varios años publicando libros. Los primeros fueron de poesía: Entre el cielo y el agua, de 2001, Cuatro romances y una leyenda, de 2008 y La cara oculta de la luna, de 2019, no sabemos si tendrá que ver poco, mucho o nada con el disco homónimo de Pink Floyd. En otro momento dio el salto a la novela, con tres títulos: No crecieron rosas sobre sus tumbas, de 2007, Sirenas en la niebla, de 2016 y este último El día que nací yo, de 2024 y publicado por la editorial Murcia Libro.
La represión de los maestros de la II República
Los maestros de la II República fueron luchadores comprometidos contra el atraso y la incultura y fueron, durante y tras la guerra civil, perseguidos, encarcelados, torturados y asesinados por el régimen franquista por defender la causa más preciada de la II República: la enseñanza. El objetivo de acabar con el progreso educativo y cultural fue fundamental en la insurrección fascista tras el golpe de estado del 18 de julio de 1936. Por detrás de los asesinatos, de la crueldad, el dolor y el miedo, existía la política del franquismo: una campaña sistemática de erradicación de la política educativa y cultural de la República.
Se habla de una cifra de 60.000 maestros republicanos depurados por las leyes franquistas. Cientos de ellos fueron fusilados en todo el territorio español. Y fueron sustituidos en las aulas por militares afectos al régimen y con escasísima formación, con lo que la calidad de la enseñanza descendió considerablemente. Hay al menos dos estudios importantes sobre esto: Maestros de la República, un libro de 2006 de María Antonia Iglesias, y después, Maestras de la República, un documental de 2013 realizado por Pilar Pérez Solano. Porque también a las maestras republicanas se las hizo desaparecer del mapa y con especial saña.
Aterrizando en Cartagena, Enrique Piñana Segado fue un maestro y poeta nacido en Cartagena en 1909. Obtuvo plaza de maestro en 1934, mismo año que contrajo matrimonio con Rosario Sánchez. Destinado en Vertientes, un pueblo del altiplano granadino, en 1936 fue llamado a filas, prestando servicio en el ejército republicano como soldado escribiente en el Centro de Reclutamiento de Murcia. Detenido por el bando franquista en 1939, fue enviado a Cartagena, donde permaneció recluido en la cárcel de San Antón hasta obtener la prisión atenuada unos meses más tarde. En 1942 sufrió una doble desgracia: su esposa falleció a causa de la tuberculosis y fue expulsado del cuerpo de maestros. Al año siguiente, un Consejo de Guerra lo sentenció a 12 años y un día, pena que fue reducida a la mitad.
Un juicio sumarísimo a un inocente que no tenía delitos ni de sangre ni de otro tipo: su crimen fue solamente haber escrito tres sonetos satíricos durante la guerra civil y ser considerado un maestro rojo. Tras la estancia en la cárcel, estuvo trabajando como pintor en la Empresa Nacional Bazán, después como administrativo y tardó muchísimo en poder recuperar su puesto de trabajo, lo que aconteció en 1959. Esto le permitió retomar el ejercicio de la enseñanza pública aún durante 15 años, hasta su jubilación. El 27 de noviembre de 1978 falleció en su ciudad natal.
De la tesis doctoral a la novela
La autora de la novela ha seguido la estela de la nieta del maestro republicano, Belén Piñana, quien hizo su tesis doctoral en 2012 sobre la obra poética de su abuelo Enrique Piñana, y tenía el deseo de que alguien pudiera escribir su historia en forma literaria, para que la vida de este maestro se contara como un acto de justicia, de reparación y de verdad.
Y para trasladar todo eso a la estructura de una novela, Ana María Alcaraz Roca, dudando entre echar mano de un clásico narrador omnisciente o utilizar una primera persona, optó finalmente por poner la voz narrativa en un personaje abstracto que es el Tiempo. El Tiempo se convierte en un narrador que solo obedece a su superiora: La Muerte. Y con esta fórmula tan ingeniosa ha resuelto la autora la cuestión de la voz narrativa elegida. La novela, que se abre con un introito y un breve capítulo inicial que lleva por nombre El Armario y tiene lugar en 1990, once años después de la muerte del protagonista, cubre todas las etapas de la vida del biografiado: Los años de fe y esperanza, desde 1909 hasta 1928; Los años de ilusiones, la docencia y el amor entre 1928 y 1936; el capítulo de la guerra civil de 1936-1939 se titula Caminando por el borde del precipicio; los duros años de posguerra se acometen en un capítulo titulado El largo periplo: años de miseria y desdichas, que transcurren entre 1939 y 1945; el periodo transcurrido entre 1945 y 1959 nos habla de la reconstrucción de su existencia y un epílogo marca la etapa final entre 1959 y 1979.
Una portada simbólica
La propia Ana María Alcaraz Roca confesó que es autora también de la idea original de la portada, ejecutada mediante inteligencia artificial. Una galería de dos puertas se abre al horizonte; un maestro cabizbajo y solitario contempla desde lo alto de ese balcón un pueblo en ruinas abajo en el valle, y en el fondo un convulso atardecer con nubes de un inquietante rojo, amarillo y morado: los colores de la bandera republicana. Una imagen con fuerza, con melancolía y con tristeza. Es la estampa de un perdedor, el trasunto de una larga y vieja derrota. La imagen de la contraportada tiene la autoría de otra de las descendientes del autor: Alicia Torres Piñana
Aunque este libro es la historia también de una recuperación, de un ejercicio de resiliencia y de cómo un represaliado por el franquismo pudo superar el exilio interior al que fue condenado aquí en la ciudad de Cartagena, nos quedamos con la imagen de un Enrique Piñana que en plena debacle personal y profesional en los años cuarenta canturreaba de forma continua y para consolarse el estribillo de la copla que da título a esta historia: El día que nací yo / qué planeta reinaría /por donde quiera que voy / qué mala estrella me guía
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