La presente edición de Jazz San Javier ha programado varios conciertos cuyos protagonistas son músicos cubanos afincados en España y Europa y ellos no han desaprovechado la ocasión para reivindicar la libertad que el pueblo cubano espera desde hace poco más de 60 años. Piden ese comportamiento de sus políticos, pero también insisten a todos los países para que fuercen el cese del bloqueo que Cuba soporta desde entonces. Lucrecia, durante su concierto en la Plaza de España de San Javier, no ha sido una excepción. Pero ha añadido una plegaria: Que esa libertad llegue cuanto antes, porque su pueblo no puede soportar mucho más tiempo esa situación. Añadiría aquel refrán que en este caso es muy adecuado: “No hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo resista”.
Sentimientos muy personales que en Cuba -y a tenor de lo presenciado hasta ahora-, se extienden a toda su población; la que aún vive allí y la de los que un día decidieron abandonarla por diversas razones sin perder ese sentimiento. Pero al margen de ello, Lucrecia y su banda llegaron de nuevo a Jazz San Javier para transmitirnos su fuerza y alegría musical. Lo indicó antes de comenzar a cantar: “Me encanta Jazz San Javier. Me encanta esta población y su gente. Ustedes tienen en este festival un tesoro enorme que deben cuidar porque su prestigio es internacional”. Sinceramente, uno cree que no hay que añadir nada más.
Pero metidos en materia, la Lucrecia que vimos en la noche de este domingo también atesora esa alegría y personalidad que sabe contagiar al público de sus conciertos. Es un terremoto de música y fuerza humana que arrolla, muy positivamente, a todo aquel que se le arrima. Y así ocurrió durante la poco más de hora y media, en la que nos presentó buena parte del reciente disco publicado, Lucrecia de Mil Maneras, y que ha escrito a lo largo del confinamiento de 2020.
'Familia Lucrecia' iniciaba la lista de 14 canciones que conformó su nueva visita a San Javier, para continuar con 'Latinoamericando voy', un combo increíble; una creación del bajista Robin Reyes titulada 'Bajando una subida' y culminar esta primera parte con una letra de Mireya Hernández, quien le pidió que la musicara, titulada 'Canta Celia canta', obviamente dedicada a la gran Celia Cruz la Reina indiscutible de la música caribeña y a la que ambas profesan auténtica adoración.
La plaza registraba un lleno total, siempre teniendo en cuenta las medidas de seguridad que hay que observar por la pandemia y como se puede apreciar en una de las fotos de Goio Villanueva. El recinto contó con unas 140 sillas en el que hasta la llegada del coronavirus se instalaban 400, pero los bancos públicos y las terrazas de alrededor albergaban a todos los aficionados posibles que se acercaron a disfrutar de la música que ofrecía Lucrecia y su banda, conformada por el pianista Félix Ramos; el contrabajista y director del grupo Robin Reyes; Bárbaro Torres se encargaba de la batería y percusión; y un dúo de metales, Guillermo Calliero en la trompeta y el saxofonista Jimmy Jenks, que mantenían la tensión musical necesaria (en otras piezas, la intimidad del momento) para que todo se compactara bien.
Un segundo momento del concierto estuvo plagado de muy buenas sensaciones musicales, de sentimientos a flor de piel de una Lucrecia a la que se le quiere, y muchísimo, en este festival y por este público. Canciones de su repertorio más entroncado con sus recuerdos y comienzos como 'Madrecita' (que en el nuevo disco y por medio de las técnicas interpreta con la voz de Antonio Machín), 'Dos gardenias', la canción de Isolina Carrillo “por la que, recordó Lucrecia, yo soy cantante (Isolina era amiga de Machín y Celia Cruz)”, y continuar con una canción compuesta por la propia Lucrecia titulada 'Ya llegó la pasión'.
El público estaba deseoso de salir a bailar, pero las normas del Covid no lo permiten y, como el día anterior ocurriera con la banda de Iván 'Melón' Lewis, apenas se sujetaba en su localidad asignada. Por ello, Lucrecia calmó un “poquitico” el ambiente acompañándose ella misma al piano 'Perdón por la nostalgia' que, con la participación de nuevo del grupo, culminó con 'La noche de la iguana'; ambas piezas son el comienzo y final de la banda sonora de la película documental 'Balseros', nominada a los Oscar 2001. Y otra clásica 'Quizás, quizás, quizás', que dedicó al que ha sido hasta ahora el director de Jazz San Javier, Alberto Nieto. Un apoteósico y unánime aplauso llenó la plaza de España de San Javier, en reconocimiento no sólo a su calidad musical y humana, sino a la labor que Lucrecia lleva a cabo por su pueblo cubano con hechos que dan testimonio de ello.
Y bueno. Había que recuperar el buen ambiente festivo que nos proporciona la rumba, el mambo o el chá-cha-cha o, como desafió Lucrecia, “vamos a guarachar un poquico”. Y vaya si se guarachó. 'La Cuba mía', creación de Emilio Aragón que Lucrecia incluyó en su disco 'Cuba' nominado a los Grammys de 2009; 'Coquini coco', una anécdota sobre un pregón que conoció Lucrecia en un pueblo de Girona, o nuevo recuerdo y homenaje en la canción 'Yo viviré junto a Celia Cruz' de su disco 'Dios disfrute a la Reina'.
La plaza se venía abajo ante el clamor y aplausos de los asistentes. Lucrecia se mostraba muy cariñosa y simpática con “su gente”, a la que sabe cuidar en cada momento, que le pedía más. Y se lo dio con 'Mi gente', para culminar una actuación de lujo a la que siempre que ha visitado este festival, nos tiene acostumbrados.
En resumen, noche auténticamente veraniega en Jazz San Javier que estuvo engalanada por la simpatía y buen hacer musical de la cubana, afincada en Barcelona, Lucrecia y su grupo. Una joya del Caribe a la que hay que cuidar y mimar. La próxima cita también será el segundo concierto gratuito, en la explanada Barnuevo de Santiago de la Ribera, con Pepe Rivero Trío, el violinista Raúl Márquez y la voz invitada de Enrique Heredia 'Negri'. Otra jornada de música cubana, pero no exclusivamente. Les contaremos todos los detalles que se produzcan. No pierdan este hilo.