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La premonición cumplida

Derrota de Ucam CB Murcia en el último segundo

Pedro Serrano Solana

Murcia —

Los partidos de baloncesto comienzan a jugarse en nuestra cabeza. Todos -aficionados, jugadores y, especialmente, entrenadores- pronunciamos en voz alta el nombre del próximo rival e inmediatamente visualizamos el panorama que nos espera, o el que esperamos que nos espere; dibujamos jugadas en nuestra mente, prevemos las dificultades que nos vamos a encontrar y nos imaginamos cómo es probable que discurran los minutos hasta la bocina final. Luego, en la práctica, puede ser que nos equivoquemos: puede que todo vaya mucho mejor, o puede que vaya mucho peor, pero también puede que sea justo como lo habíamos previsto. Y en ocasiones, como contra Obradoiro, esto último resulta especialmente desagradable.

Ibón Navarro avisó. Según el entrenador del UCAM Murcia, el partido contra los gallegos sería largo y duro. Dijo que no hay otro equipo en la ACB que juegue como Obradoiro, y aún más: afirmó que, en su planteamiento táctico, el duelo ante los de Moncho Fernández era más complejo todavía que enfrentarse al Barça, rival al que Murcia derrotó el domingo pasado a domicilio. Por lo que conocemos al técnico vasco, en ningún caso trataba de poner la venda antes de la herida; Ibón Navarro elude la excusa que se genera de manera implícita al distinguir entre partidos difíciles, y que, por tanto, ‘se deben perder’, y aquellos que te enfrentan a rivales más asequibles y que en teoría ‘hay que ganar’. Para él, todos se deben pelear y en todos hay que ir a por la victoria.

Pero lo cierto es que, aun sabiendo de las dificultades que tradicionalmente ha planteado Obradoiro al CB Murcia, las victorias que le ha arrancado y lo complicado que se preveía este partido, en el fondo todos esperábamos un triunfo que sirviera para colocar debajo del equipo rojiblanco la línea que separa a los ‘equipos coperos’ del resto del ‘pueblo llano’. Craso error. Teniendo a Moncho Fernández delante, las premoniciones se suelen cumplir. Jugar contra su equipo es como correr por la arena de la playa con el viento en contra, con una piedra dentro del calcetín, con las cordoneras de los zapatos atadas entre sí y cargando un par de bombonas de butano. Usando una expresión inglesa, es un ‘pain in the ass’.

El ‘dolor en el culo’ pudo ser menor si se hubiera tenido algo más de acierto desde el perímetro -si la tripleta Oleson-Benite-Urtasun hubiera funcionado como de costumbre, o si los ala-pívots murcianos hubieran lanzado mejor desde el 6’75-, porque, hay que reconocerlo, el CB Murcia no jugó tan mal partido como en un primer momento pudiera parecer: su defensa fue buena en líneas generales, logró recuperar balones y capturar más rebotes ofensivos que su rival gracias a su deseo e intensidad, pudo tener más tiros y, al final, rozó la victoria con sus dedos. La tuvo muy, muy cerca. Ahora bien, tampoco hay que ocultar que Obradoiro impuso su ritmo y dio la sensación de llevar la batuta prácticamente en todo el partido, que el equipo rojiblanco tuvo -y tiene- un problema claro en el puesto de ala-pívot, y que el porcentaje murciano en tiros de campo sigue siendo paupérrimo.

Si miramos los números del UCAM Murcia – Monbús Obradoiro, todo quedó bastante equilibrado salvo el rebote ofensivo y la cantidad de tiros de campo, que como ya he dicho, fueron dos registros claramente favorables a los locales, y el porcentaje de acierto en tiros de 2, que decantó la balanza por el lado gallego: un 31% para Murcia por un 45% para Obradoiro. Murcia también tuvo mejor porcentaje de tiros libres, pero al final ambos equipos terminaron anotando casi la misma cantidad (17 por 18).

De ese modo, el partido y la victoria se resolvió con 4 puntos seguidos de un jugador que no había anotado nada hasta el último minuto del choque, David Navarro, y que, estando más fresco, pudo superar a un Oleson ya muy desgastado físicamente en defensa. De David Navarro fueron dos tiros libres fundamentales, y suya fue también la penetración y el mate decisivo, casi sin oposición y sobre la bocina final. Antes de que Obradoiro pusiera en balón en juego en la última jugada, todas las miradas se dirigieron a Matt Thomas, el máximo anotador del equipo, pero Moncho nos engañó. Esto sí que no lo habíamos previsto.

Si descendemos en el análisis a los nombres propios del equipo murciano, hay que destacar el gran partido de Marcos Delía, así como los buenos minutos que dio un quinteto formado por cuatro pequeños y el pívot argentino, con Sadiel Rojas encargado de jugar de ‘4’. Y con ello, además, volvió a evidenciarse el problema que tiene el CB Murcia en el puesto de ala-pívot y los desequilibrios que genera, sin Antelo y sin Radovic, mostrando unas carencias de las que dio buena cuenta Moncho Fernández: Llovet, el propio Radovic, Pustovyi y hasta Bendzius sacaron provecho.

Por otro lado, en algunos momentos Benite y Hannah ayudaron a dinamizar un poco el farragoso ataque local, mientras que Kloof, Oleson y el propio Rojas se hicieron de nuevo grandes en la defensa. Del lado negativo destaca una vez más Ovie Soko, al que su entrenador defendió airadamente en la rueda de prensa postpartido, pero al que el propio Navarro sentó a falta de 7 minutos para el final del tercer cuarto y ya no volvió a poner en pista. El alero británico lanzó mal de tres y de dos, estuvo lento en defensa y cometió faltas personales incomprensibles. Tampoco fue el día de Urtasun, Tumba se quedó a la sombra de Delía aunque aportó lo que pudo en el tiempo de que dispuso, y Faverani parece no tener todavía hueco en la pista.

Con un balance de 3-4, la situación que le queda al CB Murcia en la Liga Endesa no es mala, ni mucho menos: está 11º clasificado, a una victoria del 7º puesto y 3 por encima de las plazas de descenso. El próximo partido de ACB que disputará será el sábado en la pista de Burgos, equipo que aún no se ha estrenado y que carga con un 0-7. Sin embargo, antes deberá afrontar un choque muy importante para sus aspiraciones en la BCL: el miércoles en el Palacio ante el Pinar Karsiyaka de Scott Wood. No hay tiempo para llorar sobre la leche derramada, porque el balón no deja de botar.

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