Putochinomaricón cierra la noche del sábado del festival Warm Up de Murcia. Chenta Tsai se expresa con la misma candidez, claridad y crítica afilada que manifiesta en las letras de sus temas tecnopop. Este músico, arquitecto, instagramer e influencer, que acaba de pasar por el programa Fama para dar una masterclass, está dispuesto a cerrar la noche por todo “lo alto” en el escenario Up.
Tsai, quien al hablar de sí mismo ha puesto de relieve temas tan poco comunes en la música como el racismo, se trae a Murcia su básico de humus precocinado porque “a veces en los festivales sólo hay patatas y chorizo y yo soy vegetariano”.
¿Antes de actuar en el Warm Up habías estado en Murcia?
Ésta es la segunda vez, vine Somnofest hace dos meses. La verdad es que estaba flipando con la energía, aunque sé que es algo muy cliché decirlo como artista. Tengo tantas ganas de ir a Murcia, sobre todo para escuchar a Amaia por fin.
¿No sientes entonces ningún prejuicio hacia la música más mainstream?mainstream
Soy violinista profesional. Me licencié hace ocho años y en grado medio fui a la prueba tocando La leyenda de Wieniawski y cantando Heat of the Night de Aqua y es un poco ese casamiento entre alta y baja cultura. En ese sentido no soy para nada clasista ni purista, siempre me han gustado esas pluralidades.
¿Cómo decidiste hacer música? ¿Fue una decisión difícil?
Sí fue difícil porque estás construyendo algo a base de la nada. Esto a la vez te facilita porque no existen referentes. Por ejemplo, en el primer EP me decanto mucho por la música muy chicle pop y ahora estoy experimentando con un montón de estilos porque siento que esta idea de género no solamente es de identidad, sino que está desapareciendo.
Creo que la gente empezó a conectar con mi música cuando empecé a ser auténtico conmigo mismo, pero al principio escribía canciones de mierda, fomentando el amor romántico y todo eso y no me había enamorado en aquel momento y era ¿de qué estás hablando? Ahí descubrí la falta de artistas racializados en el panorama nacional musical. Nunca se me había ocurrido cantar una canción sobre el racismo, aunque sean 20 segundos al final.`Putochinomaricon´ fue la primera canción que escribí y dije `mira, éste soy yo´. No la escribí desde una intención política, sino que quise retratarme y ser auténtico.
Mucha gente me cuestiona si lo hago intencionadamente, pero somos territorios políticos: si eres mujer o discapacitada o disidente sexual al final estás haciendo política. Cuando escribes sobre racismo no es que lo hagas intencionadamente, es que es tu día a día. Mi mundanidad y cotidianidad están impregnada de estas políticas de identidad porque es muy intrínseco a nuestra existencia.
¿Entonces dirías que experimentas racismo de una manera cotidiana?
Yo creo que sí y no es un caso aislado y creo que todas lo vivimos. Todas compartimos una historia de ser oprimidas por este sistema heteropatriarcal, racista, etcétera, y eso algo que descubrí a posteriori y es que la gente conectaba con el mensaje, aunque no fueran personas racializadas. De todo el proyecto me quedaría con eso, el intercambio de experiencias vitales entre todas más que la música per se o la performance. Haber conocido a toda esa gente que te hubiera gustado tener al lado cuando no tenías referentes.
¿En qué estás trabajando ahora?
Ahora mismo estoy obsesionado con exponer la miseria humana. Mi EP se llama así, Miseria Humana, y habla sobre el último día del mundo, es decir, se va a acabar el mundo y sales de fiesta , una idea súper de los años 2000. Me hace mucha gracia la idea de la discoteca como un templo donde todo se soluciona. Todavía siento que volcamos mucho nuestro esfuerzo en cantar canciones relacionados con el amor romántico y luego escuchas a gente como Nicki Minaj que canta sobre cuestiones irreverentes o banales y te sorprendes. Sería como traducir esta idea al español.
En tu propio nombre como músico y en tus letras se ve que te apropias de los insultos.
Mi nombre nace de una práctica que ya tiene un arraigo histórico que es la teoría Queer, es decir partir tu identidad de algo que te vulneraba o te hacía sentir mal, inferior o pequeño. Se trata de empoderarte desde esa filosofía, aunque entiendo que no todo el mundo pueda empoderarse así. Hay mucha gente que cuando le llamas maricón le duele y tenemos que ser conscientes de ello. A mí sí que me empodera llamarme Putochinomaricón.
Reivindicas mucho el uso de la red social Instagram, a pesar de que en principio parece un formato que hace vendernos como si fuéramos marcas en Internet.
Totalmente. Ahora se están creando colectivos desde Instagram y me parece alucinante. En Instagram puedes aprovechar un formato que se suele utilizar de manera muy banal como una herramienta de resistencia política. Se trata de hackear espacios normativos para tejer otros diálogos, otras narrativas porque al final la ciudad y los espacios virtuales no han sido diseñados para nosotras ni por nosotras. Por eso me encantan cómo están hackeando el formato de Instagram para crear otras redes y utilizar Instagram como una contratecnología.
Eres un apasionado de la estética kitsch.kitsch.
Estoy explorando lo kitsch en Internet, no sé si has escuchado la frase `he llegado al lado raro de internet´ y estoy justo experimentando ese ambiente que te hace sentir como grima, te remueve los intestinos, pero a la vez te gusta. Va a explotar una nueva estética dentro de poco que es como un kitchness horror vacui de Internet.
¿Preparado para la noche del sábado en el Warm Up?
Toco a las 4.30 de la mañana, un horario bastante inhumano. He restructurado el set. Iba a preparar tres baladas, pero pensé que la gente iba a ir tan borracha a esas horas que solo quiere música elevada y además cierro, así que tengo que cerrar a lo alto.