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Artistas en pandemia

Salvador Torres: “La catástrofe no es la situación, sino que no se reaccione”

Salvador Torres en su estudio

José Alberto Bernardeau

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Un par de meses antes de que la alarma se hiciera patente, al afectar directamente a los países europeos, Salvador Torres (Cartagena, 1971) exponía admonitoriamente en Murcia bajo el título “Utopías y catástrofes”. Inmediatamente después llegaron los primeros sustos: galerías y salas públicas clausuradas y reaperturadas en función del grado de pánico social y de los picos de alarma de unas y otras administraciones, exposiciones de quince días cuando estaban programadas para meses. Y llegó la frustración, para él un reto: “la catástrofe no es la situación, sino que no se reaccione”.

El pintor se apoya en el pensamiento de Walter Benjamin, sumido éste en las vivencias entre las dos grandes guerras mundiales, para dar un título a su propia visión sobre la crisis provocada por la pandemia, sobre la que le preguntamos por los efectos en su trabajo y en sí mismo. Salvador Torres alude comparativamente a la advertencia del filósofo de la escuela de Frankfurt según la cual una situación catastrófica no se debería entender tanto como un problema en sí, sino en cuanto a la reacción de la sociedad ante el propio desastre.

Con obras en el almacén o aparcadas en distintas ciudades de Italia, por donde se mueve últimamente para exponer su obra, le llegó el momento entonces de acomodarse en el propio taller y asistir absorto a los ecos de las subidas y bajadas emocionales que le llegaban en oleadas a través de los medios de comunicación.

Salvador asegura no haberle afectado psíquicamente la pandemia, aunque reconoce cierto cambio formal consecuencia de una mayor reflexión respecto a su pintura, al mismo tiempo que un mayor dinamismo en la producción artística. Se prodigaron entonces los dibujos con los que fue respondiendo a la profusión de ideas que le llegaban durante esos tiempos revueltos, “sin apenas tiempo para llevarlos al lienzo”. Así mismo, añade “los colores se fueron apagando, los paisajes difuminando, los horizontes abrumándose, pero surgieron muchos más detalles de lo habitual, pues me concentraba en las personas y en el mensaje”.

El pintor es autor del ensayo “¿En qué zoo habitamos?, en el que, no por casualidad, aborda la fuerzas que nos atenazan cuando nos enfrentamos al cataclismo. ”Sabemos lo que pasa, pero eso mismo nos paraliza“, subraya, y eso es lo que dice haber pintado durante los peores momentos de la pandemia. Lamenta que no seamos capaces de reaccionar a pesar de la profusión de información que recibimos ”es –cree- como la orquesta del Titanic, que toca y toca mientras aquello se hunde“.

Salvador Torres advierte no tener nada que reprochar respecto a lo que está sucediendo y cómo se está manejando, pero le molesta el egoísmo infantil de quienes ponen en peligro a los demás con su actitud en respuesta a la pandemia, incluida ante las vacunas. “La sociedad se viene abajo y en un instante vuelve el egoísmo. ¿Qué serían capaces de hacer en otras circunstancias más graves?”

Por otra parte, señala divertido que son legión quienes se lo han tomado con humor, como humorístico es de por sí tener que comunicarse mediante videoconferencia, en pleno entorno doméstico, maniobrando todos con la cámara para ocultar los enredos y el normal desorden del inopinado enclaustramiento; eso sí, guardando la dignidad.

Preguntado por sus expectativas de trabajo, indica que, de momento, ya que todo parece volver a la normalidad, las reglas vuelven a ser las mismas. Volverá a llevar a Italia sus trabajos, con la mediación del también artista y comisario Enzo Trepiccione. Cree que, aunque la crisis haya afectado más a los de a pie que a los poderosos, es lo habitual. Se ha producido un reseteo comercial, asegura, aunque teme lo que sucedería ante un aislamiento total como el que evocan las películas de desastres atómicos, con sociedades distópicas capaces de hacer saltar en pedazos toda forma de convivencia.

Y a la pregunta si le gustaría evocar Wuhan como tema de su pintura, responde que no lo haría por temor a equivocarse del lugar donde supuestamente se originó la covid y que tampoco pintaría animalitos, armadillos o microchips, “para no dar pábulo a los conspiranoicos”.

¿Y si te aseguran que todo comenzó en La Algameca? - vuelvo a preguntarle- responde que en ese caso preferiría hacerlo de forma abstracta, más mitológica, con referencias a ícaros que no tuvieran la osadía de volar hasta abrasar sus alas con el calor del sol y a prometeos respetuosos con los atributos de los de los dioses, aunque fuera para dárselos a los hombres. “No se debe jugar con fuego”.

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