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Travestis y fachas

Vengo aquí a argumentar cómo los auges del travestismo y del fascismo en este nuestro siglo tienen algo en común. Y ahora que tengo toda vuestra atención, os contaré lo que quiero en realidad: sexo gratis. Bueno, no: llorar. También quiero que no nos olvidemos de que la vida es lucha y eso es bonito. Sí, así de jipi soy. Llevo desde el domingo con las lágrimas a puntito...

Hace unos años, una persona que conocí (que solo deseaba el bien a los demás) me soltó esta teoría: no somos una humanidad, sino una sucesión de humanidades. Basta un siglo para que las personas que poblamos la Tierra nos renovemos, muertos todos los humanos de la generación anterior. Las transmisiones culturales en algún momento se transforman lo suficiente como para que podamos percibir «la siguiente humanidad». En los periodos de transición «de una humanidad a otra» ─comentaba este señor con andares y nombre de arcángel─ se recolocan los valores y los distintos grupos humanos nos alineamos. Su visión tenía un poco de histórica y otro poco de taoísmo. Nos recuerda que la vida es compleja y que avistar la actualidad, la historia, los distintos pensamientos y las diferentes circunstancias humanas con perspectiva debería servirnos para ir desenmarañando la existencia y ¡mejorarla!

Parece que en este momento, en esta especie de transición entre humanidades, se está generando una serie muy interesante de espacios. Mi madre llama a estos espacios «grupos de acuerdo». Pueden ser lúdicos, de reflexión, de trabajo… y todos suelen responder a uno de los mayores anhelos del ser humano: tener razón. Porque ─como dice mi amigo Ramón─ «tener razón es mejor que follar, tener razón es mejor que drogarse, tener razón es mejor que follar drogao». Cuando tenemos ideas peregrinas, poder sentir que se aprecian, que se debaten de manera constructiva, que hay más personas que piensan igual es muy reconfortante. Además, nos permite actuar basándonos en estas ideas de maneras que no se nos habían ocurrido antes, gracias a que contamos con grupos de apoyo tanto cercanos como a distancia, gracias a que podemos comunicarnos con más humanos.

Además, ese fallo neoliberal con falta de responsabilidad de gobiernos y multinacionales conocido como «la crisis», también impulsa esta búsqueda y conformación de espacios de abrigo. Demasiadas personas somos las que nos enfrentamos a penurias que pensábamos bastante superadas, pues habíamos conocido una cierta tranquilidad, unas sociedades más bien asentadas, pacíficas y prósperas. Pero no, ellos creen que sus horas en el planeta merecen más y que nos tienen que estrujar.

Os hablaba de alineación y de las ultraderechas: en los últimos años se ven posturas más tajantes en líderes, en lo que comunican, tanto en los partidos conservadores y liberales económicos, como en nuevos partidos con programas ideados para acaparar ciertos tipos de indignación. Muchas otras organizaciones se polarizan: la iglesia se vuelve más homófoba, la patronal aprieta más sus condiciones para no perder sus jets o los onvres se creen que están oprimidos, porque ahora no nos callamos cuando hablan. Todo ello son realidades fachas. Es un término más sutil que ‘fascista’, porque corresponde a este momento de «poder blando». Las ultraderechas aprovecharán muchas de estas posturas para canalizarlas y alcanzar poder. Y tenemos que contener lo facha.

Lo facha hoy en día no es solamente ultracatólico. Lo facha hoy en día no son solamente cuatro gatos. Lo facha hoy en día es más sutil que los nazis de su época. Lo facha hoy en día no es tan incisivo como un golpe de estado. Lo facha hoy en día ha vuelto a las urnas. Lo facha hoy en día seduce a personas que tienen necesidades y mucha indignación que canalizar, porque las necesidades y la indignación mueven a la gente.

Os hablaré de alinearse con les travestis: es el momento del amanecer travesti como una fuerza poderosa, que nos recuerda que todes nacemos desnudes y lo demás es postizo (¿por quién te tomas?). Que una persona con vagina vestida de señor es un ser humano con total dignidad. Que cada vez se castiga menos y se celebra más que alguien se pinte los labios al tiempo que se deja la barba. Y que esto es así gracias a las luchas de muchas hermanas, hermanos y hermanes. Esto ocurre gracias a las comunicaciones y a la necesidad de evadirnos del anodino capitalismo, tal y como pasa con los fachas, pero hacia la diversidad en lugar de la uniformidad.

Si queremos que las humanidades venideras no sean restrictivas y coercitivas; si queremos que no se pierdan derechos que tanto han costado para las personas más desvalidas; si queremos vivir en harmonía más allá de lo que pensamos, de dónde venimos, de cuánto tenemos y de qué posibilidades nos ha dado la vida, tenemos que luchar contra lo facha. Y podemos hacerlo en muchos frentes. Podemos asistir a manifestaciones, podemos usar el poder que aún quede en las urnas, podemos hablar con las vecinas de política (no solo de partidos y declaraciones), podemos convivir bien con gente muy distinta a nosotros (eso sí que es revolucionario), podemos hacerle los cuernos a las supuestas normas de género, podemos escribir por todos lados… pero ─sobre todo─ tenemos que convencer.

Convenzamos de que la ropa que llevamos no quita derechos a nadie. Convenzamos de que a quién besamos no le cuesta dinero a los demás. Convenzamos de que educar a la próxima generación no depende de lo que tengamos entre las piernas sino de empatía. Convenzamos de que todos merecemos dignidad sea como sea nuestra piel. Convenzamos de que pensar que una bandera es mejor es hacer de menos a muchos humanos. Convenzamos de que la valía de las personas no yace en su recorrido académico o económico. Convenzamos antes de llegar a las manos, porque los poderosos se relamen cada vez que desde el pueblo nos enfrentamos y si nos llaman violentas ante las cámaras gana puntos el estado de control.

Vengo aquí a argumentar cómo los auges del travestismo y del fascismo en este nuestro siglo tienen algo en común. Y ahora que tengo toda vuestra atención, os contaré lo que quiero en realidad: sexo gratis. Bueno, no: llorar. También quiero que no nos olvidemos de que la vida es lucha y eso es bonito. Sí, así de jipi soy. Llevo desde el domingo con las lágrimas a puntito...