Las reivindicaciones sociales en el deporte femenino están más de actualidad que nunca. La selección femenina de fútbol puede abrir nuevos horizontes. El pasado jueves se desconvocaba la huelga en la Liga F –por la que ya se tuvo que aplazar la primera jornada del campeonato- ya que las futbolistas, los sindicatos y la patronal por fin llegaron a un acuerdo para rubricar un nuevo convenio colectivo. En él se acordó un salario mínimo para las jugadoras de 21.000, 22.500 y 23.500 euros, con variables, de cara a estas próximas tres temporadas. Costó llegar a un entendimiento ya que, pese a que España es la vigente campeona del mundo y el fútbol femenino está –recientemente- considerado deporte profesional, la estructura de muchos clubes de la Liga F todavía no es tan sólida. Intervino hasta el secretario de Estado para el Deporte, quien afirmó que “con el dinero que da el Consejo Superior de Deportes (CSD), igual que se pagan sueldos de los directivos, se pueden pagar sueldos de las jugadoras”.
El fútbol puede abrir el camino para la lucha de otras deportistas. Unas de las que buscan mejorar sus condiciones laborales son las del baloncesto. Según los estudios estadísticos, el deporte de la canasta es el que más licencias federativas de mujeres tiene desde 2009, con 130.000 inscripciones en el último año –un tercio más que en fútbol, aunque seguramente tras el último Mundial aumenten-. Sin embargo, todavía no está considerado deporte profesional por el Consejo Superior de Deportes. Esto significa que las jugadoras no tienen un convenio colectivo que las ampare. El presidente del CSD, Víctor Francos, declaró el pasado mes de julio que “no tengo ninguna solicitud para que el baloncesto femenino se convierta en profesional. Si me llegara podríamos estudiarlo, pero no la tengo. La sensación que tengo es que está cómodamente instalado en la Federación Española de Baloncesto”.
El entrenador Roberto Íñiguez abría recientemente el debate en redes sociales: “¿Por qué el fútbol femenino es considerado deporte profesional y el baloncesto no?, si es el que más licencias tiene y el que más mujeres lo practican”. Parte de la respuesta tiene que ver con cuestiones económicas. El fútbol masculino (Primera y Segunda División), el femenino (Liga F) y el baloncesto masculino (Liga ACB, asociación de clubes) tienen esa etiqueta de profesional por el CSD gracias a la formación jurídica de los clubes –son Sociedades Anónimas Deportivas (SAD)- y a que compiten en ligas privadas. Sin embargo, la mayoría de los equipos de baloncesto femenino de nuestro país no son SAD (algunos sí porque son la parcela femenina de un club masculino) y la liga no es privada, pertenece a la Federación Española. Hace falta más inversión.
El baloncesto lucha por mejoras en sus contratos
En la última década sobre todo, la selección nacional nos ha acostumbrado a verlas casi siempre en un podio con una medalla al cuello y eso ha ayudado a crecer y a crear referentes. Sin embargo, uno de los mayores éxitos se consiguió en 2007 fuera de las pistas, en los despachos, con la firma del primer convenio colectivo del deporte femenino en España. Sólo duró una temporada en vigor. Desde entonces no se ha conseguido volver a rubricar ningún convenio que regule la actividad profesional de sus deportistas.
Ésa es precisamente la batalla en la que se encuentra ahora la AJUB, la asociación de jugadoras que preside la exinternacional Lucila Pascua. Quieren visibilizar el baloncesto femenino y conseguir más y mejores derechos para sus protagonistas. “Tenemos todo el derecho a poder exigir condiciones dignas para poder dedicarnos profesionalmente al deporte. Tenemos todo el derecho a exigir que no haya personas en nuestro entorno que abusen de su poder ni de nosotras, en todos los niveles. Tenemos derecho a estar hartas de todo esto. Las que hemos estado y, sobre todo, las que vienen”, afirma.
Entre sus demandas destaca llegar a un acuerdo para que la temporalidad sea del 100%. Ellas son deportistas a tiempo completo porque más allá de sus horarios de entrenamiento, de viajes o de partidos, enfocan su vida al alto rendimiento (alimentación, descansos y estilo de vida). La liga española es muy corta, arranca este próximo sábado y termina el 20 de abril para los equipos que no se clasifiquen para las eliminatorias por el título. Con un mes previo de pretemporada eso es lo que duran sus contratos, en la mayoría de los casos. Por esta razón, muchas jugadoras en verano deciden fichar por clubes extranjeros (México, Paraguay, Argentina…) para no estar tanto tiempo paradas y para generar más ingresos. Pero eso también conlleva renunciar a vacaciones o tener riesgo de sufrir una lesión.
Más puntos a tratar de cara a un esperado convenio colectivo es el de fijar un salario mínimo, que estaría muy lejos del anteriormente citado para sus compañeras futbolistas. En el baloncesto se asemejaría al mínimo interprofesional. Maternidad, lactancia y conciliación son otras cuestiones fundamentales.
Hace unos días, la capitana de la selección española realizaba esta reflexión: “No es tan difícil de entender lo que las jugadoras de fútbol vienen reclamando desde hace tiempo porque es lo mismo que reclamamos en otros deportes: disponer de las mismas herramientas con las que cuentan los equipos masculinos, ni más ni menos. Siempre se responde con el argumento de que no generamos lo mismo, pero aquí nadie está pidiendo cobrar lo mismo que los hombres. Simplemente, si ellos tienen cuatro fisioterapeutas y dos nutricionistas porque es lo que consideran necesario, nosotras también. Jugando con las mismas herramientas y condiciones será la única manera de poder crecer y quizá algún día llegar a generar lo mismo o por lo menos mucho más que ahora”. Se puede decir más alto, pero no más claro.
Las reivindicaciones sociales en el deporte femenino están más de actualidad que nunca. La selección femenina de fútbol puede abrir nuevos horizontes. El pasado jueves se desconvocaba la huelga en la Liga F –por la que ya se tuvo que aplazar la primera jornada del campeonato- ya que las futbolistas, los sindicatos y la patronal por fin llegaron a un acuerdo para rubricar un nuevo convenio colectivo. En él se acordó un salario mínimo para las jugadoras de 21.000, 22.500 y 23.500 euros, con variables, de cara a estas próximas tres temporadas. Costó llegar a un entendimiento ya que, pese a que España es la vigente campeona del mundo y el fútbol femenino está –recientemente- considerado deporte profesional, la estructura de muchos clubes de la Liga F todavía no es tan sólida. Intervino hasta el secretario de Estado para el Deporte, quien afirmó que “con el dinero que da el Consejo Superior de Deportes (CSD), igual que se pagan sueldos de los directivos, se pueden pagar sueldos de las jugadoras”.
El fútbol puede abrir el camino para la lucha de otras deportistas. Unas de las que buscan mejorar sus condiciones laborales son las del baloncesto. Según los estudios estadísticos, el deporte de la canasta es el que más licencias federativas de mujeres tiene desde 2009, con 130.000 inscripciones en el último año –un tercio más que en fútbol, aunque seguramente tras el último Mundial aumenten-. Sin embargo, todavía no está considerado deporte profesional por el Consejo Superior de Deportes. Esto significa que las jugadoras no tienen un convenio colectivo que las ampare. El presidente del CSD, Víctor Francos, declaró el pasado mes de julio que “no tengo ninguna solicitud para que el baloncesto femenino se convierta en profesional. Si me llegara podríamos estudiarlo, pero no la tengo. La sensación que tengo es que está cómodamente instalado en la Federación Española de Baloncesto”.