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Alerta roja: estamos en manos de cínicos

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“Nadie nos advirtió de que la nevada sería tan grande”. Palabras de Isabel Díaz Ayuso, presidenta todavía de la Comunidad de Madri,d el pasado 14 de enero en rueda de prensa. No me sorprende que la ínclita presidenta no haya dimitido. Después de tamaña hipocresía ha tenido mil motivos para hacerlo y no lo ha hecho. Ni tampoco que los meteorólogos de la AEMET le hayan pedido explicaciones, pues imagino que habrán pensado que el mayor desprecio es no hacer aprecio. Lo que preocupa es que estamos en manos de un puñado de cínicos que se ríen de la sociedad con una total desvergüenza que empieza a ser preocupante, pero sobre todo, que todavía exista gente que admita el pulpo como animal de compañía. No hay más ciego que el que no quiere ver. Si el Hospital Isabel Zendal pasa a llamarse Isabel Díaz Ayuso, como ha vaticinado el murciano Teodoro García Egea, dentro de cincuenta años, espero que las próximas generaciones, que no nuevas, tengan memoria, tengan dignidad.

Somos capaces de pedir al Gobierno de España que nos confine mientras mantenemos los centros comerciales abiertos de par en par, pero sobre todo, invitamos, incitamos, provocamos a la sociedad para que se acerquen a las muchas casas de juego que inundan nuestra Región. Aquí sí somos líderes y referentes en España, al mismo tiempo que volvemos por cuarta vez a poner zancadillas a hoteles y restaurantes. Fomentar la cultura no es prioridad, pero apostar por la cultura del juego va en el ADN de nuestro gobierno de coalición y sus amigos preferenciales de Vox, que mucho rezar y darse golpes de pecho, pero el juego es el juego.

Se ve que muchos de nuestros líderes políticos se perdieron, estarían en el colegio tocando algún instrumento de viento, el capítulo de 'Barrio Sésamo' cuando hablaba de los colores verde, amarillo, naranja y rojo.

Y cinismo es pedir la dimisión de Diego Conesa por estar en una iglesia católica con muchas menos de 200 personas, y aunque sea guardando las distancias de seguridad, faltaría más. Los que hoy piden su cabeza callaron cuando en octubre del pasado año estaban en la fiesta que organizó Pedro J. en El Español en Madrid, o haciéndose fotos en el hospital de Ifema, repartiendo bocadillos de calamares sin ninguna protección. El líder socialista se equivocó, y aunque cumplió todos los requisitos de distancias, lavado y mascarillas, sin duda es un borrón en su expediente. Que una celebración cristiana, organizada por la iglesia católica se pudiera convertir en la a tumba política del secretario de los socialistas murcianos, no dejaría de ser un sarcasmo del destino.

En septiembre de 2019, la Región de Murcia estuvo por primera vez en su historia en alerta roja, y algunos se sorprendieron de que lloviera tanto. Ahora, en Madrid y otros territorios, también entraron en el mismo nivel de alerta, y en vez de asumir que la gestión de la borrasca Filomena deja mucho que desear, y que tras una semana aún permanecían muchas calles incomunicadas, la única ocurrencia es asombrarse por la cantidad de nieve caída.

Joder, si hubiera caído menos nieve, la alerta sería amarilla o naranja, así que alguna televisión reponga inmediatamente aquellos capítulos de Epi y Blas, aunque sea Telemadrid.

Pero para cinismo, ahí tenemos al líder popular Pablo Casado, que con su pala recién estrenada, se puso a quitar dos puñados de nieve, rodeado de cámaras y micrófonos.

Mi admirado Juan Guillamón, al cual siempre sigo con interés por sus sarcásticos comentarios, pues cuando uno se encuentra con alguien que intelectualmente merece la pena hay que escuchar lo que dice y leer lo que escribe, pues, en el peor de los casos, solo aprendes, escribía esta semana en el diario La Opinión, que no entendía por qué cuando Rafael Nadal se puso a quitar barro en su Manacor natal, España se rindió a sus pies, y en cambio, cuando lo hizo Casado, solo le aplaudió una parte del país.

Hay una diferencia importante: el cinismo, amigo Juan.

Rafael Nadal no avisó a nadie, se remangó, se implicó, se embarró, y por si faltaba poco, donó dos millones de euros a la zona. Solo por culpa de unas fotos que él no buscó, supimos de su implicación. En cambio, el líder popular agarró una pala inmaculada, se rodeó de periodistas, posó, ni siquiera sudó, y mucho menos se mojó sus mocasines. La diferencia es evidente. Rafael Nadal es marca España, Pablo Casado es marca de la casa.

“Nadie nos advirtió de que la nevada sería tan grande”. Palabras de Isabel Díaz Ayuso, presidenta todavía de la Comunidad de Madri,d el pasado 14 de enero en rueda de prensa. No me sorprende que la ínclita presidenta no haya dimitido. Después de tamaña hipocresía ha tenido mil motivos para hacerlo y no lo ha hecho. Ni tampoco que los meteorólogos de la AEMET le hayan pedido explicaciones, pues imagino que habrán pensado que el mayor desprecio es no hacer aprecio. Lo que preocupa es que estamos en manos de un puñado de cínicos que se ríen de la sociedad con una total desvergüenza que empieza a ser preocupante, pero sobre todo, que todavía exista gente que admita el pulpo como animal de compañía. No hay más ciego que el que no quiere ver. Si el Hospital Isabel Zendal pasa a llamarse Isabel Díaz Ayuso, como ha vaticinado el murciano Teodoro García Egea, dentro de cincuenta años, espero que las próximas generaciones, que no nuevas, tengan memoria, tengan dignidad.

Somos capaces de pedir al Gobierno de España que nos confine mientras mantenemos los centros comerciales abiertos de par en par, pero sobre todo, invitamos, incitamos, provocamos a la sociedad para que se acerquen a las muchas casas de juego que inundan nuestra Región. Aquí sí somos líderes y referentes en España, al mismo tiempo que volvemos por cuarta vez a poner zancadillas a hoteles y restaurantes. Fomentar la cultura no es prioridad, pero apostar por la cultura del juego va en el ADN de nuestro gobierno de coalición y sus amigos preferenciales de Vox, que mucho rezar y darse golpes de pecho, pero el juego es el juego.