Si algo vamos a sacar en claro del comportamiento de nuestros políticos durante la crisis del coronavirus va a ser eso a lo que tanto apelan ellos desde las tribunas y que denominan 'altura de miras'. Son días donde la mezquindad y la ruina deberían quedar aparcadas ante la emergencia nacional. Este Gobierno, que sin duda no es el que nos salvará del Apocalipsis, es el actual, nos guste más o menos, y al que le ha tocado la china de bailar con la más fea. Si esta pandemia hubiera sorprendido a otro, pongamos que de color azul, a estas horas estaría escribiendo lo mismo sin cambiar una sola coma.
Quien crea que va a sacar rédito electoral de estos días de pánico y zozobra, va listo. Nadie se cuestionó en los Estados Unidos, allá por 2001, tras el criminal ataque a las Torres Gemelas, que había que responsabilizar a alguien que no fuera a los propios terroristas y su entorno. Aquella gente sí que sabe guardarse sus vendettas para cuando es preciso.
El espectáculo al que estamos asistiendo en nuestro país en este sentido dice mucho de los habitantes de una nación, polarizada como está hasta la extenuación. Cuando la prioridad es frenar el crecimiento de los casos de coronavirus y evitar un contagio masivo que repercuta en la población de riesgo, es decir, nuestros mayores, tenemos gente más preocupada en echarle el muerto al Gobierno que en sacar esto adelante.
Este Ejecutivo, conformado hace apenas un par de meses, no es posiblemente el idílico para muchos de nosotros, pero quizá si en estos meses atrás alguien hubiera tenido la altura de miras que en otras ocasiones exigió para los demás, hoy no veríamos sentados en el Consejo de Ministros a algunos y algunas de los que sí lo están. Pero, querámoslo o no, es lo que hay.
De todo esto sacaremos en claro que los que se que más se mojan cuando la cosa se pone fea son los sanitarios, los primeros en permanecer al pie del cañón ¡salvando vidas y dejándose la piel!, otra expresión, esta última, que suelen utilizar mucho en nuestro país esos políticos de medio pelo que ahora tanto rebuznan en las redes sociales.
Sí, se echa en falta altura de miras en un escenario absolutamente novedoso para la mayoría de todos nosotros, donde lo que prima es la salud y no las diatribas sobre si son peras o manzanas. Los italianos están dando un ejemplo de amor a la vida en medio de la tragedia que les asola. En sus días de confinamiento han ido sorprendiendo al mundo con sus mensajes solidarios, sus cánticos y su patriotismo verdadero desde los balcones y ventanas. Aquí, los que tanto apelan a “la España de los balcones”, esos mismos, son los primeros que mueven el árbol sin miramientos para ver si caen oportunistamente las manzanas en su cesto. Ellos sabrán si, con esa actitud temeraria, alguien puede creer que, en el fondo, velan por nosotros.
Si algo vamos a sacar en claro del comportamiento de nuestros políticos durante la crisis del coronavirus va a ser eso a lo que tanto apelan ellos desde las tribunas y que denominan 'altura de miras'. Son días donde la mezquindad y la ruina deberían quedar aparcadas ante la emergencia nacional. Este Gobierno, que sin duda no es el que nos salvará del Apocalipsis, es el actual, nos guste más o menos, y al que le ha tocado la china de bailar con la más fea. Si esta pandemia hubiera sorprendido a otro, pongamos que de color azul, a estas horas estaría escribiendo lo mismo sin cambiar una sola coma.
Quien crea que va a sacar rédito electoral de estos días de pánico y zozobra, va listo. Nadie se cuestionó en los Estados Unidos, allá por 2001, tras el criminal ataque a las Torres Gemelas, que había que responsabilizar a alguien que no fuera a los propios terroristas y su entorno. Aquella gente sí que sabe guardarse sus vendettas para cuando es preciso.