El centro de conciliación de Juan Carlos I, 'Concilia' cerró sus puertas el día 31 de agosto de 2021. Y cerró por la dejadez y la inacción de las personas que han gestionado los servicios de los que depende, personas manifiestamente incompetentes, a juzgar por este resultado. El anterior equipo de Gobierno, y en concreto la Concejalía que gestionaba las competencias de Derechos Sociales antes de la moción de censura, se llevó el galardón a 'la peor gestión posible'. El contrato de adjudicación del servicio expiró, se prorrogó, y fue finalmente la 'ingeniería administrativa' la que permitió a la actual Concejalía elaborar un contrato menor para que los niños y las niñas pudieran continuar unos meses más. Migajas.
Creo que no es necesario acuñar más datos, fechas, tipos de contratos, procedimientos administrativos y otras cuestiones burocráticas que se alejan de las necesidades de cuidado diarias y del derecho a la conciliación de la vida personal, familiar y laboral de los padres y las madres. Sea como fuere, con herencia y sin ella , hoy son muchas las familias, con situaciones de diferente índole, las que no han recibido comunicación del cierre del centro por parte de los responsables del servicio; familias que no tienen hoy por hoy una alternativa viable. Familias a las que se han cercenado sus derechos sin una explicación. Y muchas más las que nunca han podido acceder a este servicio público para organizar la vida cotidiana.
Lo que ha ocurrido se veía venir. Lo venimos denunciando muchos meses. Y es obra y gracia de personas que hacen política con una escandalosa falta empatía y dudosa humanidad. Que se mecen en la alta cuna del privilegio que les nubla la conciencia. Cabe buscar una explicación en la herencia recibida pero, para nosotras, desde nuestro grupo municipal en el Ayuntamiento de Murcia, no es suficiente. Las familias no entienden de andamiajes jurídicos, estructuras normativas y pliegos de condiciones. La política se sigue desarrollando de espaldas a la vida cotidiana.
Puede, y ojalá así sea, que en un futuro se optimice la gestión de la exigua apuesta por conciliación en el municipio mediante un pliego de condiciones único que armonice el absoluto caos que el Partido Popular ha generado durante los últimos 26 años. Pero es un futurible, no es real. Lo que verdaderamente importa es que Cristina no llevará hoy a su hijo con trastorno del espectro autista a este centro. Ni tampoco María. Ni Antonio. Ni tampoco lo harán mañana. Ni el mes que viene. Ni sabemos hasta cuándo.
La realidad es que el centro de Conciliación de Juan Carlos I se ha cerrado sine die. Y no tenemos certezas que nos muestren cuándo se reabrirá, por lo que esto es nefasto para Murcia y para sus gentes. Y es, además, una muestra más de la herencia recibida, de la escasísima inversión en políticas públicas que pongan los cuidados en el centro. Del retroceso, se mire como se mire, en políticas que luchen contra la desigual incorporación de las mujeres al mercado laboral y contra la precariedad en torno a la parcialidad en el empleo femenino y la brecha salarial. Ayer, y también hoy, Murcia carece de políticas públicas que nos cuiden a las murcianas y a nuestros hijos e hijas.
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