Los bloques han quedado perfectamente alineados después de las elecciones del 10 de noviembre. Las agrupaciones de izquierda han ganado las elecciones por segunda vez en este año y, por fin, parece que los dos grandes partidos de este lado de la frontera, PSOE y Unidas Podemos, confraternizan después de dejar atrás personalismos y banalidades sobre cuál de las partes era más de izquierdas que la otra. Finalmente, y con sensatez, las ideas priman frente a las siglas y se abrazan de forma natural, como debía ser, como debió ser mucho antes.
Por el flanco opuesto los conservadores, a pesar de no sumar para gobernar, se refuerzan virando, más si cabe, a la derecha. Esa derecha autóctona de la España castiza, la de casa, la de siempre. El Partido Popular salvó los muebles y rápidamente se erigió como líder de la oposición sin aspavientos. Vox causó sensación y superó con creces las expectativas que muchos tenían sobre las posibilidades del 'Risorgimento' del fascismo en nuestros días, ese que creímos exhumado, pero que con el paso de los años y la incapacidad política, se ha encendido como cara al sol se avivan los incendios en verano. Pero, ¿y qué es de Ciudadanos?
Los naranjas ya no juegan en esta liga. Ciudadanos pende de un hilo tan fino e inestable que es de suponer que no tengan claro cómo proceder. Los ex de Rivera han sido víctimas de sí mismos. De una política que les fue dando buenos resultados por la propia inercia del contexto político, por esa deriva que llevamos viviendo en estos años, pero para nada por su toma de decisiones. ¿Hacemos memoria? Se presentaron como un partido de centro izquierda que luego pasó a ser de centro, para después posicionarse en el centro derecha y concluir gobernando con Vox en varias comunidades autónomas. Todo ello pasando por un pacto con Sánchez al que, poco después, le impusieron un cordón sanitario, comenzando una política agresiva de acoso y derribo, nada conciliadora, nada productiva, ni siquiera sensata. A los resultados se puede remitir. Eso sí, liberales y constitucionalistas nos ha quedado claro que son.
La cuestión es ¿para qué? Por lo que de momento se intuye, Inés Arrimadas no se mueve un ápice de los postulados de su predecesor, y seguirán sosteniendo y haciendo el trabajo de evidenciar a los votantes de derechas que los auténticos merecedores de sus votos son PP y Vox. Sin embargo, Ciudadanos tiene una oportunidad que no debería dejar pasar: reconstruirse o morir. Reconstruirse buscando la alternativa en el centro, ese lugar inhóspito que nunca ha dado frutos porque realmente nadie se ha dignado a explorarlo.
Puede ser el momento de Ciudadanos, de valorar la posibilidad de poner a disposición del próximo gobierno a sus diez parlamentarios. De este modo no solo no perdería visibilidad, sino que además moderarían su discurso, huirían de la derecha que les ha comido el terreno, y gobernarían con la izquierda propiciando mociones de censura en los más de 400 gobiernos municipales en los que están presentes en toda España. Al mismo tiempo, darían la posibilidad a comunidades como la de Madrid y a nuestra Región de Murcia, de no seguir perpetuando en el poder a quienes durante más de veinte años viven a costa del esfuerzo de los demás.
Caducó el sustento de Cataluña y el argumento de los autónomos, finalizó el pacto no hablado con Podemos, por el cual llegaron para romper con un bipartidismo que ustedes convirtieron después en bibloquismo. Sepan ustedes que no hay políticas sin presencia en las instituciones, ni bases sin afiliados, ni afiliados sin ideales, ni futuro ni presente sin estos. Actúe, ponga en marcha a España o, lamentablemente, tendrá que buscar otro perro que le ladre, señora Arrimadas.
Los bloques han quedado perfectamente alineados después de las elecciones del 10 de noviembre. Las agrupaciones de izquierda han ganado las elecciones por segunda vez en este año y, por fin, parece que los dos grandes partidos de este lado de la frontera, PSOE y Unidas Podemos, confraternizan después de dejar atrás personalismos y banalidades sobre cuál de las partes era más de izquierdas que la otra. Finalmente, y con sensatez, las ideas priman frente a las siglas y se abrazan de forma natural, como debía ser, como debió ser mucho antes.
Por el flanco opuesto los conservadores, a pesar de no sumar para gobernar, se refuerzan virando, más si cabe, a la derecha. Esa derecha autóctona de la España castiza, la de casa, la de siempre. El Partido Popular salvó los muebles y rápidamente se erigió como líder de la oposición sin aspavientos. Vox causó sensación y superó con creces las expectativas que muchos tenían sobre las posibilidades del 'Risorgimento' del fascismo en nuestros días, ese que creímos exhumado, pero que con el paso de los años y la incapacidad política, se ha encendido como cara al sol se avivan los incendios en verano. Pero, ¿y qué es de Ciudadanos?