Siempre se dice, aunque no por mucho oírlo seamos conscientes, que Murcia es en cierto modo la Sicilia de España. Ya lo dicen los que saben: que te hacen falta abogados si conoces al juez o la jueza. En Murcia, ya sabes, si eres pobre vas a la cárcel; si pierdes millones de euros, el juzgado no tiene medios para investigarlo y no se nos cae la cara de vergüenza porque lo hemos aceptado. Todos en esta Región sabemos que quien molesta, no calla, denuncia y hace las cosas más difíciles al poder se le aparta, se le denigra o, lo que es peor, se le hace la vida imposible para que se quede sin trabajo. Tenemos un problema y serio, pero cuando nos vayamos a dar cuenta será tarde.
Hacer noticias no es difícil, hacer información con mayúsculas es otra cosa, contar lo que nadie quiere que oigas, lo que es necesario saber para tomar decisiones conscientes es otro nivel. En esta Región, una de esas personas, es Rosa Roda. La voz de Onda Cero durante más de treinta años. Hace años que lo hablábamos en petit comité: se la van a cargar en cuanto tengan una oportunidad, se la van a cargar. El no casarse con nadie, el decir las cosas a las ondas o en sus escritos, tenía un precio que pagar, el de una independencia que en esta Región de servilismos se hace pagar con el peor de los castigos.
Las Rosas son bonitas porque además de su belleza tienen espinas. Sus espinazos solían estar informados, trabajos duros de lectura, información, llamadas y preguntas hasta que todo estuviera claro y diáfano. La necesaria preparación para que las noticias tuvieran esa dosis de información que consagra nuestra Constitución como un derecho básico para los ciudadanos. Por eso se leían tanto, por eso sus noticias eran claves en una Región que vive en las sombras y que no presta atención a lo pasajero, olvidando lo importante, su futuro.
Rosa, crítica como ella sola, sabía husmear en las notas de prensa de partidos, Gobierno y demás organismos para llegar a lo que importaba, la información. Su labor, en un momento en el que periodismo se ha convertido en corta y pega de notas de prensa, ella era capaz de encontrar las piezas de información necesaria para hacer noticias. Dosis de ingenio, suspicacia, capacidad crítica y una tenaz pasión por el trabajo. Un periodismo de primera, que lograba tener informada a una población regional que parece adormecida. Su trabajo sacaba de quicio a los partidos, a todos, a quienes quieren mandar, que no es lo mismo que gobernar, y a los que ahora mandan que tampoco nos gobiernan, más bien nos desgobiernan. Porque seamos claros, no se casaba con nadie, tiraba a tirios y troyanos con una independencia que el ciudadano de pie agradecía, aunque los políticos no y eran de todos los colores.
El matrimonio de la maldad y la mediocridad ha triunfado. La mediocridad y la maldad envenenan esta Región empobrecida que, pronto tendrá que ser intervenida otra vez y no pasará nada. Nada que se puede hacer. Tenemos un problema y algún día habrá que despertar de este espejismo en el que los malvados y los mediocres triunfan, donde el poder acaba por corromperlo todo. Qué separación de poderes puede existir si quien tiene que contar lo que sucede se queda si altavoz porque voz seguirá teniendo, estoy seguro. Rosa es inquieta, nerviosa, no se va a quedar de brazos cruzados, no sabe, no va con ella.
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