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La incertidumbre previsible

El presidente de Murcia, Fernando López Miras, junto al expresidente condenado, Pedro Antonio Sánchez y Fernando Martínez-Maíllo, excoordinador general del Partido Popular

Pedro Alberto Cruz Sánchez

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Nunca, en la historia de la democracia, ha habido una legislatura tan convulsa como la que está a punto de finalizar. Partiendo del hecho de que el partido que ganó en las urnas –el PSRM- no llegó a gobernar por el cambio de criterio a última hora de una formación como Cs, todo ha sido una sucesión de situaciones esperpénticas y escandalosas que han terminado por hacer de la política regional un circo sin gracia alguna y con una estética casposa. Lejos queda el 'vacunagate', seguido por el mayor escenario de transfuguismo de la España contemporánea. Como un estribillo de muy triste mensaje, la catástrofe medioambiental del Mar Menor ha atravesado estos cuatro últimos años, viviendo picos de activismo e indignación por parte de la sociedad y otros de asombrosa desidia y normalización de lo peor. La decisión del Ministerio de Transición Ecológica de disminuir el caudal trasvasable desde el Tajo introdujo otra variable electoral que ofrecía oxígeno a un López Miras acorralado por la inacción y la mediocridad. En paralelo, una demanda histórica como la del AVE se convirtió, por fin, en realidad, pero con unas prestaciones que casi empatan con la medianía que teníamos antes. Lo que podía haber sido un triunfo inapelable para el Gobierno de España ha sido recibido por la población con un creciente sentido de frustración y enfado. Y, cuando parecía que todo el pescado estaba vendido, ha llegado la condena a Pedro Antonio Sánchez por el 'caso Auditorio' que, en buena lógica, tendría que haber destrozado todos los estudios demoscópicos realizados durante los últimos meses.

Exacto: “en buena lógica”. Porque una noticia como esta que, en cualquier otro territorio y contexto, dejaría a su sucesor y protegido, Fernando López Miras, sin legitimidad alguna y pisando un vertiginoso abismo, no está del todo claro que en una Región como la de Murcia tenga un efecto corrector significativo. A nadie se le escapa que, en nuestra comunidad autónoma, el voto no solo está estancado, sino –lo que es tanto peor- blindado. Si Kant volviera a nacer y escribiera filosofía, a sus ya consabidas condiciones a priori añadiría la del voto de mayoritario de centro-derecha en la Región de Murcia. La mayoría de los votantes del PP y de Vox no depositan su papeleta en función de los méritos o desméritos de estos dos partidos, sino con la intención de crear un cordón sanitario hacia la izquierda. Se trata, en no pocos casos, de un voto precognitivo y muy difícil de desarmar. Cuando la reflexión y el análisis no intervienen en la toma de decisiones, la realidad queda como un elemento marginal o insignificante en cualquiera de las ecuaciones. Además, la izquierda no lo pone fácil con sus incomprensibles descartes en las listas autonómicas y municipales. No se entiende que activos tan importantes como Gloria Alarcón, Teresa Franco o Antonio Benito hayan renunciado o sido cortados de cara a la próxima legislatura.

Cierto es que, a tenor del último estudio del CEMOP, existe una bolsa de casi un 30 % de indecisos que condiciona notablemente cualquier pronóstico al respecto. Pero, si se parte del status quo que impera en las últimas convocatorias electorales en la Región de Murcia -60/40 a favor de la derecha-, lo más probable es que los indecisos se repartan en igual proporción. Pero es que, además, y para sorpresa de quien esto escribe, detecto en conversaciones con personas que tradicionalmente han votado a la izquierda un sentimiento de desafección que les lleva a plantearse, incluso, la posibilidad de no votar por primera vez en su vida. Adviértase esta paradoja: después de todos desmanes del Gobierno de López Miras durante la presente legislatura, el enfriamiento se extiendo no entre los votantes de derechas, sino entre los de izquierdas. Un partido, en el gobierno, mantiene su fidelidad de voto; los otros, en la oposición, provocan desencanto entre sus electores naturales. Lo de esta Región no hay estudio sociológico que lo elucide y lo sostenga –se encuentra fuera de cualquier lógica-. Los muchos factores de incertidumbre que concurren de cara a la convocatoria de mayo no alteran, en este sentido, un panorama tan previsible como desalentador. Se mire como se mire, Murcia es “no typical”.        

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