Ayer, en un ambiente de mucha crispación, se ha ratificado la decisión de llevar a cabo los exámenes en la Universidad de Murcia de manera presencial. Durante las últimas semanas, la comunidad universitaria: tanto el estudiantado como el profesorado y el Consejo de Gobierno de esta institución, han vivido situaciones de mucha tensión. Y he de decir que, en los años que llevo en esta Universidad como estudiante, lector, y ahora profesor asociado, nunca había vivido una situación parecida. Pero parece que nos estamos acostumbrando, desde marzo de 2020, a vivir eventos inéditos.
Esta tensión ha sido generada, especialmente, por la iniciativa por parte del Consejo de Gobierno de la Universidad de Murcia de realizar la convocatoria de exámenes de enero de manera presencial. Este acontecimiento fue seguido por la negativa de los y las estudiantes que han reaccionado ferozmente en contra de esta decisión: escrache al Rector de la Universidad y comentarios por doquier en las redes sociales, atacando a la Universidad y al profesorado (incluso llegó a ser Trending Topic a nivel nacional en Twitter).
Es cierto que la última convocatoria, la de junio y julio, fue de manera virtual, lo que supuso un enorme esfuerzo por parte de los profesores y los equipos directivos de los departamentos (adaptación [en muy poco tiempo] a la modalidad virtual, creación de un plan de contingencia, protocolo para los exámenes, etc.), así como por parte del alumnado, que se ha tenido que enfrentar a una docencia y evaluación que suponía una novedad a la que había que adaptarse rápidamente. No obstante, llevamos trabajando con docencia presencial, tanto en la Universidad como en los centros de secundaria y primaria todo el curso. Cuatro meses acudiendo a clase con normalidad, por eso, la decisión de llevar a cabo los exámenes de manera presencial era la esperada.
Con esto no intento justificar ninguna decisión y, menos, criticar la actitud de toda la comunidad estudiantil. Todo lo contrario, la crítica y la lucha por sus derechos es un ejercicio de libertad democrática que nunca debe silenciarse. Sin embargo, es necesario llamar a la cordura, al respeto del profesorado que, en la gran mayoría de las ocasiones, busca el bien del alumnado. Los tuits y las publicaciones en las redes sociales por parte de algunos alumnos atacando al conjunto de profesores no son coherentes pues cuando se generaliza, es muy probable que no se tenga razón.
Evidentemente, no sé cual hubiese sido la decisión acertada, si la de hacer los exámenes online o, por el contrario, presenciales, porque no soy ‘el capitán a posteriori’ y no sé lo que va a pasar durante los exámenes presenciales, ni lo que pasaría en los virtuales. En mi caso, confío al cien por cien en mis alumnos y alumnas y no me preocupa el hecho de que puedan copiar. Sin embargo, los profesores estamos para remar en la misma dirección que es, ante todo, la del bien común del estudiantado. La decisión de hacer los exámenes presenciales, acertada o no, fue tomada intentando conseguir ese bien común. Además, se debe tener en cuenta que todos los centros educativos siguen impartiendo clases de manera presencial, que los centros comerciales siguen abiertos, y que, además, es una decisión tomada por el conjunto de universidades españolas, incluso europeas.
Sea como fuere, la decisión ya está tomada, y lamentaría que todo el esfuerzo, la coordinación y el buen hacer que hubo durante toda la crisis sanitaria en el seno de esta institución se vean, desafortunadamente, mermados por la situación que se ha generado en las últimas semanas.
Finalmente, y aunque sea una obviedad, cabe señalar que, los alumnos y alumnas que van a acudir a los exámenes presenciales difícilmente pueden estar expuestos a un peligro de contagio durante el desarrollo de los exámenes. Para ello se ha elaborado un protocolo muy estricto, precisamente, para evitar aglomeraciones y garantizar en todo momento la distancia de seguridad. Así ha sido comprobado durante los primeros días de la convocatoria, al menos en el Departamento de Traducción e Interpretación de la Universidad de Murcia, al que pertenezco y sé de primera mano el extraordinario trabajo que se ha hecho y se está haciendo para intentar que se desarrollen los exámenes en buenas condiciones.
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