Es terrible vivir con miedo. Yo misma me levanto cada día y escribo y salgo a buscar trabajo con el estómago contraído: no sé si comeré/conservaré mi casa hoy.
En los años 70 había una canción muy famosa que decía `Libérate´, haciendo referencia al aspecto sexual. Era una canción muy bailable, muy pegadiza, fue un hit durante muchos meses y mucha gente la cantaba en desfiles, manifestaciones, programas de la tele... Poco a poco fue pasando del `armario LGTBIQ´ a la vida normal y era muy normal que si alguien te contaba un problema cualquiera, le aconsejaras, “ay hija/o, libérate”. Creo recordar que Rocío Jurado llegó a cantar una versión.
Pero no es tan fácil librarse del miedo. No. A veces, ni siquiera somos conscientes de cómo nos atenaza, de cómo marca nuestras conductas. Realmente nos lleva al lado oscuro, como reza la serie de `Star Wars´: nos convierte en seres amargados, serios, tiesos... En los casos más extremos, el pánico nos convierte en hombres y mujeres sarcásticos, engreídos, tiránicos con nuestro entorno, chulescos: seres que necesitan vivir en un estado de permanente autodefensa, aderezados de corbatas, palillos en la boca, relojes y automóviles gigantes, tacones y vestidos brillantes, pómulos estirados, colonias de cuero y maderas... Es el miedo.
En la Región de Murcia tenemos muchos ejemplos de estos hombres y mujeres atenazados por el miedo. Sobre todo porque tienen en su entorno más cercano a sus propios vigilantes: Trillo y otros posfranquistas siguen actuando en sus puestos del partido gobernante, cuidando que la región siga en el mismo estado de analfabetismo, incomunicación y carente de las mismas infraestructuras que padecía en los 50 y 70.
Que nadie pida reabrir cunetas o cárceles viejas, que nadie moleste a los promotores que destrozan las playas (¿qué van a hacer esos promotores si no les dejan construir pisos? si no saben hacer otra cosa –en España solo el 10% de los empresarios tiene formación superior, según Conclusiones del Informe 2013 Fundación BBVA-Ivie sobre Crecimiento y Competitividad–).
Y ellos ahí, enfermos de miedo, arropados en sus puestos de mando, en sus trajes de lana peinada, cuidando que nada se mueva en la Región. Vigilando el móvil, las fiestas, el despacho; pidiendo combinados de whisky en el Club, para sacarse ese sabor metálico de la lengua...
Mientras escribo estas líneas, amigos y amigas, conciudadanos, un hombre temeroso ha intentado prohibir una concentración pacífica para que no se cierre el Pabellón 2 del Cuartel de Artillería. Un hombre acostumbrado a permitir a los neonazis campar por nuestras calles sin freno. Un hombre, ya digo, que tiene miedo.
Miedo de que este país evolucione como el resto de Europa y sus élites caciquiles tengan que ponerse a trabajar. Miedo de perder sus privilegios, sus fuentes de poder, miedo de que su clase tenga que abandonar los negocios y bajar al trabajo. Mucho miedo.
Hay muchos como él, ya digo. En la Asamblea Regional hay un diputado famoso por su estilo mandón y `campechano´, que acostumbra a `poner en su sitio´ a los de izquierdas, mientras habla suavemente con la jauría de tiranos que provocó, entre otros desmanes, que él mismo perdiera parte de sus manos en el pavoroso accidente de un tren que continúa sin cambios, presto a otro accidente de iguales consecuencias.
Es el miedo. El miedo terrible.
Esa mirada de Aznar, esa contundencia de Trillo, esos ademanes chulescos de Pradera, de Cascos, ese Dies Irae de Cospedal, ese desdén irónico de Aguirre... Esa España que se dibuja detrás de sus obsesiones: un país eterno, pétreo, inamovible, tedioso, (¡España tediosa!), donde hombres y mujeres nacen marcados por un fatum que les obliga (según la idea de estos personajes) a morir rico el que nace rico y a morir pobre el que nace pobre, un país colosal, monolítico, donde nadie puede mover su identidad, ni sus deseos, ni su lengua, ni su Ley... Ah, pobre país.
Sí. Me dan miedo. A mí, mucho. Todos los que se han enfrentado con ellos están en la cárcel o en la ruina o en el olvido.
Por eso quiero decirles a estas personas, al Delegado, al Diputado, que no están solos, que estamos con ellos. Que nosotros también tenemos miedo, pero que juntos, podremos con los tiranos. Sí.
En estos días se celebra el Desfile del Orgullo. En honor de aquellos que un día se liberaron de tantos años de horror, liberémonos también nosotros: prohíban las asociaciones intolerantes, que no vuelvan a salir a la calle, dejen manifestarse a los artistas, a los ciudadanos pobres, permitan que escrachemos a los bancos, ¡sí, adelante!.
Que nuestra Región evolucione. Que venga la Europa de las libertades, de la República, de los Derechos Humanos antes que los negocios. Abajo el miedo.
*Cristina Morano es escritora y miembro de la Coordinadora de CambiemosMurcia