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Necroturismo: la tragedia como reclamo, la ficción como conducto

El fenómeno turístico que ha despertado la serie `Chernobyl´ podría calificarse de idiota teniendo en cuenta que en la propia serie se explica que aún es peligroso transitar la zona. De igual forma, morir esperando en la cola para coronar alguna cumbre del Himalaya podría calificarse de esnob teniendo en cuenta que hay gente que muere esperando en la cola de la Seguridad Social. Hacer una narcorruta por Colombia y visitar la tumba de Pablo Escobar, pasear por los descampados de Alcàsser o Ciudad Juarez, visitar el portal donde sucedió la violación de la Manada son algunos de los fenómenos turísticos que preferiría no conocer.

De la misma manera, creo que Martin Cohen no esperaba sacar una segunda parte de su libro `No Holiday: 80 Places You Don´t Want to Visit (Disinformation Travel Guides)´.

Hay quien equipara este turismo a la visita de lugares históricos como el campo de concentración de Auschwitz en Polonia, el Museo de la Guerra en Vietnam, el Museo de los Crímenes Genocidas de Tuol Sleng en Camboya o los castillos de Bran y Poenari en Rumania. La diferencia para mí está en el término histórico, el tiempo que ha pasado desde que ocurrió, el relato que ha pervivido y si se ha hecho justicia o, por otra parte, el conflicto sigue vivo.

Entiendo que la concepción del concepto tiempo ha cambiado con Internet. La información viaja más rápida y la lejanía otorga una visión distorsionada de los hechos y el dolor. Por otro lado, la forma en que se tratan los temas y el fenómeno fan incondicional de las series producidas por Netflix está haciendo mucho daño. Imaginad la cara de los familiares de las víctimas cuando encuentren a extranjeros husmeando en lugares recónditos donde hay falanges humanas (27 años más tarde en Picasent) o tomándose fotos en la tumba de Pablo Escobar. El turista por definición está de visita y trata el entorno como ajeno, pero el verdadero impacto es para la población local que convive con el morbo y las heridas abiertas.

También merece una mención especial las muertes en el río Teklanika y el aumento de las operaciones de rescate en Alaska desde que se estrenó la película `Hacia rutas salvajes´. Muchos turistas intentan alcanzar el autobús donde se encontraba el cadáver de Christopher McCandless, el aventurero en quien se inspira la historia del filme, poniendo en peligro sus vidas y funcionando como reclamo para futuros turistas. Es lo mismo que sucede en el Himalaya: cuantos mas cuerpos hay muertos alrededor, mayor satisfacción para coronarlo porque tú si lo has conseguido, lo cual es pura lógica neoliberal individualista.

Susang Sontang apunta en `Ante el dolor de los demás´ (2003) que ser espectador de calamidades en otro país es una experiencia intrínseca a la modernidad. Por Simone Weil sabemos que “la violencia convierte en cosa a quién está sujeto a ella”, tal y como escribió en `La Iliada o el poema de la fuerza´ (1940). Me parece que consumir esa violencia es un paso más que no nos planteamos cuando viajamos.

Como Sayak Valencia apunta en `Capitalismo Gore´ (2010) hay estados necropóliticos donde la violencia se vuelve rentable, se iconiza la figura del narco (como en `Narcos´ o `Fariña´) y se utiliza la muerte y el dolor de otros para el enriquecimiento económico. Lo vemos en las series. En la realidad ficcionada observamos al otro a través de una pantalla sin darnos cuenta de que el otro también somos nosotros. En palabras de Valencia nos urge “desmontar el constructo hecho por los medios de información que naturaliza artificialmente el ejercicio de la violencia y la invisibiliza bajo la protección de una pantalla que nos dice que el dolor extremo no consensuado le pasa solamente al cuerpo de los otros”.

No seas turista; sé viajero e intenta que tu impacto sobre el lugar que visites sea el mínimo.

El fenómeno turístico que ha despertado la serie `Chernobyl´ podría calificarse de idiota teniendo en cuenta que en la propia serie se explica que aún es peligroso transitar la zona. De igual forma, morir esperando en la cola para coronar alguna cumbre del Himalaya podría calificarse de esnob teniendo en cuenta que hay gente que muere esperando en la cola de la Seguridad Social. Hacer una narcorruta por Colombia y visitar la tumba de Pablo Escobar, pasear por los descampados de Alcàsser o Ciudad Juarez, visitar el portal donde sucedió la violación de la Manada son algunos de los fenómenos turísticos que preferiría no conocer.

De la misma manera, creo que Martin Cohen no esperaba sacar una segunda parte de su libro `No Holiday: 80 Places You Don´t Want to Visit (Disinformation Travel Guides)´.