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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

No es sequía, es saqueo: agricultores, agentes agroextractivistas y agua

7 de febrero de 2024 06:00 h

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Con las protestas de los 'agricultores' y en defensa contra las declaraciones de la exministra francesa de medioambiente, Ségolène Royal, sobre los tomates españoles y, por extensión, a los vegetales que se producen en nuestro país, están saliendo de nuevo a la luz pública afirmaciones como: “Somos uno de los principales exportadores de tomate del mundo”, “España surte de diferentes variedades de vegetales a Europa” o “Somos uno de los principales exportadores de vegetales del mundo”.

En otras palabras, sale de nuevo a la luz que un pequeño territorio, la península Ibérica, está produciendo vegetales para la exportación a un territorio inmenso, el centro y norte de Europa, aproximadamente un 80% de los vegetales producidos en invierno en España y entre un 30% y un 40% de los producidos en verano, son destinados a la exportación a terceros países, cuando los postulados de la ciencia económica mantienen que a mayor producción, mayor es la cantidad de recursos que se utilizan y, mayores son los residuos que se producen.

Este modelo exportador de vegetales es presentado por las instancias mediadas por las grandes productoras de vegetales, exportadoras, distribuidoras, bancos de inversión y todo el complejo entramado productivo de la industria de producción de vegetales, me niego a llamarlos 'agricultores' (argumento que justifico en el artículo publicado en este diario) , como algo muy positivo para la economía de todo el país. “¡Somos La huerta de Europa!”, proclaman orgullosos desde las productoras y las instituciones como si fuese la misma voz.

En este sentido, hay que reconocer que durante décadas este negocio industrial de producción de vegetales, me niego a llamarlo 'agricultura', dirigido principalmente a la exportación ha resultado muy lucrativo para algunos que, subidos en ese carro de ganancia económica, no quieren soltar las riendas y se aferran agónicamente a un modelo industrial que no será sostenido, por el simple hecho, ya visible y evidente que, en términos de recursos hídricos, no se puede sostener.

De hecho, hoy en día nos encontramos inmersos en procesos de transformación, con cambios en las regulaciones normativas que afectan directamente al sector y que, de manera general, constituyen las causas principales de las protestas de diferentes actores del sector productivo en la nuestro país y el resto de Europa, me refiero aquí concretamente a la agenda de Objetivos de Desarrollo Sostenible (0DS) 2030, con exigencias que no afectan por igual a los grandes productores industriales de vegetales que a los pequeños y medianos agricultores, pues estos últimos no pueden afrontar estas transformaciones en condiciones de igualdad y a las regulaciones de la Política Agraria Común conocida como la PAC, que ha favorecido tradicionalmente a los grandes productores.

Por una parte, la gran industria productora de vegetales hace un uso desmesurado de los recursos que están agotando y, además, tienen asfixiados a los pequeños y medianos agricultores que sufren asfixia normativa y asfixia en el mercado, que viene dada por las asimetrías abismales que existen entre agricultores que, no pueden competir en un mercado dominado por los normas y las condiciones impuestas por las grandes productores industriales. El pez grande se come al pequeño.

Ante estos hechos, nos preguntamos ingenuamente: ¿cuándo se darán cuenta de que esta forma de producir vegetales masivamente para la exportación se ha acabado? De que ya no hay agua, que este modelo productivo se ha acabado, de que tenemos que producir para mercados más pequeños, guiados por un cálculo funcional realista que ponga énfasis en la escasez de recursos hídricos con un 70% del territorio español en proceso de desertificación, 7 de cada 10 de las cuencas hidrológicas europeas con mayor sequía están en España fruto del expolio, es por este motivo que los grupos y organizaciones en defensa del agua advierten que el fenómeno: “No es sequía, es saqueo”.  

Digo ingenuamente porque este agotamiento de recursos es ya una evidencia científica y popular, lo saben las personas economistas, lo saben los ingenieros, ecólogos y el resto de profesionales y personas investigadoras cuyo campo de trabajo incluye este tipo de indagaciones, lo saben las gestoras de los grandes fondos que dominan la agricultura y la producción de vegetales, lo saben las instituciones, lo sabe el colectivo de agricultores y lo sabemos nosotras y nosotros los ciudadanos de a pie ajenos al sector.

Solo hay que echar un vistazo al estado de colapso en que se encuentran Doñana, las tablas de Daimiel, el Delta del Ebro, la Albufera de Valencia o el Campo de Cartagena y el Mar Menor, como ejemplos paradigmáticos de las consecuencias de esta forma desmesurada de producir vegetales para medio mundo, el colapso de estos entornos naturales es, sin duda, un indicador crucial del colapso de este modelo productivo depredador. 

Por otra parte, las instituciones españolas, mediadas por el entramado productivo dominante que, haciendo uso de una gran capacidad de movilización de poder, logra imponer su relato como el único existente en el sector productivo de vegetales silenciando la voz y, por tanto, expulsando a los pequeños y medianos agricultores de unos espacios de negociación donde sus necesidades e intereses quedan excluidos, cuando es claro que los resultados de las negociaciones quedan limitados a los elementos que están puestos encima de la mesa.

Para hacernos una idea de esto, nada más que hay que ver la reciente resolución de subvenciones, fondos públicos procedentes de Europa, dedicadas a proyectos que favorezcan la recuperación del Mar Menor y su cuenca. Gran parte de esos fondos, con gran escándalo en la sociedad murciana, han sido asignados de manera acrítica, a instancias que han favorecido el actual estado de colapso de la laguna y de su cuenca, acaso, no es una paradoja que los causantes aporten la solución ¿Pueden los causantes constituirse como la solución?

Con esta situación, no quiero señalar algún tipo de complot, más bien me refiero a que, desde Madrid, no han sabido identificar a los actores a los que han subvencionado, y han confundido desde la distancia a los agricultores y otros actores que están trabajando para revertir la situación actual, con instancias industriales de producción de vegetales y centros de producción de conocimiento experto que han favorecido el actual modelo productivo y esto ha permitido esta paradoja de dotar de fondos a quienes han favorecido la situación del Mar Menor y su cuenca y a quienes les apoyan.

Con esta inyección de fondos europeos a estas instancias, el Gobierno ha perdido una oportunidad de oro para cambiar el rumbo sus políticas y, por cierto, más de la mitad de 18 millones de euros que, sin duda, serán utilizados por los receptores para que nada cambie y para continuar haciendo lo mismo, tiempo al tiempo.

Esta institución que ha otorgado estos fondos europeos ha obviado un trabajo imprescindible a la hora de su distribución de identificación de actores en la zona, como un primer paso que, las instituciones parece que aun ni siquiera se han planteado, parece que están en ese “sueño de la luna” que les muestra los agricultores como si fueran un grupo homogéneo. Olvidando que el relato público está dominado, no por los intereses de los agricultores, sino por los intereses de los grandes productores y otros sectores del entramado de producción de vegetales, que usurpan la identidad y la actividad de los agricultores y asimilan sus intereses ocultando su voz y haciéndolos invisibles. 

“_¿Podrías decirme, por favor qué camino debo seguir para salir de aquí? Preguntó Alicia.

_ Esto depende en gran parte del sitio al que quieras llegar – dijo el Gato.

_No me importa mucho el sitio – dijo Alicia.

_ Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes – dijo el Gato.“

Lewis Carroll. Alicia en el país de las Maravillas.

 Quizás sea este uno de los trabajos urgentes que tenemos pendiente como sociedad y un trabajo así, es un trabajo complejo que lleva largo tiempo, pongámonos ya a trabajar en este sentido. Para realizar esta labor, necesitamos una herramienta, un bisturí sociocultural preciso que nos permita contemplar de manera clara las fronteras entre los fondos de inversión, las grandes productoras, exportadoras, distribuidoras, etc., de los verdaderos agricultores y, necesitamos a las instituciones practicando activamente esos cuidados hacia esos pequeños y medianos agricultores, herederos de la agricultura y sus saberes milenarios, los verdaderos cuidadores de la tierra, a los que la tierra les devuelve recíprocamente un modo de vivir la vida con dignidad y a la sociedad alimentos frescos, sanos y de calidad.

Los grandes productores de vegetales, por el contrario, en la práctica de una actividad radicalmente diferente a lo que aun podemos entender por agricultura, están guiados por intereses muy diferentes e incluso incompatibles a los intereses de los agricultores.

Estos grandes productores de vegetales, insertos en un modelo de producción depredador de recursos para una producción dirigida principalmente a la exportación, están regidos por una economía política instrumental, basada en una avaricia desmesurada que lleva al crecimiento continuo y la falaz producción proyectada hacia el infinito, en un territorio con recursos, no solo finitos, sobre todo escasos, un modelo depredador inserto en una actividad industrial que contamina, erosiona la tierra, acaba con el agua y lo deja todo yelmo.

Según el PERTE de Digitalización del Ciclo del Agua del Gobierno de España del año 2022: “En el año 2021, el regadío y los usos agrícolas supuso aproximadamente el 80% de la demanda de agua, seguido del abastecimiento de núcleos urbanos con un 14% y la industria con un 6%”.

Aunque parezca obvio, nunca sobra decir que, con el agua no se juega, no estamos ante una afirmación banal. Hoy mismo lo estamos viviendo como un hecho histórico en Andalucía y Cataluña con restricciones de agua a millones de personas en nuestro país. El agua no puede ser contemplada como mercancía, el agua es un bien natural, un recurso escaso, sin agua y/o con el agua contaminada moriremos en poco tiempo, esto es el hecho crucial con el que tenemos que lidiar de manera urgente.

Con las protestas de los 'agricultores' y en defensa contra las declaraciones de la exministra francesa de medioambiente, Ségolène Royal, sobre los tomates españoles y, por extensión, a los vegetales que se producen en nuestro país, están saliendo de nuevo a la luz pública afirmaciones como: “Somos uno de los principales exportadores de tomate del mundo”, “España surte de diferentes variedades de vegetales a Europa” o “Somos uno de los principales exportadores de vegetales del mundo”.

En otras palabras, sale de nuevo a la luz que un pequeño territorio, la península Ibérica, está produciendo vegetales para la exportación a un territorio inmenso, el centro y norte de Europa, aproximadamente un 80% de los vegetales producidos en invierno en España y entre un 30% y un 40% de los producidos en verano, son destinados a la exportación a terceros países, cuando los postulados de la ciencia económica mantienen que a mayor producción, mayor es la cantidad de recursos que se utilizan y, mayores son los residuos que se producen.