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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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La paradoja de unas lechugas

Trabajadores en una plataforma recolectando y empaquetando lechuga / E. R.

Rafael Cordón Aranda

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Y de los tomates, y de los pepinos, y de los melocotones, y de los cítricos. Se abandonan sin llegar a venderlos o su destino no es el mercado porque los precios no compensan recoger la cosecha. Hace poco ocurrió en Yecla: dicen que unos tres millones de lechugas se dejaron en el campo sin recoger. Muy bien por la Plataforma Ciudadana Salvemos el Arabí y Comarca que denunció la situación incidiendo en las consecuencias: el derroche que supone producir alimentos para destruirlos, el consumo inútil de un bien tan preciado como es el agua que se necesitó para desarrollar el cultivo, la degradación del suelo… unido al desembarco, cada vez más, de grandes empresas que implantan un modelo agrícola y ganadero muy perjudicial para la comarca.

Situaciones parecidas ocurren desde hace muchos años; cuando los precios que se pagan son escasos, los agricultores o malvenden sus cosechas o las abandonan. Lo sabemos desde hace tiempo: las grandes cadenas de distribución y venta de alimentos consigue bajar los precios de los alimentos en el campo y multiplicar el precio de venta final a veces hasta por diez. Se llama especulación. Y la UE y el estado en vez de intervenir para evitarla dedica fondos para paliar la situación de quienes más salen perjudicados. Le llaman “prevención y gestión de crisis” y el resultado es que se bonifica la superproducción y la eliminación de los circuitos del mercado de la parte de producción que “sobra”. Solo desde mayo del 2018 a mayo de 2019 casi 114 millones de kg de frutas y hortalizas no han llegado a los mercados y se ha subvencionado con casi 20 millones a su destrucción o su entrega a organizaciones caritativas (fega.es).

¿Y qué se hace con esas cosechas eliminadas para su comercialización? Se entregan a organizaciones caritativas para su distribución gratuita o, sencillamente, se destruyen. Mientras, la especulación continúa.

Los tiempos van cambiando, sí. No hace tanto nos enseñaban de pequeños a besar el pan que se había caído al suelo como señal de aprecio al alimento más valorado; nos guardaban el plato que no habíamos acabado de comer para la cena y dábamos gracias, Señor, por los alimentos. Eran tiempos en los que poder comer adecuadamente todos los días exigía un esfuerzo material muy importante para gran parte de la población. Afortunadamente, para una mayoría de la población el gasto en alimentación ya no supone más del 50% del presupuesto familiar como ocurría en los años 50 del siglo pasado; ahora como media es menos del 15%; pero para mucha gente comer adecuadamente todos los días no es posible.

Y es que, no solo se dejan en el campo cosechas; una parte demasiado elevada de los alimentos comprados se desperdician por diversas causas. Se dice que hasta un tercio de la producción mundial de alimentos no llega a consumirse, lo que sería suficiente para alimentar a quienes pasan hambre. En los mismos circuitos de comercialización se desechan las frutas y hortalizas que no tienen un aspecto lustroso y se exhiben las piezas más simétricas, con color uniforme y a veces maquilladas con un precio mayor que las que tienen un aspecto menos atractivo. En consecuencia el consumidor asocia estas a mayor calidad y rechazará las que no cumplan esos requisitos. Despreciadas las cosechas que no alcanzan el precio deseado, despreciados los alimentos que no se adaptan a las modas que impone el mercado, despreciados, a veces, por tantas causas. Los alimentos son cada vez menos sustento para el cuerpo y más objetos de consumo sometidos a modas, tendencias o exhibición; consumismo vulgar fomentado por el sistema económico con el que nos manipulan y que produce enormes ganancias a quienes controlan la cadena alimentaria.

La paradoja es que a la par que se destruyen cosechas y se retiran alimentos de las estanterías, en estos últimos años aumenta la pobreza en nuestro país. Los datos se han difundido recientemente y señalan que en nuestra región lo hace de manera significativa, y como consecuencia, también aumentan las dificultades para tener una alimentación suficiente y sana. No lo parece a simple vista, pero en 2009 el banco de alimentos del Segura (la principal entidad en la región de Murcia) repartió 3.500 kg; ahora, en 2019, esa misma entidad repartirá más de 2 millones. Además, otras organizaciones, como Cruz Roja o los ayuntamientos harán entrega desde mayo de este año hasta febrero del año próximo de más de 3,6 millones de kg solo en nuestra región.

Está bien que aquellas personas que los están pasando muy mal puedan paliar un poco su situación alimentaria, aunque esa ayuda no cumple el “derecho a la alimentación” que está recogido en la Declaración Universal de Derechos Humanos y reconocido por el derecho internacional; pero se trata solo de ayudas puntuales que siguen dejando a las personas en situación de pobreza.

Así que todo bien, ¿exceso de producción y exceso de pobres? No pasa nada: sobra producción en los campos que ya no puede venderse para dársela a los pobres. Sobra también producción que está a punto de caducar o no tiene venta y se acumula en los almacenes de la cadena de distribución o en los supermercados: no pasa nada, se dona a los bancos de alimentos, eso sí, bien publicitado y fotografiado, que de eso se trata. Y encima desgrava en hacienda. A eso se apuntan multinacionales, bancos, empresarios… También personas solidarias y arrastradas por las campañas navideñas difundidas por todos los medios: “La Gran Recogida de Alimentos” anuncian sin parar cuando llegan las fechas en las que se ablandan las conciencias; y mucha gente se convierte en mano de obra para ese gran montaje caritativo.

Así, un derecho básico como es el acceso a alimentos, también a la parte de la población más pobre, se convierte en un engranaje más del sistema agroalimentario para retirar excedentes. ¡Y celebran, como un gran éxito, que cada año reparten más comida! Éxito para la cadena agroalimentaria que consigue beneficios donde había pérdidas, éxito para las organizaciones caritativas, en su mayor parte de carácter religioso, que los utilizan para acrecentar su poder, éxito para quienes consideran la pobreza un componente necesario de la sociedad.

La paradoja es un sistema agroalimentario que se vanagloria de aumentar sus negocios año a año, de conseguir producciones y rentabilidad siempre en aumento, pero que expulsa a los pequeños agricultores de sus tierras, contribuye al aumento de la pobreza por la explotación laboral de sus trabajadores y los precios abusivos, que depreda los recursos ambientales, que provoca el cierre de las tiendas de alimentación y que produce una alimentación insana.

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