Hemos visto la muerte asistida de María José, que llevaba enferma más de treinta años en una situación dolorosa, ayudada por su marido Ángel, quien expresó que ese acto tristísimo era un acto de amor. No tengo la menor duda de que fue así y, por tanto, siento un gran respeto, comprensión y empatía. Creo que a todos se nos ha caído alguna lágrima escuchando el testimonio de Ángel.
Ante esto, me hago algunas preguntas: ¿por qué hay gente que quiere vivir y se le condena a una vida y a una muerte indigna? ¿Por qué hay gente que quiere morir en paz y por una decisión libre y en conciencia por su enfermedad terminal y terrible y se le condena a vivir? ¿Por qué la gente que no quiere la muerte digna provoca la `eutanasia socioeconómica´ de millones de personas y les condena a la muerte cruel y despiadada? Son millones de personas que solo quieren vivir en paz y con dignidad y esto se les niega una y otra vez. ¿No será porque se sienten dueños de la vida y de la muerte? ¿De cómo vivir y de cómo morir?
¿Cómo se puede definir la `eutanasia socioeconómica´? Por una parte, esto sucedería cuando se crean las condiciones socioeconómicas que hacen que la vida se acorte porque el día a día se hace insoportable por la pobreza y la exclusión.
Un ejemplo de ello serían los recortes en dependencia que hacen que haya familias que no pueden atender a sus mayores adecuadamente, a lo que se puede unir la situación del paro o la precariedad laboral. Esto se traduce en hambre, en no poder pagar los recibos de luz o los pañales, entre otras cosas. La suma de los recortes en dependencia junto con la pobreza conlleva una falta de atención y calidad de vida que puede adelantar la muerte a algunas personas mayores.
Los recortes en sanidad también podrían ser la causa de la muerte de gente que estaba en lista de espera para una intervención. Cuando se dice que “los recortes en sanidad matan” se habla, entre otras cosas, de esto.
Se aboca a la muerte cuando la gente se queda en paro o tiene un trabajo eventual, de modo que se les abandona a su suerte y, con el tiempo, puede que se les desahucie de su vivienda. Hemos perdido la cuenta de la gente que se ha suicidado y como se dice desde las Plataformas de Afectados por la Hipoteca: “No son suicidios, son asesinatos”. La vida se les hace insoportable por las condiciones socioeconómicas y al final no tienen más fuerza para soportar estas situaciones y deciden morir, dejar de sufrir porque ya no les queda esperanza y ya no tienen fuerza física, psicológica y emocional para mirar a la cara a sus hijos.
Se aboca a la muerte con el hambre, la falta de agua potable, la falta de medicación para millones de personas en todo el planeta. De hecho, cada día mueren unas 75.000 personas diarias por la hambruna, muchos de ellos niños y niñas.
Por otra parte, se aboca a la muerte cuando saqueamos los recursos naturales de los países y los condenamos a la miseria más absoluta y terrible. Y los saqueamos matando, asesinando, provocando golpes de estados o guerras.
Se aboca a la muerte cuando impedimos el salvamento a los refugiados e inmigrantes que viene huyendo de la guerra y del hambre en busca de la paz, la seguridad y con la intención de contribuir con su trabajo a los países de acogida. Hay gente que despotrica de los refugiados e inmigrantes y, en cambio, no tiene ningún pudor en utilizarlos como mano de obra barata y fácil de explotar por el miedo a la expulsión.
Esta `eutanasia socioeconómica´ tiene una clara expresión en la guerra, la violencia, la represión, las violaciones, la tortura y el encarcelamiento por defender los derechos humanos. Ver personas que no defienden la muerte digna y, en cambio, apoyan las guerras es indignante. Ver las terribles imágenes de los niños y niñas en Yemen en los huesos por la desnutrición por la guerra y el bloqueo férreo de Arabia Saudí solivianta. Ver las estrategias nazis que utiliza el Gobierno israelí contra el pueblo palestino y que la comunidad nternacional siga apoyando a Israel produce dolor, al tiempo que impotencia.
Tal vez podríamos hablar de `la eutanasia ecológica´ porque estamos acabando con nuestro planeta a un ritmo vertiginoso y produce escalofríos ver la avaricia y la codicia de las grandes empresas y la complicidad de los gobiernos y organismos internacionales que solo ponen parches.
Hay que crear condiciones sociales, económicas y ecológicas no sólo para preservar la vida, sino para dignificarla. Para ello, necesitamos condiciones de justicia social y ecológica, igualdad, sororidad y respeto entre las personas, los pueblos y las naciones.
Hemos visto la muerte asistida de María José, que llevaba enferma más de treinta años en una situación dolorosa, ayudada por su marido Ángel, quien expresó que ese acto tristísimo era un acto de amor. No tengo la menor duda de que fue así y, por tanto, siento un gran respeto, comprensión y empatía. Creo que a todos se nos ha caído alguna lágrima escuchando el testimonio de Ángel.
Ante esto, me hago algunas preguntas: ¿por qué hay gente que quiere vivir y se le condena a una vida y a una muerte indigna? ¿Por qué hay gente que quiere morir en paz y por una decisión libre y en conciencia por su enfermedad terminal y terrible y se le condena a vivir? ¿Por qué la gente que no quiere la muerte digna provoca la `eutanasia socioeconómica´ de millones de personas y les condena a la muerte cruel y despiadada? Son millones de personas que solo quieren vivir en paz y con dignidad y esto se les niega una y otra vez. ¿No será porque se sienten dueños de la vida y de la muerte? ¿De cómo vivir y de cómo morir?