* Antonio Campillo es filósofo, sociólogo y escritor. Fue candidato de Sumar al Senado por Murcia en las últimas elecciones generales.
El miércoles 10 de enero se votó en el Congreso de los Diputados un paquete de tres decretos presentados por el Gobierno de coalición PSOE-Sumar para mejorar las condiciones de vida de las trabajadoras y trabajadores españoles, y también para que España pueda recibir de la Unión Europea un nuevo desembolso de 10.000 millones de euros. Dos de los decretos fueron aprobados gracias a que Junts se ausentó de la votación. En cambio, el tercer decreto, que estaba destinado a mejorar el subsidio de desempleo y que había sido duramente negociado por la Ministra de Trabajo y líder de Sumar, Yolanda Díaz, con la Ministra de Economía y miembro del PSOE, Nadia Calviño, hasta que logró el apoyo de Pedro Sánchez y del conjunto del gobierno de coalición, no pudo ser aprobado por el voto en contra de los cinco diputados tránsfugas de Sumar y militantes de Podemos, que unieron sus votos a los de Vox, PP y UPN.
Conviene recordar cuáles son las medidas que Podemos, Vox, PP y UPN han rechazado: el aumento del subsidio (de 480 a 570 euros al mes) para unas 800.000 personas, la eliminación del mes de espera para poder cobrar el subsidio, la posibilidad de compatibilizar un empleo y una parte del subsidio, la protección de nuevos colectivos sociales (menores de 45 años sin cargas familiares y eventuales agrarios), la derivación de otros colectivos al ingreso mínimo vital, la universalización del derecho a acumular el permiso de lactancia en jornadas completas (como exige la Directiva europea de conciliación) y la prioridad de los convenios autonómicos sobre los estatales cuando resulten más beneficiosos para los trabajadores.
A la vista de este importante listado de mejoras sociales, laborales y de conciliación, el argumento de Podemos para justificar su rechazo (que se “recorta” el subsidio a los mayores de 52 años) no sólo es demasiado débil sino que además es falso, pues no tiene en cuenta que el salario mínimo interprofesional (SMI), que sirve de base para calcular el subsidio, se ha doblado desde 2018 gracias a la magnífica gestión de Yolanda Díaz como Ministra de Trabajo. Y este es el verdadero quid de la cuestión, el que explica la irresponsable actuación de Podemos, porque su objetivo real es atacar a Yolanda Diaz por tierra, mar y aire, ningunear ante la ciudadanía (como viene haciendo la derecha) los avances sociales y laborales que ha conseguido desde que es Ministra de Trabajo; y de ese modo, debilitar el proyecto Sumar y a todo el gobierno de coalición, aunque con ello perjudique a la clase trabajadora y facilite el camino a un gobierno de PP-Vox.
Ese obsesivo rencor contra Yolanda Díaz y contra Sumar tiene como reverso la nostalgia melancólica de la gloria perdida, que Podemos fantasea con recuperar gracias a las elecciones europeas de junio de 2024. Por eso, el gurú Pablo Iglesias y su cada vez más reducido círculo de feligreses se obstina en repetir que la verdadera izquierda, la auténtica, la pura, la revolucionaria, no es la blandita y “femenina” Sumar sino la dura y “viril” Podemos. Ese es el sesudo “relato” con el que justifican todos y cada uno de los pasos que han ido dando desde que Yolanda Díaz lanzó el proyecto de Sumar para congregar a toda la izquierda política y social, tan disgregada y debilitada debido precisamente a la deriva cada vez más sectaria de los dirigentes de Podemos.
Pero se olvidan de un pequeño detalle: el electorado. Un partido político democrático no tiene otra finalidad ni otra legitimidad que la representación que le otorgan de manera periódica los y las votantes. Esa representación conlleva, como contrapartida, un cumplimiento de las promesas hechas al electorado y una rendición de cuentas por la gestión realizada. Pues bien, Podemos ha ido sufriendo una progresiva pérdida de votos en cada nueva convocatoria electoral.
En las elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo de 2023, tras su inasistencia al acto de Magariños en el que Yolanda Díaz presentó su candidatura a la presidencia del gobierno, y sobre todo tras su negativa a formar candidaturas unitarias con las demás formaciones de la izquierda alternativa, Podemos sufrió un tremendo castigo electoral. Desapareció de numerosos gobiernos municipales y autonómicos. Tuvo que cerrar nueve de sus sedes y despedir a la mitad de sus empleados. Pero lo peor de todo es que su batacazo electoral facilitó la llegada al poder de la alianza PP-Vox en muchas ciudades y comunidades autónomas. Sin embargo, ningún miembro del grupo dirigente de Podemos asumió públicamente la responsabilidad por el fracaso de su estrategia política, ninguno tuvo la honestidad de rendir cuentas, ninguno hizo la menor autocrítica, ninguno tuvo el valor de presentar la dimisión de sus puestos orgánicos, aunque sí lo hicieron algunos cargos territoriales.
Esto me parece muy importante: si un partido político menosprecia el veredicto del electorado, si se niega a rendir cuentas ante aquellos a los que pretende representar, deja de ser un partido y se convierte más bien en una secta de iluminados en torno a un gurú. Y ese es exactamente el camino que está siguiendo Podemos. Tras el batacazo electoral del 28M, en lugar de asumir su responsabilidad se lanzaron a un redoblado ataque contra Yolanda Díaz por “vetar” a la ex ministra Irene Montero en las candidaturas de la coalición electoral de Sumar para las elecciones generales del 23 de julio. Fue una estupenda cortina de humo para ocultar sus propias vergüenzas y al mismo tiempo erosionar el proyecto Sumar, y todo ello a pesar de los éxitos cosechados por la alianza PP-Vox y la altísima probabilidad de que esa alianza pudiera conseguir el gobierno del país.
Llegamos así a otro punto de inflexión decisivo en la deriva autodestructiva de Podemos. Sus dirigentes sabían que ya no contaban con el apoyo del electorado, que ya no eran los referentes de la izquierda alternativa, pese a su sesudo “relato”, y que si se presentaban en solitario a las elecciones generales del 23 de julio podían convertirse en un partido extraparlamentario, siguiendo el mismo destino que UPyD y Ciudadanos. Así que, haciendo gala de un cinismo carente de la más mínima ética política, suscriben el acuerdo electoral con Sumar, fingen asumir el liderazgo político de Yolanda Díaz y durante al campaña se dedican a engañar descaradamente a las demás organizaciones de la coalición, a los compañeros y compañeras de candidatura, a las numerosas personas que trabajaron como voluntarias y, sobre todo, al electorado que se ilusionó con el proyecto Sumar y le dio su voto.
Fui candidato independiente de Sumar al Senado por la circunscripción de Murcia, en la que Javier Sánchez Serna, coordinador autonómico de Podemos y miembro de su Consejo Ciudadano Estatal, encabezó la lista al Congreso. Gracias a las muchas personas que nos movilizamos en la Región, obtuvimos 70.900 votos (9,52%), más del doble de los 32.173 (4,70%) obtenidos por Podemos-IU-Verdes-AV en las autonómicas del 28M. Gracias a esa importante movilización, Javier Sánchez Serna obtuvo su acta de diputado de Sumar. Sin embargo, una vez constituido el gobierno de coalición, Javier y las otras cuatro diputadas de su partido abandonan el grupo parlamentario de Sumar, se convierten en tránsfugas y reanudan sus ataques contra Sumar, la coalición electoral a la que deben su cargo y su sueldo. Si de verdad fueran personas tan coherentes como dicen ser, reconocerían el engaño que han cometido contra el electorado y renunciarían a su acta de diputados. Pero el “relato”, una vez más, lo justifica todo.
Lo que ha sucedido después era bastante previsible. Primero, la negativa a presentar una candidatura unitaria con Sumar en Galicia; ahora, el rechazo al decreto que mejora el subsidio de desempleo… ¿Qué será lo siguiente? A Podemos no le importa poner en riesgo el gobierno PSOE-Sumar, pues su objetivo último consiste precisamente en debilitarlo, hacerlo fracasar y forzar unas nuevas elecciones, con la fantasiosa esperanza de que entonces el electorado despertará, negará su apoyo a Sumar y se lo concederá de nuevo a Podemos, aunque sea bajo un gobierno PP-Vox. Obviamente, se trata de una quimera, pero los dirigentes de Podemos se creen tan listos que no han aprendido nada. Podemos nació con la promesa de “asaltar los cielos” y ahora toda su estrategia se reduce a combatir obsesivamente contra Sumar. Aunque eso les lleve a su propio y definitivo hundimiento, como en la fábula de la rana y el alacrán.