Algunas veces al límite del tiempo, al borde del descuento, cuando su tiempo ya casi ha pasado, algunos, entre su amor al negocio y el negocio de sus amigos, entre disposiciones que hacen gala del más opaco oportunismo, van y en coherencia con algunas de sus más firmes raíces quieren dejar bien atado lo atado.
El Gobierno Regional, en un gesto impúdico, se dispone a privatizar un lote de 25.000 pruebas diagnósticas durante los próximos 5 años por un valor de 5,8 millones de euros (casi mil millones de las antiguas pesetas). Ese lote incluye todo tipo de pruebas, desde ecocardiografías hasta pruebas neurofisiológicas, y todo tras dejar también atadas las futuras relaciones con la industria médica privada a través de una resolución en la que se establece que pacientes con más de 70 dias en lista de espera se deriven al concierto privado. Pero nada nos dice la resolución de medidas que fortalezcan y mejoren la capacidad operativa de los centros públicos, que condicionen la derivación de pacientes a la medicina privada. Tampoco sabemos de medidas realmente eficientes para frenar el ya sospechoso y también dañino deterioro del sistema público.
Estos excesos privatizadores del Gobierno regional aún podrían conservar alguna legitimidad si no fuera porque se impulsan fuera de tiempo y con la intención de hipotecar nuestro futuro. Si no fuera también porque estas medidas se encuentran indisolublemente unidas a otras que, como he tratado de explicar brevemente en otras ocasiones, favorecen la exclusión de las personas, hacen entrega a intereses educativos privados, como es la UCAM, de recursos sanitarios públicos, favorecen el desarrollo de penosas listas de espera y desalientan a los profesionales, muchos de ellos también excluidos del sistema sanitario, y todo además en un ambiente de corrupción en negras mayúsculas, de carencia democrática y de falta de participación ciudadana.
El que hayan ocurrido todas estas cosas tiene que tener alguna explicación. Algunas pistas las podemos encontrar quizás en la prevalencia de cierta ideología, en las redes clientelares, en el prejuicio ideológico, en el individualismo exacerbado, en la ignorancia de los hechos, en los temores, en los errores de los otros, en la publicidad engañosa… Pero me temo que todas estas y otras cosas ocurren sobre todo porque somos una sociedad corrompida.
Por contraposición, la virtud cívica, conceptualmente, según nos explica Skinner, aparece muy relacionada con el sostenimiento de la libertad republicana, con una fuerte disposición al servicio público, con el coraje y la prudencia necesarios. Ya el fracaso en estas virtudes se considera, desde la perspectiva republicana, una muestra de corrupción. El ciudadano corrupto prefiriría optar por sus propios intereses en vez de sostener los reclamos que su comunidad le presenta. Pero no me refiero solo a estas sutiles y filosóficas matizaciones cuando digo que somos una sociedad corrompida. Me refiero también a sostener un gobierno en estas condiciones, a mirar hacia otro lado, al interés ventajoso, a la frivolidad y la indolencia.
¿Cómo saldremos de la corrupción? La pregunta no es gratuita ni retórica. Son muchos los ciudadanos sinceramente preocupados por la corrupción y sus terribles consecuencias, y decididos a combatirla y vencerla, pero probablemente no sea fácil encontrar la salida y los recursos necesarios.
De qué modo, se preguntaba Maquiavelo en sus “Discursos sobre la primera década de Tito Livio”, en las ciudades corrompidas, se puede mantener un estado libre, si existe, o establecerlo, si no existe. Las buenas costumbres son necesarias para observar las leyes, decía, y en estas situaciones de emergencia proponía cambios en el ordenamiento mismo del Estado porque aunque se hicieran leyes nuevas, el ordenamiento, que era la autoridad del pueblo, del senado, de los tribunos, de los cónsules, el modo de crear y proponer magistrados y el modo de hacer las leyes, con aquella corrupción ya no era apropiado y las leyes renovadas no bastaban para mantener buenos a los hombres. Pero se le hacía complicada la salida de ese estado de corrupción al agudo Nicola Maquiavelo.
Yo no sé como saldremos de ésta, pero creo que va a ser con decisión democrática, con un poco de la alegría de los decididos y con sensibilidad, con la sensibilidad necesaria para unirnos a Primo Levi en su alegato infinito.
Algunas veces al límite del tiempo, al borde del descuento, cuando su tiempo ya casi ha pasado, algunos, entre su amor al negocio y el negocio de sus amigos, entre disposiciones que hacen gala del más opaco oportunismo, van y en coherencia con algunas de sus más firmes raíces quieren dejar bien atado lo atado.
El Gobierno Regional, en un gesto impúdico, se dispone a privatizar un lote de 25.000 pruebas diagnósticas durante los próximos 5 años por un valor de 5,8 millones de euros (casi mil millones de las antiguas pesetas). Ese lote incluye todo tipo de pruebas, desde ecocardiografías hasta pruebas neurofisiológicas, y todo tras dejar también atadas las futuras relaciones con la industria médica privada a través de una resolución en la que se establece que pacientes con más de 70 dias en lista de espera se deriven al concierto privado. Pero nada nos dice la resolución de medidas que fortalezcan y mejoren la capacidad operativa de los centros públicos, que condicionen la derivación de pacientes a la medicina privada. Tampoco sabemos de medidas realmente eficientes para frenar el ya sospechoso y también dañino deterioro del sistema público.