Hace diez años las medidas establecidas por muchos gobiernos europeos como Francia y Reino Unido, entre otros, con el fin de solventar el notable índice de paro juvenil, amparándose en un nuevo concepto de “flexiseguridad”, provocó movilizaciones de los sindicatos y de gran parte de los jóvenes al considerar que su aplicación fomentaría la precariedad y el dumping (competencia desleal) social, como años después se ha comprobado.
Entre aquellas movilizaciones guardamos en nuestra memoria los graves altercados en algunas capitales europeas y los incendios en los barrios periféricos de París, en los que participaron principalmente jóvenes de tercera generación de familias de origen inmigrante quienes, supuestamente, estaban integrados en la cultura y la sociedad francesa.
Ante la dimensión de tales conflictos, ya entonces, algunos expertos en política social como Joan Subirats expresaban que es más difícil construir identidades colectivas sobre la fragmentación de situaciones.
Porque de eso se trataba: no solo hay que garantizar una inserción laboral digna a los jóvenes, también hay que fomentar que sus identidades colectivas obtengan un protagonismo natural en el conjunto de identidades entre las que habitamos, frente a la lamentable fragmentación de nuestras comunidades, y ante los peligros de fractura generacional.
Entre esos peligros se encuentra la tremenda y capaz posibilidad de que muchos de los adolescentes de dichos barrios periféricos marginados, sin ninguna perspectiva clara de futuro, sean captados por bandas de fanáticos que les ofrecen esencialmente un ideal y unos modelos que responden a la falta de solidez de las identidades colectivas que mencionábamos.
Ya sabemos por varias investigaciones que la manera fundamental de captar a adeptos de estas abominables causas es cara a cara, además del acceso a determinadas informaciones en Internet.
A raíz del atentado terrorista del mes de junio en Londres, en la revista especializada “Children & Young People Now” el ex-fiscal jefe de la corona británica para el noroeste de Inglaterra, Nazir Afzal, expresaba que el gobierno necesita repensar cómo pretende proteger a los jóvenes de la ideología extremista.
Y que para ello es preciso utilizar a las organizaciones juveniles e involucrar a los propios jóvenes en la creación de una estrategia eficaz para prevenir la radicalización y combatir el terrorismo. Manifestando que la estrategia “Prevent” implantada desde el gobierno es defectuosa porque está “mal comunicada y es mal entendida”.
La estrategia Prevent fue presentada por Theresa May cuando era ministra de Interior, como un conjunto de iniciativas contra el extremismo y la radicalización musulmana en su país, que se apoyaba en un programa puesto en marcha en 2005 por el gobierno de Blair, y cuyos efectos fueron denunciados en el parlamento británico pues estaba estigmatizando a los musulmanes en su vida cotidiana.
Entre las medidas que incorpora dicha estrategia, el gobierno requiere que los maestros detecten señales de radicalización en los alumnos, entre las que incluirían: “un deseo para un cambio político y moral”, “sentimientos de agravio e injusticia” o la necesidad “de una nueva identidad, pertenencia y sentido en sus vidas”.
Una de las críticas del ex-fiscal Afzal es que “cada vez que ocurre algo como esto, hay una reunión y traemos a los mismos viejos líderes de la comunidad, hablamos de las mismas cosas viejas, y con el mismo resultado”.
Declara que escucha a jóvenes musulmanes decir que no están comprometidos en estas acciones y que nadie está dialogando con ellos. Que estos jóvenes tienen ideas fenomenales sobre cómo se puede abordar este grave problema y que ellos están muy interesados en hacer cosas entre iguales, pero nadie les pregunta, nadie les financia, nadie les está apoyando.
“Mi petición al gobierno es escuchar a nuestros jóvenes y hacerles partícipes”. Afzal dijo que una organización que estaría interesada en participar es la Juventud Musulmana Británica, que emitió una declaración en respuesta al ataque de Londres. “A ellos les encantaría ofrecer sus opiniones y ayudar al gobierno a encontrar soluciones”.
Estas opiniones están relacionadas con el hecho de que en los últimos años en Gran Bretaña se han recortado sustancialmente los recursos para el trabajo social y de animación cultural con los jóvenes, hay menos técnicos de juventud (Youth Workers) contratados, de manera que las intervenciones para involucrar a los jóvenes en la vida comunitaria están seriamente mermadas.
En tal sentido el Partido Liberal Demócrata ha manifestado que abandonará la controvertida estrategia Prevent, reemplazándola con programas de participación comunitaria.
En un interesante artículo de Ndeye Andujar, publicado en la Revista de Estudios de Juventud, nº 80, editada por el INJUVE, se destaca que los jóvenes musulmanes europeos pertenecen de facto a dos comunidades a la vez: a la de sus padres y a la de la sociedad en la que viven.
A menudo sufren una crisis de identidad al no encontrar su lugar en la sociedad. Por lo tanto, el repliegue comunitario y religioso que se detecta en algunos sectores de la población juvenil musulmana europea se debe, en parte, a la mirada excluyente y no a la incompatibilidad entre las dos comunidades o culturas.
Los jóvenes nacidos en Europa que se autodefinen como “musulmanes” rechazan una identidad que remita al país de origen de sus padres, con el que ya no se identifican.
Pero, mientras que la segunda y la tercera generación están en muchos sentidos más integradas que la primera, al mismo tiempo sus expectativas son mayores y, por tanto, la exclusión se siente con mayor agudeza, y su sentimiento de pertenencia está íntimamente relacionado con el trato igualitario que esperan por parte del conjunto de la sociedad.
Junto a otras medidas de actuación desde el Estado y el conjunto de la sociedad, esta especialista en cultura islámica subraya la importancia del empoderamiento y capacitación como estrategia de inclusión de grupos desfavorecidos pues, mientras los individuos y las comunidades no tengan recursos, estrategias y oportunidades para tener el control sobre su futuro, no se realizará una integración sostenible.
La importancia de las intervenciones en el ámbito de la participación y la dinamización en el contexto de la educación no formal donde juega un papel relevante la interacción de identidades, se ha demostrado en varios casos impulsados desde las administraciones locales.
Un ejemplo lo tenemos en el proyecto “Jóvenes, integración y participación” desarrollado por el Programa de Participación Juvenil del Ayuntamiento de Murcia entre 2009 y 2011.
El Programa se lanzó en 2008 como una apuesta significativa de la Concejalía de Juventud del Ayuntamiento de Murcia por intervenir de una manera abierta y participativa en el ámbito de la integración de los jóvenes inmigrantes mediante el fomento de su inclusión en las dinámicas habituales de actuación de los colectivos y asociaciones juveniles del municipio de Murcia.
Donde se destacaba el papel de los barrios y las asociaciones juveniles como oportunidades de encuentro y de ciudadanía, mediante diversas sesiones formativas y de evaluación común. Lamentablemente, este proyecto no tuvo continuidad.
Otro ejemplo más reciente, nos lo ofrece el proyecto “La juventud musulmana de Fuenlabrada. De la integración a la participación”. Una intervención iniciada en 2012 y que ha sido premiada en el I Concurso de buenas prácticas locales en gestión de la diversidad religiosa (2016) del Observatorio del Pluralismo Religioso en España.
Mediante el cual, los principales cambios conseguidos han sido la integración de las asociaciones de jóvenes musulmanes en varias Plataformas ciudadanas de Fuenlabrada; el establecimiento de redes interasociativas de colaboración y trabajo en las que las asociaciones de jóvenes musulmanes están presentes; y, el establecimiento de cauces de comunicación y de participación entre los jóvenes musulmanes y el Ayuntamiento.
Somos conscientes de que la lucha contra el miserable extremismo terrorista debe ser resultado de un conjunto diverso de actuaciones que van desde la acción de control y prevención de los cuerpos de seguridad, hasta la respuesta global correspondiente a las causas reales que están determinando estos actos de terrorismo.
No existe una única vía para tal misión. Y, probablemente, las actuaciones dirigidas a fomentar espacios de integración social y de capacitación y resiliencia personal y colectiva a muchos de los jóvenes inmigrantes constituyen solamente un eslabón más.
Lo que evidencia lo expuesto anteriormente es la necesaria labor continuada de trabajo sociocultural con los jóvenes, especialmente con aquéllos de las zonas más desfavorecidas.
Pues, además de oportunidades dignas de trabajo, es en el marco de la educación no formal, y mediante la verdadera participación juvenil impulsada y animada por profesionales del trabajo con jóvenes, como podremos lograr una integración social eficaz y una configuración de identidades colectivas compartidas e insertadas en el conjunto de nuestra sociedad, que sirva también para hacer frente a un alarmante extremismo terrorista que amenaza nuestra convivencia.