Al gobierno regional de López Miras debería caérsele la cara de vergüenza cada vez que se hablara del aeropuerto de Corvera, dados los desproporcionados costes –22.000 euros al día, o sea ocho millones al año– que los ciudadanos de aquí seguimos pagando, además del sinfín de despropósitos que se sucedieron desde el mismo momento en que fue ideado hasta el parto final de su inauguración y cuya simple enumeración ocuparía el espacio todo de esta soflama.
Está claro que le viene de perlas al Ejecutivo la negativa ministerial a que sea cristianado –“como no podía ser de otra manera”, que diría el responsable original del entuerto, docente sin carrera que ahora exhibe su petulancia en una universidad privada madrileña– con el nombre de un pionero y egregio aviador, por un lado, golpista monárquico del 36, por otro.
Sirve así el asunto como densa e impenetrable cortina de humo para ocultar y que no se hable más de, por ejemplo, aquellos 600 vacunados irregularmente con el exconsejero Villegas y su equipo a la cabeza; o, más recientemente, del desvío fraudulento de pacientes de hospitales privados para que sean operados en centros públicos saltándose listas de esperas y demás zarandajas que solo los pobres sin enchufe se ven obligados a observar. Y, por no eternizar la retahíla, como el despido de una treintena de orientadores laborales del SEF regional aprovechando que dizque la tasa de desempleo toca mínimos históricos en Murcia.
Al tiempo, la derecha, la de toda la vida puesto que no tenemos otra, despliega sus armas propagandísticas en defensa del intento social-comunista y separatista de mancillar el buen nombre del incólume aviador tristemente muerto en accidente de lo suyo en noviembre de 1936, sin que llegara a gozar de las seguras prebendas y parabienes que le hubiera dispensado tres años más tarde el triunfo de los golpistas a los que ayudó.
Con tantas referencias a la supuesta ucronía y presentismo en que supuestamente incurre el veto derivado de un mínimo respeto a la Memoria Democrática –y a la ley, dicho sea de paso– resulta se echa en falta a un consultor cuya aportación hubiera sido indiscutible: el desaparecido sobrino del inventor del autogiro, Ricardo de la Cierva, ministro de Cultura en solo siete meses de 1980 y que antes fue jefe del Gabinete de Estudios sobre Historia en el Ministerio de Información y Turismo franquista hasta que en 1973, y con la dictadura vigente, ascendió a director general de Cultura Popular y presidente del Instituto Nacional del Libro Español. Ahí es nada.
Probablemente, su parecer hubiera sido revelador sobre la participación de su tío en un golpe que, como se sabe, no fue planeado ni perpetrado por aviesos fascistas, ni siquiera en su entonces mínima versión española conocida como Falange. A buen seguro, concordaría el sobrino en que la fallida intentona que fue causa de la guerra civil fue pergeñada por militarotes de confesión monárquica acendrada y declarada.
Tal que su propio tío, que colaboró en tanto que monárquico y conservador en la preparación del golpe militar, como se señala en varias obras citadas, por cierto, por el miembro de la Asociación de Memoría Histórica en Murcia, Diego Jiménez, en un reciente artículo que desmonta suficientemente las alegaciones de ahistoricismo y de manipulación vertidas por intelectuales derechistas.
Lo que probablemente el sobrino ministro corroboraría igualmente es que la historia, no se sabe si con minúscula o con mayúscula, la escriben los vencedores. Lo estamos viendo estos pasados días: los hijos y nietos físicos o intelectuales de aquellos vencedores del Primero de Abril pretenden seguir escribiéndola. O reescribiéndola. A su gusto, claro. Sin que se les caiga la cara de vergüenza, como tampoco se le cae al Gobierno regional elegido, sí, por los murcianos, dispuesto a que el territorio siga siendo hazmerreir y objeto de mofa.
Y también que siga vigente aquello de 'vae victis' recogido por Tito Livio. Entretanto, ha caído ya en saco roto la única propuesta de consenso hasta la fecha para nombrar la dichosa instalación como “Aeropuerto del Mar Menor” hecha por Unidas Podemos. Pues eso: ¡Ay de los vencidos! Vale.
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Al gobierno regional de López Miras debería caérsele la cara de vergüenza cada vez que se hablara del aeropuerto de Corvera, dados los desproporcionados costes –22.000 euros al día, o sea ocho millones al año– que los ciudadanos de aquí seguimos pagando, además del sinfín de despropósitos que se sucedieron desde el mismo momento en que fue ideado hasta el parto final de su inauguración y cuya simple enumeración ocuparía el espacio todo de esta soflama.
Está claro que le viene de perlas al Ejecutivo la negativa ministerial a que sea cristianado –“como no podía ser de otra manera”, que diría el responsable original del entuerto, docente sin carrera que ahora exhibe su petulancia en una universidad privada madrileña– con el nombre de un pionero y egregio aviador, por un lado, golpista monárquico del 36, por otro.