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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Vox ya está aquí

Lo dijimos no una, sino cien veces: la resistencia de López Miras a dejar entrar a Vox en el Gobierno de la Región de Murcia no era ideológica, sino un mero e insultante teatrillo cuyo final todos conocíamos. Era demasiado bonito pensar que nuestra comunidad autónoma -a la cabeza, en los últimos años, de lo peor: transfuguismo al por mayor, entrada de la ultraderecha en el ejecutivo- iba a convertirse, de repente, en el paradigma del cordón sanitario contra los extremistas de Vox. De haber sido así y perseverar López Miras en su posición, hubiera sido el primero en reconocer su determinación y aplaudirle su defensa numantina del proyecto democrático. Pero no ha sucedido. Y Vox ya está aquí, pisando moqueta y sentado en la mesa del Consejo de Gobierno en San Esteban. Se trata de la peor noticia posible para la Región de Murcia; una decisión que compromete seriamente un futuro ya de por sí incierto y que, a buen seguro, lastrará la acción política encargada de alumbrar soluciones para los graves y más urgentes problemas que padece -entre ellos, el del Mar Menor-.

Decenas de veces se encargó López Miras de asegurar que la ultraderecha no entraría en su gabinete porque era lo que los murcianos querían. Ahora, después de haber cumplido el expediente de una falsa resistencia, Génova ha decidido que un gobierno de coalición con Vox es lo mejor para los murcianos. El anterior mantra ha mutado, de súbito, a la nueva consigna de “los murcianos no quieren tres elecciones en cuatro meses”. Ergo “los murcianos quieren un gobierno con Vox”. Estos dos argumentos antagónicos, trasladados con la naturalidad de quien considera a la ciudadanía como tonta y desmemoriada, se encuentran unidos, en realidad, por una misma raíz: en su origen, son falsos, simples excusas, puro aire. Y, desde este prisma, resultan intercambiables en función de las necesidades de un desnortado Feijóo. Porque esta es la principal X en dicha ecuación: que el PP nacional tiene al frente a una persona en estado de desesperación, y que necesita mover la bolita dentro de los vasos con el arte y la eficacia de un charlatán.

En este sentido, la Región de Murcia siempre está disponible como el último comodín al servicio de Madrid. Sería impensable que territorios estratégicos como Aragón, Extremadura o Baleares permanecieran paralizados y con un gobierno en funciones durante meses por mor de una perversa aritmética calculada desde Génova. Pero la Región de Murcia… Ay la Región de Murcia. Somos la gaseosa de todos los experimentos, la parte más irrelevante de todo el tablero, el peón resiliente que se sacrificará en el requerido momento. Desde Madrid se ha trasladado a López Miras que ahora sí: un Gobierno con la ultraderecha ya no es una afrenta a lo decidido por los murcianos en las urnas. Y, en bloque, y como si desde mayo todos hubiéramos estado de viaje astral y acabáramos de despertar, la maquinaria del PPR; sale en tromba a decirnos que un ejecutivo con la ultraderecha es lo que todos queremos. Tenemos memoria de pez y nos hemos olvidado de que, hace un par de semanas, lo que los murcianos queríamos era un gobierno en solitario del PP o, en su defecto, una nueva convocatoria de elecciones. Y todos tan felices.

Vienen cuatro años jodidos, en los que el desembarco de Vox en el gobierno regional va a dar mucho de que hablar. Los que frontalmente nos hemos opuesto, durante los últimos años, al aggiornamento fascista que vive España y, en particular, la Región de Murcia, lo tendremos más difícil. Sería mucho más fácil integrarse en la corriente generalizada, cerrar los ojos, taparse la nariz y dejarse llevar. Con seguridad, seríamos contemplados como “mejores murcianos”. Pero que no cuenten con nosotros para un apagón crítico generalizado. Día tras día, incansables, permaneceremos vigilantes para que ningún derecho se vea mermado y las políticas de igualdad no se conviertan en la víctima propiciatoria de la voracidad antidemocrática de la ultraderecha. No somos radicales ni comunistas. Solo queremos que se respete la Constitución y que la democracia avance. Pedimos lo básico, lo sensato, lo innegociable. Nada más.    

Lo dijimos no una, sino cien veces: la resistencia de López Miras a dejar entrar a Vox en el Gobierno de la Región de Murcia no era ideológica, sino un mero e insultante teatrillo cuyo final todos conocíamos. Era demasiado bonito pensar que nuestra comunidad autónoma -a la cabeza, en los últimos años, de lo peor: transfuguismo al por mayor, entrada de la ultraderecha en el ejecutivo- iba a convertirse, de repente, en el paradigma del cordón sanitario contra los extremistas de Vox. De haber sido así y perseverar López Miras en su posición, hubiera sido el primero en reconocer su determinación y aplaudirle su defensa numantina del proyecto democrático. Pero no ha sucedido. Y Vox ya está aquí, pisando moqueta y sentado en la mesa del Consejo de Gobierno en San Esteban. Se trata de la peor noticia posible para la Región de Murcia; una decisión que compromete seriamente un futuro ya de por sí incierto y que, a buen seguro, lastrará la acción política encargada de alumbrar soluciones para los graves y más urgentes problemas que padece -entre ellos, el del Mar Menor-.

Decenas de veces se encargó López Miras de asegurar que la ultraderecha no entraría en su gabinete porque era lo que los murcianos querían. Ahora, después de haber cumplido el expediente de una falsa resistencia, Génova ha decidido que un gobierno de coalición con Vox es lo mejor para los murcianos. El anterior mantra ha mutado, de súbito, a la nueva consigna de “los murcianos no quieren tres elecciones en cuatro meses”. Ergo “los murcianos quieren un gobierno con Vox”. Estos dos argumentos antagónicos, trasladados con la naturalidad de quien considera a la ciudadanía como tonta y desmemoriada, se encuentran unidos, en realidad, por una misma raíz: en su origen, son falsos, simples excusas, puro aire. Y, desde este prisma, resultan intercambiables en función de las necesidades de un desnortado Feijóo. Porque esta es la principal X en dicha ecuación: que el PP nacional tiene al frente a una persona en estado de desesperación, y que necesita mover la bolita dentro de los vasos con el arte y la eficacia de un charlatán.