Traspasar los resultados de las elecciones generales a una planificación de campaña autonómica (entendiendo que pueden ser extrapolables) no deja de ser un ejercicio de ficción que, por de pronto, ayuda a dar contenido a los analistas que publican en agencias y medios. La diferenciación de las citas electorales tiene su por qué en el ámbito competencial y por tanto, deberíamos examinar cada una como lo que verdaderamente es, una contienda separada.
Cada vez más, nos acostumbramos a escuchar ese “yo voto a la persona”, que en el caso de los comicios municipales y regionales cobran especial relevancia porque la cercanía de la institución implica también la transversalidad de las candidaturas que se nos han presentado.
El caso más claro lo tenemos siempre en la comparativa de las elecciones anteriores a las actuales. Con sólo un año de diferencia el Partido Popular, hegemónico en el entonces de 2015, alcanzaba el 37’39 en unas autonómicas que lo dejaron al borde de la mayoría absoluta, para subir a un 46’68 en las generales del siguiente año. Si los resultados son extrapolables, ¿por qué no se repitieron, aunque de forma aproximada, los datos en los que además hubo una subida de participación de casi 4 puntos? Fácil, porque no son las mismas elecciones ni los mismos candidatos. En el caso expuesto pesó lo que se llamó 'efecto Rajoy' que podíamos traducir como un tipo amable y poco histriónico. Su contraparte en la Región de Murcia, siendo del mismo partido, venía de la mano de un candidato que comenzaba a oler a podrido.
Aclarada esta cuestión vayamos a las variables que nos interesan para las autonómicas del 26 de Abril. Si el PSOE mantiene el viento a favor y el candidato Diego Conesa no da un traspiés parece claro que habrá un empate técnico con el PP de Fernando López. En esto tiene que ver el mantenimiento de los socialistas y el desplome de los populares. El desempate vendrá de la mano, principalmente, de la candidatura de Isabel Franco de Ciudadanos que aspira a la decena de diputados en el parlamento autonómico. Pero hay dos actores a los que de momento no se les está prestando mucha atención.
De un lado, otra vez en el Partido Popular, una de sus escisiones. La derecha en la Región de Murcia ya no dividirá por tres, sino por cuatro. Somos Región le ha birlado un buen puñado de cargos intermedios al PP y podría dar la sorpresa colándose en la Asamblea Regional. De otro lado tenemos el caso de Izquierda Unida que, sin Podemos, cree tener asegurado el escaño. Para todos ellos el suelo es el 3% del voto, que traducido al cristiano quiere decir que precisan de casi 30.000 votos. El tercero en discordia entre los más 'peques de la clase' es la miríada que se ha formado en torno a la candidatura articulada por José López y MC de Cartagena. Su reto será trasformar los casi 15.000 votos de las pasadas locales en algunos más y tener representación propia. Podría hacerlo si suma a los independientes de Ricote, Alguazas , sobre todo Mazarrón y las candidaturas 'centristas' del CCD (todos ellos juntos llegan a casi 10.000 sufragios en las pasadas regionales). Él al menos ya tiene más de la mitad del camino hecho.
Pueden quedarse fuera, pero si alguno de ellos consiguiera entrar sería el verdadero quebradero de cabeza del concepto 'geometría variable' al que tan poco estamos acostumbrados en España y que, por el contrario, es tan frecuente en las democracias europeas. Queda claro, en cualquier caso, que los bloques ideológicos ya no suman mayorías y por tanto, democráticamente hablando, han comenzado a perder el sentido monolítico que hasta ahora les habíamos atribuido.
Una vez más, la clase política deberá aprender lo que la ciudadanía ya sabe y practica de manera habitual. El voto es un ejercicio de confianza personal que tiene más que ver con la realidad cotidiana que con las banderas que cada cual nos quiera vender. La mejor prueba de ello la tenemos en las recientes elecciones generales donde, según la consultora Sigma Dos, hubo más de 2.600.000 nuevos votos en las urnas. Una cifra que venía de la abstención y sólo se explica desde el dato de la participación a la que todos los candidatos habían recurrido para vencer las encuestas que manejaban los días anteriores o incluso los sondeos del mismo día, las llamadas 'israelitas'.
Ahí volverá a estar la clave para los comicios que se celebran en apenas dos semanas. Para establecer esa geometría variable hay que romper los esquemas que nos venían dados por las cifras fijas y si, recurriendo al dato de participación del 75’69% que acabamos de vivir se mantiene el tirón de afluencia a las urnas, nos encontraremos con un apasionante hemiciclo regional con siete partidos.
La democracia es una fiesta, vívela.