Visibilizar los campos de refugiados en Lesbos y denunciar “las cortinas de humo” de Europa: la asociación Amigos de Ritsona, de vuelta en Murcia

Teresa Fuentes, socia fundadora; Joaquín Sánchez, socio fundador y Teresa Sancho, abogada, trabajan diariamente en la Asociación murciana Amigos de Ritsona –junto a otros voluntarios- por visibilizar la situación de las personas refugiadas que llegan a Europa a través de Grecia huyendo de una muerte segura en sus países de origen, sin imaginar que los campos de refugiados europeos del siglo XXI podrían llegar a considerarse el eufemismo de los campos de concentración del siglo XX.

El cura Joaquín Sánchez visita anualmente los campos de personas refugiadas en Grecia y no se rasga las vestiduras al contarlo, sabe lo de lo que habla: “Tras la experiencia en los campos de refugiados llegué a entender cómo Europa había llegado al nazismo. Tan solo viendo el trato que se le da a las personas refugiadas y la manera en que determinados medios y políticas europeas tratan el tema”.

De Katskikas a Ritsona

“Compartir la vida con estas personas supuso un impacto muy grande para nosotros”, confiesa el cura -reconocido activista de la PAH en la Región-, “el primer viaje que hicimos fue a Katsikas, un campo de refugiados griego instalado en la ciudad que le da nombre. Cuando volvimos no paraba de pensar que lo que habíamos visto había que difundirlo, había que sensibilizar y había que concienciar”, por lo que se organizó un segundo viaje en agosto de 2016, esta vez a Ritsona, otro campo de refugiados situado una hora al norte de Atenas. “De este viaje volvimos nuevamente impactados, –cuenta Teresa Fuentes, secretaria general de la Federación de Servicios de CCOO de la Región-, la última noche una familia siria con la que hicimos amistad nos dijo: 'Por favor, no os olvidéis de nosotros', y eso es algo que no vamos a hacer”.

De tal impacto nació la Asociación Amigos de Ritsona: “La gente respondió muy bien, se unieron muchos socios y socias. Nuestra prioridad era viajar hasta los campos de refugiados, compartir la vida con ellos y ver cómo se encontraban en medio de una situación de inhumanidad y violación sistemática de los derechos humanos”, explica la fundadora, “las necesidades básicas no están cubiertas, los niños no tienen colegio al que ir, hay mucha gente con depresión y enferma. De todos los viajes volvemos con mucha rabia e impotencia”.  

Asegura Sánchez que hay un antes y un después cuando se visita uno de estos campos de refugiados. La abogada de la asociación, Teresa Sancho, cuenta que cuando visitó Katsikas por primera vez, la estancia que en un principio iba a ser de un mes se alargó hasta los seis: “No fui capaz de volver y dejar esa realidad atrás como si nada”.

Mujeres con pañales y menores que intentan suicidarse

“Imagina niños de 6, 7, 9 ó 12 años que llegan de Mali o de Senegal a un país extranjero, donde solo se habla griego, y ellos quizá hablen farsi (idioma persa)”, expone Fuentes, a lo que Sancho añade: “Imagina las consecuencias psicológicas para un niño que lo único que ha vivido es conflicto. Probablemente ha perdido algún familiar; después vive la ruta migratoria; luego cruza en barco hasta Grecia, y por último, se instala durante años en un campo donde la familia que ha sobrevivido malvive en una tienda de campaña enorme, sin poder ni siquiera ir al colegio, y donde muchas de las mujeres y también los propios niños son violados”.

Afirma la abogada que los intentos de suicidio al mes en los campos de refugiados griegos son repetidos, tratándose en muchos casos de personas que todavía no han alcanzado la mayoría de edad. “En estos campos hay personas con problemas de salud mental, muchos provocados por las condiciones que ahí se viven; hay personas que tienen cáncer; hay personas con enfermedades y tratamientos crónicos que no están siendo atendidas. Por no hablar de la higiene, hemos visto a niños jugando por la calle y cagados encima porque no hay pañales; el campo de Kara Tepe -que sustituye al antiguo campo de Moria, destruido en un incendio en 2020- alberga unas 3.000 personas, de las cuales un 25% son niños. En este campo no existe ningún tipo de seguridad, algunas mujeres duermen con pañales porque el simple hecho de ir a los baños comunes supone un riesgo muy alto de agresión sexual”.

Pero no es solo el fondo de estos campos de refugiados lo que hace de ellos un lugar inhabitable y contrario a toda dignidad humana, también es la forma: tal y como explica Sánchez, que compagina su actividad en la asociación con el oficio de capellán en la prisión de Sangonera, la estructura de los campos de refugiados es la de una cárcel: muros, concertinas, guardias de seguridad, cámaras e incluso en algunas ocasiones, detectores de huellas digitales: “Si es que yo lo veo, la estructura de estos campos es carcelaria”.

Comedores, espacios seguros para las mujeres, productos de higiene y acompañamiento legal

 “Al principio íbamos tres veces al año, en Semana Santa, Navidad y verano, nuestro tiempo libre estaba centrado en los refugiados. Con el tiempo empezamos a cambiar de sitio en función de las necesidades de la zona, durante dos años estuvimos entre Ritsona y Atenas, colaborando también con gente en situación de calle. Después nos fuimos a Lesbos, donde llevamos cinco años”, explica la fundadora.

En la actualidad, Amigos de Ritsona cuenta con unos 110 socios, desde donde proceden la mayoría de fondos con los que la asociación mejora, en la medida de lo posible, la calidad de vida de las personas refugiadas.

Este verano han logrado recaudar 11.000 euros gracias a las donaciones de los asociados, de los que 3.000 han sido destinados a la organización vasca Zaporeak, encargada de repartir alimentos en los campos de refugiados; otros 3.000 financiarán Parea, un proyecto encargado de la gestión de diversos espacios seguros donde, por ejemplo, las mujeres podrán ser atendidas por Médicos Sin Fronteras en caso de haber sufrido algún tipo de agresión sexual, lo que por desgracia sucede con frecuencia, u otro donde los niños pueden jugar en un entorno adaptado para ello; 4.000 euros se dirigirán al proyecto Hope Project, que durante años abastece de ropa y productos higiénicos a los campamentos; los 1.000 restantes servirán para financiar el Centro Legal de Lesbos, compuesto por abogadas de distintos países que prestan asesoramiento jurídico a quien lo necesite.

El auge de la extrema derecha y el papel de Europa

“En Hungría es ilegal prestar asistencia jurídica a los solicitantes de asilo, está criminalizado. En Italia vemos la situación de Lampedusa con Meloni en el poder. En España vivimos la situación de Ceuta y Melilla. En Grecia ya lo estamos viendo, ¿y Europa? ¿No se da cuenta de nada? Claro que se da cuenta, pero la política está en la frontera. Europa financia la gestión de estas fronteras, pero no interviene en dicha gestión, deja a los países hacer el trabajo sucio. De vez en cuando Alemania acoge a unos pocos refugiados, Irlanda a otros pocos, a veces también Francia, pero todo eso solo son cortinas de humo que camuflan la gravedad real del asunto”, sentencia Teresa Sancho.