Atelier El Costurerico: talleres textiles murcianos contra la exclusión social de mujeres
Tras la pila de ropa que acaba desechada hay una oportunidad para decenas de mujeres. Con esta convicción la asociación murciana Proyecto Abraham creó hace dos años Atelier El Costurerico, talleres donde se transforman residuos textiles en artículos listos para la venta, mediante el proceso denominado upcycling*. Como las prendas con las que trabajan, las mujeres que forman parte de esta iniciativa han experimentado un importante cambio desde que accedieron al proyecto: todas están en riesgo de exclusión social. “Vienen con mucha falta de autoestima o problemas físicos que a veces dificultan el desarrollo de ciertas labores… Han pasado por mucho a lo largo de su vida”, explica Felicidad, coordinadora de El Costurerico.
Para poder optar a trabajar en los talleres del Proyecto Abraham, las aspirantes deben realizar primero el curso de empleabilidad Camina entre telas, que instruye a sus alumnas en el campo textil. La iniciativa de Atelier El Costurerico surge como un proyecto de inserción en un sector laboral en el que es difícil entrar y hay “mucha economía sumergida”, señala Felicidad, que también dirige el curso de formación. Las mujeres que forman parte de la iniciativa suelen rondar los 40 años, una franja de edad en la que el 30% de las mujeres está en riesgo de exclusión social en la Región, según un informe de la Red de Lucha contra la Pobreza en la Región de Murcia (EAPN-RM) que recopila datos de 2018.
Sobre el aula en la que aprenden reza en una placa “sala multiusos” en español y árabe, junto con dibujos hechos con acuarelas. En las columnas del edificio hay cartulinas de árboles. En sus ramas se entrevén las palabras 'colaboración' y 'respeto'. Al finalizar el curso, se escogerá quienes pasarán a la siguiente fase de aprendizaje. Las elegidas estarán más cerca de formar parte de Atelier El Costurerico. Actualmente hay tres personas a jornada completa trabajando en el taller de la pedanía murciana de Puente Tocinos, junto con otras tres empleadas fijas en el taller de IKEA. “Es un trabajo muy estacional, hay épocas en las que llegamos a emplear hasta a 15 mujeres”, señala Felicidad. A ellas se suman las dependientas de sus dos tiendas de ropa de segunda mano, una en Caravaca y otra en el centro de Murcia.
Las nuevas incorporaciones en los talleres trabajarán a tiempo parcial con salarios según convenio del sector textil-confección, y que puede ir en aumento en función de las necesidades o especialidad de la trabajadora. “Lo suficientemente digno como para que le aporte la entrada económica que necesitan en casa mientras que los chiquillos van creciendo”, asegura la coordinadora. La media jornada es útil para las trabajadoras que tienen hijos a su cargo o situaciones especiales que requieren una mayor flexibilidad. “La clave es adaptar las jornadas a sus necesidades”.
“Mientras no haya trabajo nos seguiremos formando”
De acuerdo con el informe de la EAPN-RM, un 33 por ciento de mujeres en la Comunidad están en riesgo de pobreza o exclusión social, frente a un 30 por ciento de hombres. Es el caso de Ana, que tras diez años criando a sus dos hijas, le resulta imposible conseguir trabajo. “Formar parte del curso me ha activado otra vez. Buscaba algo que me ayudara a realizarme”. Su marido, que también está en situación de desempleo, se ha apuntado a un curso de fontanería.
“Ahora mismo estoy cobrando una ayuda social que es muy reducida”, lamenta Ana. Los cuatro viven en un piso de un solo dormitorio y pagan 250 euros de alquiler, que se come más de la mitad de lo que el Estado le da Ana. “Mientras no haya trabajo nos seguiremos formando”. Hacer el curso ha afianzado aún más la relación con sus hijas. “Les he comprado máquinas de coser infantiles y juntas hacemos vestidos para sus juguetes, bordados...”.
Siete años sin poder trabajar: “Mi hija es insulinodependiente”
Desde hace siete años, a Patricia, otra de las alumnas de Camina entre telas, le resulta imposible trabajar. “Mi hija es insulinodependiente y hasta que no aprenda a pincharse sola no puedo trabajar”, lamenta. “A mi me llaman y tengo que salir corriendo. En una semana me pueden llegar a contactar dos o tres días seguidos y en esa situación, en cualquier trabajo te echan”.
Para Patricia formar parte del curso ha supuesto una “satisfacción personal” al aprender a hacer costura y una oportunidad de poder “valorarme a mí misma”. Las reivindicaciones del 8M le tocan de cerca y, junto con su marido, se esfuerza en predicar la igualdad entre hombres y mujeres con el ejemplo, y hacen las tareas del hogar conjuntamente. “Se lo tengo dicho a mi hijo, ¿en qué te diferencias de tu hermana? Por el sitio en el que haces pipí. En nada más”.
“Doy gracias por haber encontrado este lugar”
Las mesas están llenas de apuntes de todo lo que aprenden en las clases. “Empezamos con atención al cliente, después tenemos el prelaboral donde aprendemos a hacer los currículos”, ilustra Irene, otra alumna de los cursos. “Mi afición por la costura viene de mi niñez pero nunca lo ejercí. Es lo que más me apasiona”. Accedió a estas clases a través de Euroempleo, mientras trataba de encontrar trabajo. “Yo soy minusválida, tengo el 41% de discapacidad. Soy bipolar. Llevo ocho años estable, sin ningún tipo de crisis pero a la hora de encontrar empleo mi situación personal me genera muchos problemas”.
Para ella el proyecto va más allá de la formación: “Me ha ayudado a sentirme más segura. Tenemos unos profesores, psicólogos y asistentes geniales. Doy gracias por haber encontrado este lugar donde te tratan como una familia”. De cara al 8M, asegura que va a ir a la carrera de la mujer: “Yo me siento muy orgullosa de ser mujer y tendríamos que tener los mismos derechos que los hombres. Creo que juntos podemos hacer mucho más que separados”.
“Las mujeres cobran menos que los hombres y eso me cabrea”
Cuando cumplió 40 años, Ana pasó a formar parte del 55% de mujeres paradas en la Comunidad Autónoma, (según la EAPN-RM): “Yo trabajaba cosiendo trajes de novia, para fiestas, comuniones... Toda mi vida he cosido”. Enumera con los dedos, sin apartar la vista de la máquina de coser. “Lo que pasa es que luego tuve críos, no encontraba trabajo con la edad que tenía”. Está haciendo un encargo, fundas para sofá. Hace un año y medio, comenzó a trabajar en el taller de El Costurerico, donde no miran la edad que tiene, ni que tenga dos hijos, uno de ellos con discapacidad: “Si tengo que coger un día para llevarlo al médico no me ponen pegas de ningún tipo”.
El próximo 8M llevará a su hija de 16 años a la manifestación. Dice entre risas que ella le está enseñando a decir frases como “Ni una menos”, uno de los eslóganes habituales en las manifestaciones feministas. “Yo me siento persona. Las mujeres de toda la vida han trabajado. Ni hombre, ni mujer, ni nada. Lo que sí veo es que las mujeres cobran menos que un hombre por hacer lo mismo. Estamos hablando del mismo trabajo. Todo eso sí me cabrea”, sentencia.
Desde su nacimiento, el Atelier El Costurerico busca autofinanciarse, objetivo que cada vez está más cerca. Su taller en IKEA es autosuficiente por el gran volumen de trabajo, pero tienen las puertas abierta a que cualquier entidad o particular solicite sus servicios del centro de trabajo que tienen en Puente Tocinos.“Este es un proyecto autofinanciado que necesita de los encargos de confección de todos para dar cuantas mas oportunidades laborales mejor”, expresa Felicidad. Mientras tanto, el Proyecto Abraham contribuye a su funcionamiento. Se trata de una asociación sin ánimo de lucro y sus principales ingresos provienen de la casilla de fines sociales en la declaración de la renta y de la venta de ropa de segunda mano recogida de sus contenedores, dispuestos en más de 40 municipios murcianos.
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