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DIARIO DE KARA TEPE, LA NUEVA MORIA

El mayor drama humanitario de Europa después de la II Guerra Mundial

El día de navidad 28 personas murieron ahogadas en el mar

Teresa Fuentes

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Paseamos por las calles de Mitilene donde estamos alojados. Las luces navideñas, comercios y villancicos que suenan en el puerto te hacen creer, por unos segundos, que todo está bien; no hay ni rastro de personas refugiadas. No deja de sorprendernos cómo ha cambiado la ciudad en este tiempo. La última vez que Amigos de Ritsona visitamos Lesbos era diciembre 2019. Rara era la semana que cuando hacía buen tiempo llegaban a sus costas familias enteras buscando un lugar donde ponerse a salvo y por fin dejar de huir del horror y la miseria.

El 9 de septiembre de 2020 ardió el campo de personas refugiadas de Moria. Este hecho, que en un principio pensamos que podría ser un halo de esperanza para las más de 16.000 personas que malvivían en el campo, supuso un retroceso más. Durante varias semanas estuvieron sobreviviendo en las calles de la isla; mientras ACNUR, dirigido por el Gobierno griego, sacaba cientos de tiendas de campañas con su logotipo (algo que no hizo en el antiguo campo de Moria cuando miles de personas dormían a la intemperie), y las instalaba en el nuevo campo de Kara Tepe, al lado del mar y alejado lo suficiente del centro de la ciudad para que no molesten a los lugareños y turistas. Un campo de detención que nos recuerda a una época no tan lejana que lejos de darnos vergüenza lentamente se empieza a reproducir en esta Europa insolidaria.

Si eres una ONG y quieres ayudar, tienes que ser cómplice y firmar con el Gobierno heleno un contrato de confidencialidad. En caso contrario, no eres bienvenida y por supuesto, que no se te ocurra documentar qué está pasando en estos campos de detención o serás arrestado si te pillan echando fotos. Mientras tanto, en su interior, las personas con enfermedades mentales provocadas por la desesperación de no saber cuándo terminará esta situación, siguen autolesionándose o intentando acabar con su vida. Entre ellos, algunos menores.

Al resto de personas refugiadas que ahora no están en la isla, el Gobierno griego les dio un permiso para irse a Atenas. Parte de esas 43.000 personas fueron posteriormente acogidas por Alemania y los demás siguen malviviendo en las calles de esta ciudad griega, expuestas a todo tipo de abusos, violaciones, pederastia, drogadicción, agresiones, etc, con la única ayuda de organizaciones independientes que les echan una mano para tramitar sus papeles, les dan un plato de comida caliente y cuando hay espacio, algo muy complicado en estos momentos, les ofrecen cobijo para pasar la noche. Mientras tanto, las mafias están sacando una buena tajada de esto, aprovechando la desesperación de estas personas para hacer negocio. Resulta desolador que sea la única vía de salida que los gobiernos de la Unión Europea le han dejado para intentar llegar a un lugar seguro.

Llama la atención al pasear por el puerto de Mitilene ver los barcos de la guardia costera. No es casual que de un tiempo a esta parte no lleguen más familias a las costas de Lesbos; pero no penséis bien y creáis que los conflictos bélicos han terminado, que ya no hay hambrunas o que la gente ya no es perseguida por su etnia, condición sexual o ideales políticos, nada más lejos de la realidad. La UE se encarga de dotar de una partida económica suficiente para que Frontex (Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas) haga de muro de contención en el mar e impida que las personas que intentan poner su vida y la de sus peques a salvo sean devueltas a Turquía; incluso aquellas que han tocado suelo griego o han pedido asilo, una vulneración sistemática de los derechos humanos.

Tal y como relata en su página Aegean Boat Report, estas fechas están siendo las más mortíferas en el Mar Egeo, tan solo en el día de navidad 28 personas murieron ahogadas en el mar, entre ellas, un bebé de tan solo 1 año. Podríamos escandalizarnos pero ya ni siquiera nos sorprende. Tocar esta realidad de tan cerca te hace desconfiar de los gobiernos; de todos, porque en lugar de arremangarse y ponerse de una vez por todas a intentar acabar con el profundo sufrimiento de miles de personas, les dificultan cada vez más que puedan llegar de forma segura a nuestras costas y poner así su vida a salvo.

Ojalá algún día estas vidas importen y la ciudadanía europea nos quitemos la venda que nos impide ver el mayor drama humanitario en Europa después de la II Guerra Mundial.

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