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Un denunciante de abusos sexuales en Maristas: “No me importaría enfrentarme a mi agresor y decirle que si fue consciente del daño que hizo”

Abusos a menores

Amaia Otazu

Marcos Leyún sufrió abusos sexuales en los Maristas de Pamplona con 9 años, en el curso 58/59. Ahora, a los 70 años, ha vuelto al colegio para impartir una charla a los alumnos de primero de Bachillerato (16 años) y contarles su experiencia. En una conversación telefónica con este periódico cuenta que ha podido hacerlo porque los Maristas “fueron la primera institución que pidió perdón por los abusos de pederastia que se cometieron en su colegio”. Posteriormente también pedirían perdón los Salesianos. Eso sí, Marcos explica que la orden religiosa de los Maristas no respondió a la primera: “Tardó un poquito, fue en la tercera denuncia donde reconocieron que eso se había producido y pidieron perdón. Nos convocaron a los que sufrimos esos abusos, y nos ofrecieron ayudas de tipo psicológico o del que necesitáramos”.

Marcos acudió y les pidió “que como signo de reparación, debían becar a un niño gratuitamente desde que entrase al colegio hasta que decidiera salir de ese colegio”. El centro lo aceptó “inmediatamente”. La segunda petición fue dar “una charla a los profesores, orientadores, a la asociación de padres e incluso a los alumnos, si es que ellos lo querían”. De momento se han organizado dos esta semana.

Marcos explica que en esas charlas parte de la idea del “miedo que se siente cuando se es abusado. El miedo que siente un menor debe ser atendido. Nosotros no lo fuimos”. Contextualiza el momento en el que se produjeron los abusos porque estaban en “plena época del nacionalcatolicismo”. Marcos les cuenta su historia y las repercusiones que esos abusos han tenido en su vida, que tuvo “una mala relación” con su madre porque nunca pudo confesarle qué le ocurría en colegio “por miedo y porque tienes un sentido de culpabilidad injustificado”. “Por otra parte, en el contexto en el que vivíamos, pensaba que nos podían echar del colegio si lo denunciaba o incluso que mis padres podrían tener problemas”.

Leyún aclara que no quiere “crear alarmismo ni generarles miedo”, sino que lo que intenta es transmitir a los alumnos “que lo primero que hay que hacer cuando sucede una cosa de este tipo es negarse y reaccionar sin miedo porque normalmente el pederasta es una persona cobarde que utiliza su superioridad para abusar sexualmente de los niños”. Leyún les explica que a él le sucedió en el ámbito religioso, pero que ahora se produce mucho más en el ámbito familiar, en el deporte o en el ocio y tiempo libre. Por ello, su objetivo es “que los chicos sepan diagnosticar el momento en que están en riesgo de ser abusados, y que no tengan ningún miedo a denunciarlo inmediatamente”. La charla tiene su efecto en el público: “Los adolescentes escuchan con una atención impresionante, no se oía una mosca. Yo creo que no se escandalizan, pero sí que les puede extrañar que esto sucediera”.

Sobre el efecto que estas charlas han provocado en él, Leyún explica que han tenido “un efecto terapéutico importante y liberador”: “Es una liberación confesar lo que no he confesado durante tantos años, y poder confesarlo en el sitio donde se produjo, aún me parece mucho más potente”. Recuerda que no fue capaz de contárselo a su mujer hasta los 60 años, y que este mismo año se lo ha contado a sus hijos. Han sido décadas de silencio, algo que no todos han comprendido: “Es la doble victimización que sufrimos. A veces me preguntan que cómo es posible que después de 60 años pueda contarlo ahora. Yo siempre les contesto que primero porque lo necesito, tengo un dolor encapsulado y contarlo me libera un montón. Ante las acusaciones de que solo queremos compensaciones económicas..., ante eso sí que nos sentimos víctimas, y en eso sí que la sociedad tiene una responsabilidad”. Y Marcos Leyún vuelve a incidir en esta idea: “No vamos directamente contra la Iglesia, cosa de la que nos acusan, ni tampoco queremos que nos tapen la boca con dinero. Bueno, yo no soy católico practicante, me declaro agnóstico, pero a pesar de eso tengo un enorme respeto por la Iglesia y eso es una postura común en la asociación”.

¿Y entonces? ¿Qué piden?

Desde la Asociación piden “verdad, justicia y reparación”. Leyún manifiesta que buscan que las instituciones y órdenes religiosas “confiesen lo que sucedió y qué se hizo con esas personas que eran abusadoras. En muchos casos se sabe que se trasladaron a otros colegios y que continuaron con sus agresiones”. Unas explicaciones que no tendrían consecuencias jurídicas porque los delitos ya han prescrito. Además, añade que le gustaría que “pidiesen perdón públicamente, y no que simplemente manifiesten su pesar”. En cuanto a la reparación, reitera que renuncian a que les “puedan comprar con dinero”, y que buscan que estos delitos no prescriban: “No tengo gran interés en una satisfacción económica. Bastaría con que pidan perdón, que abran investigaciones y se sepa todo lo que sucedió”.

Sobre si estarían dispuestos a reunirse con alguno de los agresores, manifiesta que “sería muy duro” y que resultaría muy difícil porque de los abusadores denunciados por la asociación, solo queda uno vivo. Además, duda sobre la efectividad que tendría esta medida sobre el resto de sus compañeros. En su caso personal, dice que no le importaría enfrentarse a él: “Me gustaría decirle a la cara que si fue consciente del daño que hizo”.

En cualquier caso, y a pesar de que el Arzobispado o diversas órdenes religiosas no se pronuncien, considera que el proceso “ya ha comenzado, y uno de los datos que lo prueban es que monseñor Blázquez (presidente de la Conferencia Episcopal Española” haya estado dando un curso en la Facultad de Teología para hablar de la pederastia en Navarra“.

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