Con los rescoldos del ejercicio con munición de guerra ‘Tormenta’ todavía casi humeantes, y una situación político-administrativa que no parece ofrecer razones para la esperanza ecologista y antimilitarista, la Asamblea Antipolígono cumple el domingo a mediodía con su ya tradicional Marcha por el Desmantelamiento del Polígono de Tiro.
En esta edición los convocantes rememorarán la figura de una mártir del movimiento ecologista, Gladys del Estal. La joven de 23 años murió al recibir un tiro en la nuca disparado por un agente de la Guardia Civil durante la marcha antipolígono del 3 de junio de 1979. Hace justo 29 años.
Nacida en Caracas de padres exiliados tras la Guerra Civil, Gladys se sumó el día de su muerte a una concentración antinuclear en Tudela, que pedía la paralización de las obras de la después malograda por ETA central nuclear de Lemoniz, en Bizkaia, que podría haber tenido una hermana en Tudela si la historia se hubiese desarrollado de otro modo. Los ecologistas hicieron coincidir la protesta con la marcha antipolígono de aquel año. Cuentan las crónicas que las fuerzas de seguridad tomaron la capital de la Ribera navarra y que cargaron con fuerza desproporcionada cuando miles de personas que secundaron la protesta almorzaban.
Mientras huían, algunos manifestantes decidieron realizar una sentada contra la represión en el puente que cruza el río Ebro. Un grupo de agentes de la Guardia Civil se acerca a ellos y se produce un disparo de subfusil que mata de forma casi instantánea a Gladys. El agente autor del disparo fue juzgado y condenado a 18 meses de prisión por imprudencia temeraria el 14 de diciembre de 1981 en Pamplona. El tribunal consideró que el disparo se produjo de forma no intencionada.
Según testigos vinculados a movimientos ecologistas que prefieren mantener el anonimato, el agente José Martínez Salas habría dirigido un comentario obsceno a Gladys y la joven respondió con un insulto. Poco después fue alcanzada por un tiro en la nuca que salió por la nariz. Años más tarde, en 1992, el agente fue condecorado con la Cruz del Mérito Militar por el Gobierno de Felipe González.
El de Gladys fue un episodio más de la violenta Transición que vivieron el País Vasco y Navarra, con una ETA en plena ebullición y una violencia policial que trascendía las misiones oficiales y organizaba grupos represivos violentos, como en los sucesos de Montejurra de 1976, la semana proaministía de mayo de 1977, las actividades de los Guerrilleros de Cristo Rey en Pamplona y los sucesos de los Sanfermines de 1978.
Desde la Asamblea Antipolígono consideran que siguen siendo “tiempos convulsos para la paz”, en palabras de Milagros Rubio, su portavoz. “La OTAN tiene su mayor polígono de tiro y bombardeo de Europa en Bardenas”, donde “el Ejército del Aire español, prueba su nuevo y viejo armamento, y aumenta año tras año el número de ocasiones en las que realiza maniobras con fuego real, con el consiguiente aumento del riesgo para las poblaciones vecinas a la instalación militar”, recalca.
Llevan más de tres décadas tratando de aunar voluntades por el desmantelamiento del polígono de tiro de las Bardenas. Sin éxito. Inaugurado en 1951, el polígono de tiro ha sido rechazado con la boca pequeña por intereses económicos, pues el Ejército riega de millones a las poblaciones de alrededor del parque, los llamados entes congozantes, que componen la Junta de Bardenas. Son 22 entidades: 19 localidades, dos valles pirenaicos navarros y un monasterio, el de la Oliva, cuya media docena de monjes se reparten los dineros en igualdad de condiciones con, por ejemplo, los 35.000 habitantes de Tudela.
La última renovación del canon de uso entre la Junta de Bardenas y el Ministerio de Defensa fue en 2008 y por 20 años: cobran 7 millones de euros anuales los 10 primeros -o sea, hasta este 2018- y 14 millones los diez siguientes. “Desde que se tomó esa decisión, los partidos UPN, PP, pero también el PSN, cambiaron su voto y dejaron de pedir otra ubicación para el polígono de tiro”, denuncia Rubio.
Desde Ecologistas en Acción, Eduardo Navascués denuncia que la instalación es “un peligro diario para nuestra seguridad”, y reconoce que “más allá de declaraciones vacías de contenido nada se está haciendo por la desaparición de esta instalación militar”. El movimiento ecologista reclama “un giro de 180º en la gestión de este territorio que ponga por delante los altos valores medioambientales que encierra la Bardena. Volvemos a reclamar el desmantelamiento del polígono de tiro y la creación en ese lugar de una Reserva Integral”, demandan.