Carriquiri, la variante navarra resistente a las vacunas que los rastreadores lograron aislar
Carriquiri fue la primera ganadería de reses bravas que se lidió en los Sanfermines de Pamplona en 1852. Y de ahí se toma el nombre para otorgar cada año el premio al toro más bravo en las corridas que llevan dos años sin poder celebrarse con motivo de la pandemia. Pero, en este paréntesis, el particular reconocimiento se lo ha llevado de otra manera una variante del Sars-Cov-2 de origen navarro. Aunque ha pasado inadvertida por su corto recorrido en comunidad foral entre mayo y junio de 2021, afectó a casi 200 personas en la comarca de Pamplona y su bravura la demostró en la capacidad para resistir a las vacunas autorizadas contra la COVID-19.
Su nombre oficial es B.1.575.2. Carriquiri fue como la bautizó el director de Salud, Carlos Artundo, después de informarle el servicio de Microbiología del Hospital Universitario que habían encontrado una mutación local que no coincidía en nada con los genotipos secuenciados hasta entonces. En total, los microbiólogos han visto pasar por Navarra 109 genotipos diferentes de coronavirus, con predominio de las variantes más conocidas como alfa, delta u ómicron, que han sido las predominantes además de la cepa salvaje originaria de Wuhan.
La variante 'foral' afectó en concreto a un total de 194 personas entre mayo y junio del pasado año y, según detalla a elDiario.es/Navarra Carmen Ezpeleta, jefa del servicio de Microbiología, tuvo su origen en un taller mecánico de la comarca de Pamplona. La particularidad que les llevó a extremar la vigilancia, explica, es que hallaron en ella una mutación específica, llamada E 484K, “un gen que produce una resistencia a las vacunas”. De hecho, desde que fue detectada por primera vez el 19 de mayo y hasta su total extinción a finales de junio, en un momento dado temieron que esta variante se impusiera a las otras presentes que circulaban entonces, la británica alfa o a la india delta. Pero finalmente fue delta la que llevó por delante a Carriquiri y al resto, hasta la llegada de ómicron en diciembre.
En ese particular encierro vírico, Ezpeleta reconoce la importante labor del equipo de rastreadores que permitió poner coto a la variante navarra: “Las rastreadoras, que hacen una labor estupenda, descubrieron que había una mezquita y que el 50% de los pacientes afectados provenían de allí y el otro 50% no. Encontraron el foco y fueron capaces de controlarlo”. El recorrido de Carriquiri acabó rápido y no se ha vuelto a encontrar rastro de ella. De su existencia, de hecho, da cuenta ya un artículo recogido en la revista científica americana ‘Journal of Clinical Microbiology’.
Afectó sobre todo a personas jóvenes con una media de edad de 33 años. No ocasionó ninguna muerte, aunque cuatro pacientes requirieron ser hospitalizados. En cuanto a los síntomas, el 80% de los contagiados presentó cuadros similares a los ocasionados por otras variantes del Sars-Cov-2, mientras que el 81% de los infectados no habían recibido aún ninguna dosis de la vacuna contra la COVID-19.
En el mundo científico a Carriquiri no se le dio mayor importancia. La preocupación por su resistencia a las vacunas fue compensada por una fuerza de transmisión limitada en comparación con otras variantes como delta, que fue la que ganó terreno cuando irrumpió con fuerza en Navarra el verano pasado.
Ezpeleta subraya la importancia no solo de realizar PCR, sino también de vigilar la aparición de nuevas mutaciones. Navarra es la comunidad llegó a ser la que mayor tasa de pruebas realiza por cada 100.000 habitantes, más de 4.200 durante la sexta ola, aunque ahora se halla en el puesto undécimo. “Es muy importante secuenciar y estar buscando las variantes, nosotros ahora estamos buscando en 80 muestras positivas cada día”, explica, para añadir que, desde entonces y de momento, no han vuelto encontrar “ningún fallo” como la variante navarra que descubrieron por no ser como las descritas hasta entonces.
0