7 de enero

La sensación de pasear un 7 de enero. Ese día siguen colocadas las luces en la calle, pero no se encenderán cuando caiga el sol. La gran mayoría de los hogares ya ha retirado la decoración navideña. Pese a que el mercado de los pinos de plástico los ha dejado ya como una rareza, todavía se ven ese día algunas copas de pino, a las que las lucecillas de colores han dejado chuscarradas, abandonadas en los contenedores de basura junto a cajas de cartón vacías que pocas horas antes contenían juguetes.

Seguramente en el mundo anglosajón tendrán un término para describir esa sensación, pero es la misma que llega al pasear por cualquier ciudad el día después de unas elecciones. Continúan los carteles con las caras de las personas candidatas en las marquesinas de los autobuses y en esas banderolas que siguen colocando en las farolas. Siguen con su media sonrisa y sus defectos camuflados por el programa de retoque fotográfico. Como ya sabes los resultados, dan ganas de gritarle al cartel para que deje de sonreír estúpidamente. Con la propaganda de los que han ganado recuperas la sensación de las cajas de juguetes el 7 de enero; “ya no vales para nada, pero has traído felicidad”.

Ahí siguen también estos días los kilómetros de pancartas de plástico con las que algunos partidos nos han decorado las vallas de las calles, los puentes de las circunvalaciones, las rotondas e incluso entre árbol y árbol. En estas elecciones pasadas le han dado al rollo de plástico con mucho ánimo la coalición de centroderecha Navarra Suma y la izquierda abertzale de EH Bildu. Para ser justos, el método del rollo de plástico lo inventaron los sindicatos y a la profusión decorativa de las elecciones se han sumado alegremente los 4 principales en Navarra para anunciar su Primero de Mayo.

Se trata de un plástico bastante frágil y pegado con cinta adhesiva y, en cuanto ha llegado el mal tiempo, el viento o quizás los gamberros, los han roto. En muchos casos ya son ilegibles y son sólo jirones colgados de las vallas a la espera de que el viento los lleve a un nuevo destino.

Como ha ocurrido con el movimiento feminista, da la sensación que en el ecologismo los partidos políticos y los sindicatos llegan a él tarde y mal, dando la misma impresión que cuando aparece tu padre a hacer botellón con tus amigos. Nuestros ayuntamientos y mancomunidades nos aleccionan con fotos de ballenas indigestadas por plásticos para que echemos el plástico al amarillo, el orgánico al marrón y el papel al azul, pero llegan las elecciones y les entra la fiebre del plástico. Y del papel.

35 millones de personas estábamos llamadas a votar el 28 de abril. Eso supone que en nuestros domicilios hemos recibido la publicidad y papeletas con sobre para Congreso y Senado de las candidaturas que se presentan. Como ese buzoneo no lo hacen todos los partidos, calculando que sólo lo hicieran 5 de ellos estamos hablando de que se han enviado 200 millones de papeletas y folletos a nuestras casas. Eso a pesar de que los colegios electorales ya cuentan con 375 millones de papeletas para que nadie pueda quedarse sin la suya.

Al menos las papeletas vuelven a convertirse en papel reciclado. Los jirones de plástico ya son otra cosa y el viento los lleva donde quiere. Incluso, quizás, al estómago de alguna ballena. Tampoco parece que tengan mucho reciclado las pancartas de tela, más allá de unas que pone el PSOE en las que sólo se lee “Vota PSOE”, así que es posible que lleven siendo iguales desde Felipe. Pero a un almacén irán a parar las del rictus preocupado de Pedro Sánchez o las de la sonrisa forzada de Casado. Quizás pueda reciclar las suyas Navarra Suma para las del 26 de mayo, si es que alguien ha sido capaz de leer las 8 líneas de texto a la velocidad a la que va el autobús o el coche si no vas conduciendo tú.

La explicación a este retorno a los 80 que se produce cada vez que hay elecciones está, según cuenta el profesor Roberto Rodríguez Andrés, en la Ley Electoral. Una ley electoral con olor a naftalina que prohíbe los sondeos en la última semana de campaña o consagra el día de reflexión. Un día que agradecemos quienes trabajamos tanto en partidos como en el periodismo, pero en el que nos siguen dando la brasa por whatsapp y twitter sin ningún pudor. Al parecer, los partidos tienen subvención por una serie de conceptos que no se adaptan a los tiempos. Les subvencionan el buzoneo, las banderolas, los anuncios en medios, las pancartas y la publicidad estática. En definitiva, la misma campaña que cuando peleaban Suárez y Felipe llenando pabellones y plazas de toros en los tiempos en los que a lo más que pueden aspirar los candidatos es a que uno se haga una autofoto con ellos cuando se los encuentra en uno de esos actos en los que hay más periodistas que público.

Y mañana ya hablamos de las ballenas, si eso.