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Skyline

Recreación de una de las promociones de viviendas

Javier Lorente Doria

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Hace unos años, en una cena con gente del trabajo, alguien propuso ir a una “rooftop terrace” de un hotel que había abierto hacía poco. Era el primer bar que tenía la osadía de definirse con ese pretencioso anglicismo para hablar de un bar en una azotea o, como dicen en el Pirineo, en un “sabayao”. La realidad es que tampoco se veía gran cosa desde arriba porque, según nos dijeron, no les habían dejado variar la estructura del edificio por su protección histórica. Como esto no es Madrid, los 'enterpreneurs' tienen la misma normativa que el resto de vecindario de edificios catalogados, que son casi todos en el Casco Viejo.

Si a los dueños del hotel con 'rooftop terrace' les hubieran dejado hacer lo que pensaban, hoy podríamos tomarnos algo viendo desde ahí el 'skyline' de Pamplona. Horizonte con las torres de las iglesias, las de la Catedral y, si la cerveza te la tomas de noche, verás unas luces rojas que penden en el negro por encima de los tejados. Son las grúas de las denominadas “torres” de Salesianos que, cuando estén terminadas cambiarán el paisaje del centro de la ciudad. Un cambio de 'skyline' especialmente llamativo desde los barrios del norte, donde la vista de la ciudad vieja se seguía pareciendo bastante a la que veían quienes vivían allí hace dos siglos.

Existe una leyenda urbanística que dice que, en Sevilla, hasta la construcción de la Torre Pelli en la isla de la Cartuja, nunca se había permitido un edificio más alto que su Giralda, que corona el horizonte de la ciudad desde que los andalusíes la llamaban Isbilia. En Pamplona la normativa es más bien flexible dependiendo de quien promueva. Rigidez para el vecindario de a pie, flexibilidad para el gran promotor. Ejemplos tenemos con todos los gobiernos municipales, desde el gigante rallador de queso de El Corte Inglés, al que se le permite sobrepasar la altura reglamentaria con Barcina de alcaldesa hasta el despojo de todo el interior modernista de La Vasco Navarra para un Zara de cuatro plantas con Asirón. Pero lo de Salesianos tiene más miga. Mezcla educación concertada, especulación inmobiliaria y aldeanismo arquitectónico.

Resumen rápido, porque da para un libro. Los Salesianos asumen desde hace décadas la Formación Profesional en Pamplona y la Administración encantada de ahorrarse ese esfuerzo. El centro se queda pequeño y obsoleto, así que proponen en 2011 al gobierno, entonces liderado por Barcina (UPN) con Jiménez (PSN) de vicepresidente un plan. El ejecutivo compra el colegio en el centro de Pamplona y los Salesianos se trasladan a una parcela más grande en el valle de Egüés. El acuerdo implica también al ayuntamiento de la capital, que dirige el sucesor de Barcina; Maya. Existe un problema. La ley de vivienda obliga a que cualquier nuevo desarrollo tenga, al menos, un 50 por ciento de vivienda protegida. Las cuentas de la operación, ideada cuando la burbuja de la construcción está estallando, no salen, así que armamos un mecanismo legal para que en ese espacio todo lo que se construya sea vivienda libre. Pisos nuevos en el centro de la ciudad con todas las comodidades. No hay más que pasearse por las webs de las constructoras para ver los precios; 5000 euros metro cuadrado, que estamos volviendo a hinchar la burbuja.

El cambio de mayorías en 2015 tanto en Navarra como en Pamplona no cambia mucho el plan. El nuevo alcalde, Asirón (EH Bildu), un historiador conocido por una sección semanal de curiosidades de la ciudad en Diario de Noticias, afirma que no quiere pasar a la Historia como quien permitió que se llevara a cabo “la aberración” de construir torres de 17 alturas, que era lo que proponía el proyecto ganador del concurso de ideas. Para rebajar el disgusto de Asirón, lo que decide el autodenominado gobierno del “cambio” dirigido por Uxue Barkos (Geroa Bai) es no cambiar mucho el plan y rebajar la altura de las torres, que en vez de 17 pisos se quedan en 11. La poda la paga la caja pública, que es la que pierde siempre en estos casos. Los Salesianos hacen su colegio y las constructoras sus pisos. Ganan los de siempre.

Y hoy, paseando por la Magdalena, Rotxapea o viendo la ciudad desde el pueblo viejo de Ansoain uno se pregunta si realmente esa poda reduce en algo el impacto visual. O si quizás sería mejor haber mantenido el proyecto inicial que podía imitar en el este el impacto que tiene al oeste el conocido como Edificio Singular y, puestos al pelotazo, al menos que gane la caja pública. Ahora en el 'skyline' Don Quijote al oeste, Sancho Panza al este. Quizás sea cosa del ADN pamplonés, que sólo permite imaginar y arriesgar entre el 6 y el 14 de julio.

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