'Ikae' o 'Igae': encuentran una posible inscripción vascónica en un complejo minero en Lantz, Navarra
Tras el descubrimiento de la conocida como 'mano de Irulegi' en 2022, que revolucionó las investigaciones sobre el origen del euskera por tratarse de la inscripción más antigua conocida hasta la fecha en lengua vascónica, recientemente investigadores de la Dirección General de Cultura del Gobierno de Navarra han encontrado en la mina Aierdi VIII, perteneciente al complejo minero de Lanz, una inscripción paleohispánica de alrededor de 2.000 años de antigüedad que supone otro gran hallazgo, por el texto y el lugar en el que se encuentra, sobre el nivel de alfabetización de los vascones, de los que hasta hace pocos años se creía que no habían escrito en su propia lengua. Se trata además de la única inscripción encontrada en la Península Ibérica en el interior de una mina.
La inscripción está realizada en un signario paleohispánico muy similar al ibérico, al igual que ocurre con la 'mano de Irulegi', lo que una vez más mostraría el continuo contacto entre culturas y pueblos que se dio en la Antigüedad en la zona de la actual Navarra. Los expertos que la han analizado, entre los que se encuentran el catedrático de Filología Latina en la Universidad de Barcelona y experto en epigrafía, Javier Velaza, y el catedrático de lingüística indoeuropea por la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) Joaquín Gorrochategui, quienes también investigan la inscripción de la 'mano de Irulegi', plantean que podría transcribirse como 'Ikae' o 'Igae', si bien añaden que “dada la brevedad del texto y la falta de apoyos comparativos, resulta complicado determinar con seguridad en qué variedad de los signarios paleohispánicos está escrita y a qué lengua hay que atribuirla”.
“Teniendo en cuenta el lugar de hallazgo, existe la posibilidad de que se trate de una inscripción vascónica”, apostillan. Una hipótesis que estaría apoyada por la similitud con palabras vascas como 'ik(h)ai' (pendiente en castellano), empleada por el poeta en lengua vasca del S. XVII Arnaud Oihenart y cuyo significado sería compatible con el lugar en el que se grabó el texto, la entrada a una mina. “En todo caso, la escasez de conocimientos sobre la realidad lingüística de la época obliga a tomar esta hipótesis con cautela”, concluyen.
Y es que tal y como señalaba Velaza hace un año en conversación con este periódico, el ibérico es una lengua de la que se tienen más de “2.500” inscripciones y todavía no se ha podido traducir. “Sabemos reconocerlo pero no traducirlo”, apostilla el arqueólogo que ha participado en la investigación Txus García.
Más allá del significado de la inscripción, lo “excepcional” del hallazgo reside en el sitio en el que se ha encontrado y la fecha en la que se hizo: en la entrada de una mina hace 2.000 años, en época romana. “Podría ser que un minero en una época en la que el latín era ya la lengua oficial administrativa utilizaba su lengua vernácula (propia) y sabía escribirla”, señala el arqueólogo Txus García en una entrevista en ETB.
La inscripción se ha encontrado a 61 metros de la boca de la cueva y a 18 metros de profundidad, tras superar una gatera de 15 metros. Está realizada, bajo el techo, sobre la pared norte, a 84 centímetros del suelo, sobre un estrato que alterna arcillas y gravas. Los tres signos identificados, inscritos en la arcilla, ocupan una superficie de 23 centímetros de largo por 13 centímetros de ancho. Están realizados con un instrumento punzante, pero de punta roma, provocando unos surcos de entre cuatro y seis milímetros de ancho y de entre dos y nueve milímetros de profundidad, en función de la presión que ejerció el grabador. Se da la circunstancia de que, superpuestas a la inscripción, hay ocho marcas hechas con posterioridad, aunque la investigación no ha podido precisar el tiempo transcurrido entre ambas acciones. En cualquier caso, la inscripción parece estar completa, salvo en la esquina inferior izquierda del panel, donde podría haber perdido un pequeño fragmento por causa de las picadas de punterola que se realizaron con posterioridad.
El complejo minero de Lantz
El proyecto de catalogación e investigación del complejo minero de Lantz es una iniciativa que coordina la Dirección General de Cultura-Institución Príncipe de Viana en colaboración el Ayuntamiento de Lantz. Ante la sospecha de su importancia patrimonial, ya conocida desde la década de 1970, en el año 2022 se iniciaron los estudios del complejo, para lo que se ha reunido un equipo multidisciplinar e internacional compuesto por investigadores de distintas disciplinas, como la arqueología, la geología, la química, la espeleología o la epigrafía; procedentes de diversos centros de investigación, como las universidades de Toulouse, País Vasco, Burgos o Barcelona: Teresa Lacosta, María Fernández, Argitxu Beyrie, Arturo Hermoso de Mendoza (Grupo de Espeleología Satorrak), Jean Marc Fabre, Eric Kamenthaler, Eneko Iriarte, Martín Arriolabengoa, Javier Velaza y Joaquín Gorrochategui.
Los trabajos comenzaron con la prospección arqueológica de un espacio de casi dos kilómetros cuadrados que engloba el barranco de Aierdiko Erreka en el que se circunscribe el complejo minero. Los trabajos de esa campaña lograron la localización de más de 30 puntos de explotación a cielo abierto y al menos 20 bocaminas con galerías mineras subterráneas. De esa veintena, hasta el momento se han prospectado arqueológicamente tres: Aierdi III, Aierdi IV y Aierdi VIII, y se han comenzado excavaciones arqueológicas en Aierdi IV.
Aunque hay datos de que las primeras explotaciones pudieron comenzar al final de la Prehistoria, la puesta en explotación del complejo en su máximo alcance parece que pudo dar comienzo en el cambio de era, coincidiendo con la construcción de la calzada Pompelo-Oiasso, lo que garantizaría una eficaz evacuación de la producción hacia variados destinos. Así pues, es muy posible que la administración romana hubiera puesto en marcha y organizado el complejo minero en sus momentos más importantes de uso y explotación. Los primeros datos que ofrecen las investigaciones apuntan a que pudiera convertirse en uno de los cotos mineros más importantes de la antigüedad en el Pirineo Occidental.
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