Juan José Lasarte, investigador del CIMA: “Nuestra vacuna es capaz de reconocer las diferentes variantes de la COVID-19”
Al decretarse el primer confinamiento el 15 de marzo de 2020, una treintena de investigadores del Centro de Investigación Médica Aplicada (CIMA) Universidad de Navarra, decidió meterse en un laboratorio para investigar una vacuna contra el SARS-CoV-2. El director del Programa de Inmunología e Inmunoterapia, Juan José Lasarte (Leiza, Navarra, 1965) ha sido, junto al investigador Pablo Sarobe, el encargado de pilotar el desarrollo de un prototipo que difiere de los modelos de vacuna hoy comercializados. El suero ha sido ya probado en ratones y ha demostrado su eficacia evitando en ellos la letalidad de una infección por COVID-19. La fortaleza de este prototipo de vacuna es que se basa en péptidos sintéticos -fragmentos de proteína-. Como este proyecto, apunta Lasarte, existen en proceso en el mundo entre tres o cuatro más, de las cerca de 200 iniciativas científicas que eclosionaron mientras se decretaban estados de alarma, confinamientos y restricciones. Según destaca, las ventajas de esta vacuna, en fase 0, son dos: la flexibilidad de su fórmula, que le permite una sencilla adaptación a nuevas variantes, y la posibilidad de transportarla liofilizada -proceso de conservación mediante deshidratación-. Esto último la convierte en una opción viable para los países menos desarrollados o zonas rurales con dificultad para garantizar la cadena de frío de un suero congelado. A partir de ahora, y una vez registrada la patente, que la investigación continúe adelante dependerá de la financiación disponible y del interés que le otorguen las instituciones. Pero, sobre todo, dependerá de la evolución de la pandemia.
Están desarrollando un prototipo de vacuna contra la COVID-19 ¿De qué tipo de vacuna estamos hablando?
Nuestra vacuna es un prototipo un poco diferente a los que están aprobados y en uso comercial ahora mismo. Se basa en pequeños trozos del virus. Es decir, lo que hemos hecho es identificar las zonas de la cápsula del virus -que llamamos proteínas- y que son importantes para el virus a la hora de infectar el organismo. De manera que hemos reproducido pequeños trozos de esas proteínas. Se llaman péptidos y son secuencias muy cortitas. Así como una proteína puede tener 600 o 500 aminoácidos, nuestros péptidos son de 30 o 40 aminoácidos. Son pequeñas fracciones de las proteínas que forman la cápsula del virus. Hay varios formatos de vacunas. Las vacunas de ARN, por ejemplo, lo que hacen es llevar la información para que, una vez que han entrado en las células, produzcan las proteínas del virus. Estas el cuerpo las ve como extrañas y monta una respuesta anti proteína, neutralizante del virus. Otras están basadas en virus, como por ejemplo la de AstraZeneca. En estos casos tienen el mismo objetivo, que es infectar a una célula y que sea la célula la que produzca la proteína para que el organismo la vea como extraña y monte una respuesta anti proteína. Y luego están las vacunas basadas en proteínas, que son, por ejemplo, la de la farmacéutica estadounidense Novavax, que está fabricando también en Galicia. Esta se basa en proteína del virus. También la de la empresa catalana Hipra, en Barcelona, está haciendo ensayos clínicos con proteínas. Y la nuestra se basa en trocitos de esas proteínas. La ventaja que tiene es que puedes seleccionar la zona contra la que quieres activar la respuesta. Cuando haces una proteína entera, se inducen respuestas contra toda la proteína y hay zonas, a veces, en las que no te interesa activar contra ellas una respuesta. En cambio, con los péptidos tú puedes seleccionar contra qué zona quieres dirigir la respuesta.
¿Este tipo de vacuna, con péptidos, es la única que se está desarrollando en España?
Creemos que sí. Luis Enjuanes está trabajando con ARN en el Centro Nacional de Biotecnología (CNB) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). También su compañero, Mariano Esteban, está trabajando con un virus como vector. Y Vicente Larraga (CSIC) con ADN, que sería otra forma. Luego hay más que están haciendo sus propios prototipos, pero básicamente basadas en ARN, ADN, virus y algunos también proteínas. Con péptidos creemos, por lo que sabemos, que seríamos de los pocos que están trabajando en ellos.
No hay vacunas aprobadas basadas en péptidos. Pero sí que hay muchos ensayos clínicos y muchos resultados prometedores que indican que es una buena herramienta
¿Y de los pocos en el mundo?
En el mundo seguramente habrá. Sé que hay, por ejemplo, un grupo chino que también está trabajando con péptidos. Hay varios formatos. Revisé recientemente la base de datos de la OMS y había entre 150 o 200 prototipos en diferentes fases de desarrollo y algunas de ellas, tres o cuatro, estaban basadas en péptidos. Son pocas. Históricamente, los péptidos no se han aprobado para el desarrollo de vacunas. Se han utilizado con otras funciones, pero no hay vacunas aprobadas basadas en péptidos. Pero sí que hay muchos ensayos clínicos y muchos resultados prometedores que indican que es una buena herramienta. No es como las vacunas convencionales que están basadas en virus, virus atenuados, virus inactivados y proteínas. Pero tampoco había ARN y ahora ha sido el momento en el que las tecnologías de ARN han explosionado.
Porque en el CIMA ya llevan mucho trabajando en este tipo de prototipo.
Nuestra experiencia viene de hace 25 o 30 años cuando nuestro mentor, Francisco Borrás, nos introdujo en el mundo de los péptidos. Fue él quien nos enseñó la tecnología. A partir de ahí, empezamos a desarrollar vacunas basadas en péptidos. Empezamos con el sida y luego pasamos a la Hepatitis C. Ahora nuestra área principal es el cáncer. Pero cuando surgió la pandemia pensamos en aportar nuestro granito de arena, devolviendo un poco a la sociedad lo que nos ha ofrecido a través de los proyectos que nos han financiado. Así que nos centramos en la tecnología que teníamos desarrollada, aplicada a la vacuna contra la COVID-19.
¿En qué fase de desarrollo se encuentra?
Hemos hecho la prueba de concepto. O sea, hemos probado en un modelo pequeño, un modelo animal, que es el ratón. Nuestra vacuna protege a los ratones de una infección letal. Le metemos una dosis muy alta de virus y vemos que los ratones vacunados quedan protegidos. Obviamente, hay que hacer ahora los siguientes pasos, incluyendo toxicidad en monos, y una vez que ha superado la toxicidad en monos, pedir la autorización a la Agencia Española de Medicamento para iniciar ensayos en voluntarios sanos. Y a partir de ahí desarrollar las siguientes fases.
¿Cuándo podríamos decir que Navarra tiene una vacuna propia?
Depende de cómo evolucione la pandemia. Si somos honestos, en este momento de la pandemia el interés por nuevas vacunas no es tan alto. Hay vacunas ya aprobadas que están funcionando bien. Pero no sabemos cómo va a evolucionar la pandemia porque no se está vacunando a nivel global. Hay países que no están vacunando. Y el virus está activo, está evolucionando. Por lo que no es descartable que aparezcan nuevas variantes, que sean resistentes a las vacunas actuales y eso obligue a desarrollar nuevos prototipos de vacunas. Si eso ocurriera, esta plataforma tiene una ventaja, que es la flexibilidad. Una vez que tenemos la secuencia del nuevo aislado es muy fácil hacer la síntesis del péptido. Son diez días. Y podríamos empezar a complementar las vacunas que ya están en la actualidad.
La vacuna que tenemos es capaz de reconocer las diferentes variantes que han ido apareciendo en la sociedad durante la pandemia
¿Eso significa que es resistente a distintas variantes?
Nosotros lo que hemos visto en nuestros modelos es que la vacuna que tenemos es capaz de reconocer las diferentes variantes que han ido apareciendo en la sociedad durante la pandemia. Obviamente, no podemos augurar qué va a pasar con las nuevas que aparezcan. Pero si apareciera una variante que se escapa de las vacunas actuales, sería relativamente fácil sintetizar químicamente ese péptido que cubra a esa variante e incorporarlo a las vacunas. Es un protocolo sencillo porque es muy flexible la formulación de la vacuna.
¿Qué financiación han logrado en esta investigación hasta el momento y qué financiación necesitarían para acortar los tiempos de ensayos?
Este proyecto nos ha costado unos 150.000 euros. Tengo que decir que cuando lo iniciamos partíamos con pocos fondos. Fondos propios del CIMA y fondos de mecenas. El aizkolari navarro Iker Vicente organizó un evento deportivo para recaudar fondos. Y luego recibimos la financiación del Gobierno de Navarra, 81.000 euros, con los que hemos podido hacer todo este desarrollo. A partir de ahora, obviamente, los precios son diferentes. La inversión que hace falta es mucho más grande. Para saltar de fase tendríamos que ponerle un cero más para que esto pudiera seguir su desarrollo. Todo depende de cómo progrese. Los estudios en monos y los ensayos clínicos son muy caros. Dependeríamos de la financiación de instituciones, compañías farmacéuticas e inversores que pudieran ver una necesidad o un interés en el desarrollo que falta. En este momento nuestra parte ya está completada. Ahora habría que ver si realmente hay un interés en seguir este desarrollo, porque la sociedad lo necesite. Hay que ver cómo evoluciona la pandemia.
Este tipo de vacuna no necesita una especial conservación. ¿El objetivo es que pudieran aprovecharse de ella países en vías de desarrollo?
Sí. Una de las ventajas de los péptidos es su estabilidad, la temperatura ambiente. Así como la ARN necesita una cadena de frío y necesita estar congelado, eso dificulta su transporte a zonas rurales en países en vías de desarrollo donde no tienen esa infraestructura. En el caso de los péptidos, esta vacuna se transportaría liofilizada, seca, y sería más fácil porque no requeriría congelaciones. Se podría transportar de una forma mucho más fácil.
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