¿La ikurriña en Navarra? Sin prisa pero sin pausa

N. Elia

¿La ikurriña en el mástil oficial del Ayuntamiento de un municipio navarro? Prudencia. Es el mensaje transmitido por muchos de los llamados ayuntamientos del cambio, los gobernados por el cuatripartito (Geroa Bai, EH Bildu, Podemos e Izquierda-Ezkerra) tras la derogación de la ley de Símbolos de 2003, que prohibía expresamente la exhibición de la bandera vasca en las dependencias de las corporaciones municipales de la comunidad foral. “No hay prisa”, “no está en la agenda” o “no es una prioridad” son las respuestas que se repiten entre los primeros ediles de los ayuntamientos del cuatripartito. Todos ellos consideran un gran paso la derogación de la ley de Símbolos que promovió UPN, pero no quieren ir más allá.

Los ayuntamientos con mayoría suficiente como para aprobar la colocación de la ikurriña no van a lanzarse a la carrera de quién será el primero en tenerla de nuevo presente en sus fachadas. Y menos ahora, que la batalla emprendida por la derecha contra la presencia de la ikurriña en Navarra está en su punto álgido. Desde la delegación del Gobierno, la 'popular' Carmen Alba ha lanzado serias advertencias a los ayuntamientos navarros: habrá sanciones para aquellos que cuelguen la ikurriña en sus fachadas.

La delegación, avisa Alba, permanecerá vigilante del estricto cumplimiento de la legalidad sobre los símbolos oficiales. Y, según su punto de vista, la reciente derogación de la ley de Símbolos que prohibía la ikurriña “no permite en ningún caso, y de ninguna manera, que en establecimientos o edificios públicos autonómicos, institucionales, locales o municipales, supramunicipales o inframunicipales de Navarra, se coloque otro tipo de banderas, salvo la propia del municipio, la de la Comunidad foral, la de España o la de Europa”.

Apela la delegada nada menos que a la propia Constitución española y a la “numerosa jurisprudencia” que existe al respecto para recalcar que la delegación no va a permitir que la ikurriña vuelva a ondear en Navarra. Además, aprovecha la ocasión para recordar a los ayuntamientos su obligación de exhibir la bandera de España, “que deberá ondear permanentemente en el exterior y ocupar un lugar preferente”, señala.

El Ayuntamiento de Uharte fue uno de los primeros consistorios navarros en colocar la ikurriña en su fachada cuando se legalizó esta bandera. Desde la década de los 70, la ikurriña ha estado presente en prácticamente todos los comienzos de fiestas locales. Llama la atención el celo que la delegada del Gobierno, Carmen Alba, puso en 2015 para conseguir con sus denuncias y sanciones que el Ayuntamiento del cambio retirase la ikurriña. Mientras Uharte estuvo gobernado por una agrupación independiente que recibía el apoyo del PP, Carmen Alba no movió un dedo para impedir la presencia de la ikurriña, e incluso acudió como invitada al chupinazo de la localidad con la bandera vasca ondeando en la fachada municipal. Pero la llegada del cuatripartito al Consistorio significó la apertura de diligencias para retirar la ikurriña.

Pero ni el Ayuntamiento de Uharte, ni los de muchos otros consistorios gobernados por el cuatripartito, tienen la intención de alimentar la guerra de banderas que, a su juicio, intenta fomentar la derecha. De entre las cerca de 40 alcaldías que EH Bildu consiguió en las elecciones de 2015, destacan por su mayor población ciudades como Pamplona o Tafalla, o localidades como Barañáin, Estella, Berriozar o Villava. Mikel Oteiza, alcalde de esta última, explica que la ikurriña estuvo presente en Villava, “por voluntad popular”, desde 1977 hasta que entró en vigor la ley de Símbolos de 2003 promovida por UPN. Ahora que la mayoría parlamentaria ha dejado sin efecto aquella ley “restrictiva”, Oteiza entiende que el debate para decidir si recuperan la ikurriña debe abordarse “con tranquilidad y sin ninguna prisa”.

Desde los ayuntamientos del cambio se mantiene la tesis de que a la derecha le duele más la pérdida del poder que la presencia de la ikurriña en los mástiles oficiales. El lenguaje tremendista que emplea, por ejemplo, el líder de UPN para referirse a este asunto es prueba de que su objetivo es “asustar” a los navarros y “desacreditar el cambio”, mantienen. El regionalista Javier Esparza ha acusado a la presidenta Uxue Barkos de “ultrajar” a los navarros y de actuar con “sectarismo, poniendo la ikurriña en Navarra, cuando el 70% de los navarros no la siente”. “La mayoría de los navarros jamás olvidará este desprecio a lo que sentimos y lo que somos”, afirmó Esparza.

Frente a sus categóricas frases, desde el cuatripartito intentan contextualizar la beligerancia del líder de UPN hacia la ikurriña y le recuerdan su pasado municipalista. Esparza fue el alcalde regionalista que gobernaba en la localidad de Aoiz antes de que su partido aprobase la ley de Símbolos en 2003. Cuando accedió a la alcaldía asumió como propio el resultado del referéndum que los vecinos de Aoiz celebraron en 1977 sobre la presencia de la ikurriña en el Ayuntamiento, y el alcalde Esparza dirigió los plenos municipales con la ikurriña presente en el salón y en la fachada del consistorio.

“Si mientras Esparza fue alcalde respetó la presencia de la ikurriña, se supone que lo hizo porque entonces no le parecía sectario ponerla en el salón de plenos. ¿Por qué ahora sí se lo parece?”, cuestiona un alcalde del cuatripartito. En su opinión, las contradicciones del líder regionalista con respecto a la ikurriña revelan que el debate sobre los símbolos es “un elemento más con el que la derecha pretende derrotar políticamente el cambio”. Por esa razón, los ayuntamientos del cambio no quieren echar más leña a la hoguera de la guerra de banderas. La ikurriña volverá a ondear en las localidades donde tradicionalmente ha estado presente, mantienen alcaldes del cuatripartito, “sin prisa”, añaden, “pero sin pausa”.

El alcalde de Pamplona, Joseba Asirón, de EH Bildu, tiene experiencia sobre las consecuencias de enfrentarse UPN con la exhibición de la ikurriña en el Ayuntamiento de la capital navarra. En sus primeros sanfermines como alcalde, la ikurriña ondeó junto a la bandera oficial de Navarra, los regionalistas le denunciaron y los tribunales concluyeron que Asirón había incurrido en fraude de ley. Así que al año siguiente no hubo ikurriña en el mástil oficial durante el chupinazo, pero el mensaje de Asirón fue muy claro: “Las fuerzas del cambio nos hemos comprometido a que la ikurriña pueda ondear en los ayuntamientos que así lo decidan por mayoría. La ikurriña volverá con total normalidad”.

Ahí está precisamente la clave del asunto, la normalidad. El cuatripartito quiere que la ikurriña vuelva a estar presente en Navarra sin ruido, sin confrontación, “por voluntad popular” y dentro de un “proceso de normalización”. Las fuerzas del cambio son conscientes de que el discurso de la derecha contra la ikurriña refuerza a UPN y PP ante su electorado más navarrista. Y también erosiona el carácter de normalidad que quieren imprimir al movimiento del cambio. Así que, de momento, ya han dado un importante primer paso derogando la ley de Símbolos que prohibía la ikurriña en sus ayuntamientos.

Y ahora esperarán a que la indignación de la derecha baje un poco el tono y deje de ocupar los principales titulares con mensajes de división y confrontación. El siguiente paso tendría que ser la aprobación de una nueva ley de símbolos, tal y como recoge el acuerdo programático del cuatripartito. Con ello el Parlamento daría cobertura legal a los ayuntamientos y quitaría argumentos a la derecha para judicializar la ikurriña. El tiempo dirá si Geroa Bai, EH Bildu, Podemos y la marca foral de IU son capaces de acordar una ley que blinde la presencia de la enseña vasca en las instituciones navarras.