La acogida al primer grupo de refugiados en Navarra, a la espera de una llamada
“Es cierto que la demora en la llegada de personas refugiadas a Navarra puede haber generado sorpresa, porque hay gente muy concienciada sobre el tema y muy interesada en poder ayudar. Pero para nosotros, este es nuestro día a día. El traslado en origen siempre es complicado y pueden avisarte incluso con horas”. Josune Anocibar, técnico de Cruz Roja Navarra, se refiere de esta forma al retraso en la llegada del primer grupo de personas refugiadas a la Comunidad Foral, que estaba previsto para el pasado 15 de octubre y que todavía no se ha producido. La entidad, de hecho, sigue en alerta y a la espera de que, desde la Secretaría General de Inmigración y Emigración, se avise del día de llegada y se concrete por fin la nacionalidad de estas personas, si pertenecen a los mismos núcleos familiares, cuál será su vía de llegada a la capital navarra y si lo harán en bloque o de forma progresiva, como suele ser lo más habitual.
Esta falta de información es la que, precisamente, han criticado hasta la fecha tanto el Gobierno de Navarra como a las diversas asociaciones y entidades (18) que participan en la plataforma Iruña ciudad de acogida. Porque, por el momento, lo único que se había anunciado es que llegarían 16 personas a la Comunidad Foral (cifra marcada por la capacidad de los tres pisos de acogida cedidos por el Gobierno Foral a través de Nasuvinsa a Cruz Roja), pero no se ha concretado qué pasará después. Por el momento, se sabe que esas 16 personas han llegado a la frontera española, sobre todo en Melilla, y que llegarán a Navarra desde los (discutidos) centros de internamiento para extranjeros (CIE). Desde Cruz Roja confirman, no obstante, que ya se preparan para acoger a más de esas 16 personas en caso de que sea necesario.
Para aclarar las dudas sobre esta acogida, la entidad ha organizado este 20 de octubre una charla en el área cultural de El Corte Inglés para aclarar esta situación, así como las dudas habituales en torno a en qué consiste la figura de la persona refugiada. La definición está recogida dentro de la ley 12/2009, que regula el derecho de asilo, y que, grosso modo, recoge a una persona que “debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, opiniones políticas, pertenencia a determinado grupo social, de género u orientación sexual, se encuentra fuera del país de su nacionalidad y no puede o, a causa de dichos temores, no quiere acogerse a la protección de tal país”.
La agencia de la ONU para el refugiado, ACNUR, precisamente recordó estas cuestiones para aclarar la figura del refugiado, pero esa precisión también ha generado debate, como por ejemplo planteaba el doctor en Antropología Social y profesor de la UPNA Txema Uribe, quien cuestionaba si tenía sentido diferenciar entre “la movilidad económica y la política”.
En el caso de Navarra, Cruz Roja es la entidad encargada de ofrecer asesoramiento sobre esta cuestión, una vía aún minoritaria sobre la que se han informado (incluidas también las dudas sobre la apatridia) desde 2013 y hasta septiembre de 2015 alrededor de 134 personas. Las últimas solicitudes de asilo se gestionaron, no obstante, hace alrededor de 15 días y fueron para familias ucranianas, que son las que han encabezado las peticiones de información durante los últimos ejercicios.
Este es el apartado llamado de intervención social, diferente a la acogida ahora planteada para las personas refugiadas. Navarra es una de las comunidades que carecen de centros de acogida, por lo que antes, si las personas solicitaban el asilo (Cruz Roja hace de mediador en este caso, se solicita a la Oficina de Atención al Refugiado en Madrid y, para ello, la solicitud se presenta en Pamplona a través de la Oficina de Extranjería, en dependencias de la Policía Nacional), y querían ser acogidas eran derivadas a otras comunidades; ahora se cuenta con los tres pisos mencionados.
Las diferentes fases
Esta fase de primera acogida se alarga durante seis meses y Anocibar reconoce que el proceso puede ser “largo”, de 18 meses o, incluso, 24. Para solicitar ese estatus de refugiado, la persona solicitante debe afrontar que se estudie su caso y, durante ese tiempo, cuenta con una tarjeta de solicitante de asilo que tiene que renovar cada medio año. Desde la segunda renovación, ya puede disponer de un permiso de trabajo. De ahí que en un primer momento, la acogida “se centre sobre todo en el idioma”; la segunda sería la llamada de integración, más centrada en el mercado laboral y la formación para el empleo; y la tercera la que busca fomentar la autonomía.
No obstante, desde diversos colectivos sociales se preguntan ahora si este sistema de solicitud de asilo, marcado por los retrasos y ante un posible panorama de solicitudes masivas, puede responder a las necesidades actuales; preguntada sobre ello, Anocibar reconoce que “una situación de crisis extraordinaria puede necesitar que se tomen medidas extraordinarias”.